Cuenteras y cuenteros del mundo

Dentro de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, se celebró el 26° Encuentro Internacional de Narración Oral “Cuenteros y Cuentacuentos”, un espacio de formación, intercambio y escucha.

El Encuentro Internacional de Narración Oral se realiza desde hace 26 ediciones en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Es un espacio de formación, intercambio y escucha: hay talleres, mesas y ruedas de charlas y funciones, en las que narradoras y narradores de distintas partes del mundo despliegan sus diversas formas de contar y sus estrategias para sostener el oficio, tan antiguo como liminal.

Carolina Rueda, cuentera colombiana, fue una de las invitadas 2023. Con más de 30 años como narradora, viaja alrededor del mundo contando cuentos y dando talleres. Sobre todo, en Universidades, ámbitos a los que señala como fundamentales para encontrarse con las juventudes y formar nuevos públicos.

“Hay un resurgir poco a poco, venimos de un momento en que la comedia arrasó en Latinoamérica entera, muchos narradores lamentablemente se fueron para el lado de la comedia, para el lado oscuro”, comenta Carolina sobre el presente y la post pandemia para la narración, entre risas. “Pasaba que los narradores tenían que hacer humor, aunque no quisieran hacerlo. En cambio, ahora el humor quedó en el lugar que tiene que quedar, que es en el lugar de los artistas humoristas, que son maravillosos y los narradores también nos liberamos un poco de esa obligación”, explica, hablando tanto de públicos como de productores.

Narrar se trata, precisa Carolina, de recuperar la acción de imaginar. “Invitamos a descubrir la creación propia en la escucha, descubrirse a sí mismo como un creador, como una persona con un montón de lugares en la cabeza que no sabía que tenía para inaugurar y que actúan solos, que no tienen que esforzarse en que eso ocurra es una maravilla, es un hallazgo cuando nunca lo has vivido, cuando el otro piensa que no le va a pasar nada y le pasa. Ese es el arma principal que tenemos”, afirma. “No tenemos escenografía, pero tenemos que presupuestar nuestros trabajos igual, porque sin ningún aparataje nosotros producimos el mismo efecto que un grupo de 14 actores, y a veces mejor”, agrega, de nuevo entre risas.

Un lugar impropio

En su discurso inaugural de la Feria, Martín Kohan dijo que La Rural es un “lugar impropio”, en el que pese al bullicio o gracias a él “los narradores traman ficciones con las que van a interpelar la verdad”. Claro que el autor hablaba de escritores de narrativa y no de narradores orales, pero hizo en su discurso una reivindicación de la figura del lector que es crucial para la narración oral.

Hoy en día, dentro de la cultura escrita y la cantidad de información digital, para contar hay que leer mucho y variado y poder entender la propuesta estética que hace un texto, para compartirlo en una narración que será una versión propia, ya no la misma que la literaria, al servicio de la misma historia.

En una de las funciones para adultos del sábado la presentadora fue Ana Padovani, una de las maestras pioneras de la narración oral en Argentina. A la hora de la siesta y contra el ruido de micrófonos y aplausos de otra actividad que llegaba desde afuera de las paredes construidas con paneles, empezó a contar Adrián Yeste. Español que ya la juega de local y que hace ficción con relatos de su propia vida, sobre todo su infancia en León.

Le siguió Joselina Martínez, la invitada santafesina al Encuentro, que narró su versión de la historia de Mackandal, construida con síntesis poética y quirúrgica a partir de la novela “Un reino de este mundo” de Alejo Carpentier; y “Amigos por el viento” de Liliana Bodoc. Dos relatos que la acompañan desde hace tiempo y siempre conmueven, quizás cada vez más.

El cierre fue de Vivi Aguirre, que se presentó como una mujer de montaña y río y compartió cuentos mezcla de literatura y vida, en los que sacó a relucir su tonada serrana. “El sangrado ángel de la interrupción”, como le dice Juan Tapia -narrador porteño que retomó conceptos desde Platón y Aristóteles hasta acá para disertar sobre la Filosofía de la narración en la Apertura del Encuentro- sobrevolaba la sala. Pero el público no estaba allí, sino dentro del mundo de historias que cada cuentero trajo consigo.

