5 cosas que poco te importan de la coronación de Carlos III

Después de meses de preparación, este sábado el monarca británico fue ungido en una ceremonia que es más vieja que el viento, entre internas familiares y vestidos incómodos. Parecido al cumple de 15 de tu sobrina, pero con más guita arriba.

Es oficial: Carlos se acaba de convertir en el rey con la peor cara de desencanto (por no decir otra cosa) del SXXI. Podría decirse que no tenía mucha competencia, viendo que la monarquía es algo que lentamente se va evaporando de la faz de la Tierra. Hay que reconocerle, en ese contexto, su tenacidad y su paciencia: su coronación es la primera en más de 70 años después del increíblemente largo reinado de la reina Isabel II, que llegó a su fin el año pasado de la manera más natural, sin ningún plot tuist, sin siquiera una escena épica post-créditos. Quizás estuvimos mirando mucho Game of Thrones y, en consecuencia, la historia real nos termina pareciendo un poco pichulera.

Isabel murió en un mundo en el que la mayoría de la población mundial no había nacido cuando se la coronó allá lejos y hace tiempo en 1953. Esto significa que muchos y muchas no sabíamos qué esperar de esta ceremonia (si es que acaso esperábamos algo más que una buena producción de memes al respecto).

Les dejamos acá una serie de datos random que aprendimos sobre el tema, y que pueden compartir en la próxima mesa familiar para indignarse en conjunto con el resto de los presentes. Porque, sabemos, nada hermana tanto como el odio a la monarquía británica y la pasión por el chisme barato.

1. Hace 950 años que esta ceremonia se hace en el mismo lugar

Esto quiere decir que todavía no existía ni la luz eléctrica, ni el tranvía, ni la pasteurización de la leche cuando se comenzó a usar la Abadía de Westminster para estos fines. Apenas si llegamos a imaginarnos el olor a viejo que debe haber ahí adentro. Es como la casa de tu tía Vivi pero peor. La conclusión es que si la realeza puede repetir escenario, vos podés repetir la pilcha para ir a trabajar. No hay que esforzarse tanto.

2. La corona que le ponen al nuevo monarca pesa más de dos kilos

Es como llevar un perro chiquito en la cabeza, o una maqueta de los estudiantes de arquitectura. La verdad, no nos parece tan pesada, un poco están exagerando. A Carlos se la ponen un ratito no más, para que salga al balcón a saludar, y después se vuelve a guardar en una bóveda hasta la próxima temporada cuando asuma un nuevo rey. La corona enmarcada de oro sólido está decorada con no menos de 444 preciosas gemas de todo tipo: topones y esmeraldas, zafiros, rubíes y más. Probablemente la totalidad de los diamantes sean robados. Está bueno tenerla, pero mejor es tener la Copa del Mundo o una horma de queso Mar del Plata.

Corona de los Windsor. Linda, pero poco práctica.
Corona de los Windsor. Linda, pero poco práctica.
3. El trono tiene 700 años

Puede que nos estemos poniendo repetitivos pero no es culpa nuestra: esta gente tiene una obsesión por lo vintage. La segunda reflexión es que evidentemente ya no se hacen muebles como antes, porque ni las sillas de tu abuela tienen pinta de durar 7 siglos. El datito es que esta silla fue comisionada por el rey Eduardo en primer lugar en 1296 para sostener la piedra de Scone (si, para sostener una piedra), la piedra de coronación escocesa "incautada" (magnífica manera de decir que fue afanada) por el rey inglés durante la invasión de su vecino del norte en ese año. La silla ha aguantado de todo: una bomba la partió en dos en 1914, se la ocultó en la catedral de Gloucester para protegerla de las bombas nazis durante la Segunda Guerra Mundial, y ahora le toca ser usada por el tipo que será recordado eternamente como "el ex de Lady Di".

Sí, es una silla común. Sí, está atrás de un vidrio porque tienen miedo de que alguien la robe.
4. Carlos III se convirtió en la persona más vieja en ser coronada

Quizás de ahí viene su cara de desgano. Quizás le aprietan los zapatos nuevos. no lo podemos saber. El récord anterior lo tenía el rey William IV, quien era un jovato de 64 años cuando asumió en 1830. A riesgo de sonar aguafiestas, no vimos al nuevo rey muy entusiasmado con su propia coronación.

5. El menú especial de esta noche es... tarta de verduras

Puede que esto sea una magnífica movida de prensa para hacernos sentir que los monarcas son, después de todo, gente común. En su primer día como rey, Carlos va a comer lo mismo que picoteamos nosotros en la oficina un martes al mediodía o aquél menú que en tu niñez podía provocarte una profunda depresión: un quiche de coronación con huevos orgánicos, espinacas, frijoles anchos y estragón soñado por el chef real Mark Flanagan. O, como le decimos los que nacimos en la magnífica nación de Blanca Cotta y Doña Petrona: una pascualina.

Nos daría lástima pero es la gente que nos robó las Malvinas.

Con todo, nos quedan días de escuchar a los periodistas de LaNación+ y a las revistas del estilo Gente o Caras hablando de los looks de los monarcas europeos con cierta nostalgia, casi como si quisieran retrotraernos a los tiempos del Virreinato del Río de la Plata, incluso lamentando las fallidas invasiones inglesas por sus erráticos desenlaces.

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