Entre cuento y cuento, Padovani marcó la diversidad de fuentes de distinta autoría que nutren el repertorio de la narración oral, trazando una línea entre el arte y la libertad y el mercado y la sociedad sobre la que hay que saber hacer equilibrio con ética y honestidad, afirmaba. La narradora está pronta a estrenar un espectáculo sobre Niní Marshall. “A mí la radio me nutrió desde pequeña, siempre me creó un mundo mágico, maravilloso, me despierta desde siempre la imaginación, tanto como la lectura”, contó. “Estamos en la post pandemia y creo que se ha abierto, de alguna manera, el cauce a una cosa que estuvo contenida pero que siempre está. Porque este es un movimiento que se desarrolla geométricamente”, afirmó.

Un banquete

Anabelle Castaño es narradora y arqueóloga. Forma parte de la comisión organizadora que programa el Encuentro junto a la Fundación El Libro, que lo hace posible. El Encuentro, destaca, es un momento para preguntarse, justamente, qué espacios de encuentro existen, sobre todo a nivel federal: “Qué espacios para conversar, desde la práctica profesional, la formación, el cachet para quienes trabajan profesionalmente y las condiciones de trabajo para quienes son narradores sociales o quienes son grupos de narración más espontáneos.

Por eso es importante que tengamos muchos tipos de narración y de narradores que asisten al encuentro, narradores profesionales escénicos, profesionales, trabajadores sociales, grupos de adultos mayores y grupos comunitarios y a eso sumale los docentes, o escritores, escritoras, editores, y otros, otras que se suman, por interés, porque conocen el arte de narrar o simplemente por curiosidad”.

“Es un momento para preguntarnos qué pasa en otras partes, quiénes están narrando, cómo lo hacen”, agrega y recuerda que la primera vez que Claudio Ferraro -el narrador homenajeado en esta edición- contó en un encuentro, nadie sabía quién era hasta que abrió la boca y empezó a asombrar.

“Tiene que ver con ponernos al día, poder escucharnos dentro del ruido maravilloso que es la Feria, pues es un ruido mágico, pero es un ruido también. De poner ciertos temas que están ocurriendo en relevancia o volver a conversar de temas que ya se hablan, pero que está bueno volver a traerlos”, dice Anabelle, y puntualiza en las mesas sobre la narración como motor del libro, la de trabajo con comunidades vulnerables y la de encuentro federal.

“Tal vez, estamos haciendo trabajos similares y lo pensamos en soledad. Acá podemos ver dónde hacer red, quién más está haciendo algo similar, cómo lo piensa, cuál es la cocina”, agrega y destaca la visita de Yesenia Montes, narradora que trabaja con la lengua quechua a través de la Biblioteca Puriyninchik, en Ayacucho, Perú. Desde otros países estuvieron también Wayqui (Perú), Nicole Castillo y Andrés Montero de La Matrioska (Chile).

En paralelo al Encuentro, se hizo el Off Internacional de Narración Oral, con tres noches en Palermo en las que les narradores reunides por la Feria se juntaron para seguir contando cuentos, en un escenario propiamente dicho. Hubo además baile y arepas, tequeños y tragos venezolanos las primeras dos noches, en el Miss Venezuela, una sala decorada con banda de reina y coronas. Allí narró Carolina Rueda, que brindó un espectáculo de cuentos bravos, que exigían concentración para seguir cada detalle por momentos, pero te atrapaban uno tras otro. La presentó Juan Moreno, otro gran maestro cuentero. “Es una dicha venir, porque te puedes dar el lujo de contar lo que te dé la gana, de encontrarte con el público, de contar cuentos con profundidad, sin necesidad de hacer guiños. El público de Buenos Aires y de Argentina tiene una escucha tan fina, tan rica, tan generosa, que para cualquier narrador es un banquete”, celebraba Carolina después de la función.

Les narradores se despidieron de Buenos Aires el domingo a la noche, con una maratón de cuatro horas de cuentos, en el Off. Aunque, como dijo Anabelle, el Encuentro en realidad “continúa en los intercambios tejidos en los pasillos, en el momento en que cada uno vuelve a su casa y sigue pensando, y resuenan los cuentos”.

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