Hasta que cada seca tenga sabor a libertad

La Marcha Mundial de la Marihuana se realizó por décima vez en Santa Fe y la demanda sigue siendo la misma que hace diez años: no más personas presas por plantar. Una crónica con aroma a porro y gusto a lucha.

“No más presxs por plantar” reza la larga bandera que sostiene un puñado de dedos curtidos, acostumbrados a la suavidad de la tierra mojada, a la precisión de la manicura fina, a la generosidad del cogollo que pasa de una mano a la otra. El día está frío y gris desde temprano, y se quedará así hasta la noche: esta vez, el sol no quiso salir a acompañar con su luz la jornada, pero eso no impide que un grupo de usuaries, cultivadores y activistas del cannabis se reúnan en una nueva edición de la Marcha Mundial de la Marihuana, que por décima vez se replica en la ciudad de Santa Fe. 

“Lamentablemente, las de hoy son las mismas demandas que hace 10 años, cuando empezamos con las marchas en Santa Fe”, cuenta Fausto Botta, integrante de la Asociación de Usuaries y Profesionales para el Abordaje del Cannabis (AUPAC). “La principal sigue siendo no más personas presas por plantar: hay que sacar el cannabis del alcance de la Ley de Drogas”, añade. La Ley 23.737 fue sancionada en 1989 y penaliza la tenencia, producción y comercialización de una serie de estupefacientes entre los cuales figura la marihuana. Más de 30 años después, la ley sigue vigente, a pesar de que las políticas de drogas asentadas en el prohibicionismo han demostrado ser ineficientes y han permitido el avance cada vez más implacable del narcotráfico en los territorios y su penetración en todas las capas del Estado y la policía; y la marihuana sigue estando penalizada, a pesar de la sanción de las leyes de Cannabis Medicinal (2017) y de Cannabis y Cáñamo para Uso Industrial (2022).

Foto: Gabriela CarvalhoBotta historiza los avances y retrocesos en relación a esta cuestión en los últimos diez años: “En 2014 se discutían tres proyectos de distintos espacios políticos, que contemplaban el acceso al cannabis para todos los usos. En 2015 y 2016 el debate legislativo migró hacia la legalización del cannabis medicinal y esto permitió lograr el Registro del Programa Cannabis (Reprocann), que es un gran avance, porque permite acceder a un nuevo piso de derechos que antes no teníamos. Ese nuevo piso de derechos nos sirve para evitar el principal riesgo asociado al consumo de marihuana, que es la policía, pero lamentablemente no todo el mundo tiene acceso”. “Además esto implicó empezar a pensar en las formas de producción de ese cannabis, que para la industria farmacéutica tiene que ser totalmente controlada y estandarizada, como la de cualquier otro producto que vamos a comprar a una farmacia”,  aporta Gaspar Mussin, también de AUPAC, que considera que así empezaron a aparecer “nuevos riesgos para los cultivadores, porque hay toda una cadena de producción de cannabis que juega en contra de la producción artesanal”. 

En 2021, Botta exponía en una nota en Pausa sus temores en relación al flamante proyecto del Ministerio de Producción de la Nación que buscaba reglamentar la cadena de producción y comercialización del cannabis, y cuestionaba el hecho de que siguiera sin ser discutida la despenalización: “Las poblaciones que durante años fueron perjudicadas por la prohibición, quienes sufrieron la persecución y la estigmatización en carne propia y quienes al mismo tiempo contribuyeron en mayor medida al conocimiento, la difusión y el acceso al cannabis, difícilmente se vean contenidos por esta normativa. Las opciones serán: capitalista industrial o narcotraficante”. Sus temores resultaron ser fundados, y dos años después, Botta considera que el proyecto significó un nuevo retroceso en el debate:“Se está dando mucho de lo que nosotros advertíamos que podía pasar si se avanzaba con un marco regulatorio de la industria sin barreras que impidan que los capitales concentrados despojen por completo la capacidad productiva de los cultivadores artesanales”, lamenta. Se trata de un imperativo ético y político: no puede haber espacio para el lucro privado mientras siga habiendo prohibición y persecución a las poblaciones más vulnerables. 

El bordó del Puente Colgante se recorta sobre el gris del firmamento mientras la marcha comienza a avanzar por Boulevard Gálvez hacia la Plaza Pueyrredón, donde espera una buena cantidad de gente que prefirió congregarse directamente allí en lugar de hacer la caminata. “Venimos hace muchos años reclamando la legalización total de la marihuana, no solamente para el uso medicinal, sino también recreativo”, expresa Fernanda Gutiérrez, del Movimiento Socialista de los Trabajadores, y hace particular énfasis en la cuestión del narcotráfico, que involucra “al poder político, judicial y policial”: “La ilegalidad lo único que hace es alimentar un negocio. Las fuerzas policiales persiguen a quienes consumen o cultivan y no a los narcos, porque son una fuerza de recaudación de las mafias del narcotráfico. Entonces no alcanza con más policía, porque la policía es parte del problema”. No hace falta explicar demasiado una realidad que es harto conocida por cualquier persona que haya sufrido el secuestro de un par de gramos de porro por parte de la policía, requisas ilegales y detenciones arbitrarias por portación de rostro que rápidamente encontraron su justificativo legal en la posesión de una triste tuquita en el bolsillo. 

Santa Fe se planta

“Yo no soy un delincuente, yo no soy un criminal, yo cultivo marihuana, no más presos por plantar” es el cántico que acompaña la caminata, mientras Boulevard Gálvez se impregna por unos pasos del aroma pícaro y dulzón de unas buenas flores. Es mucho lo que se avanzó, y es mucho lo que aún falta para que esas secas sepan, definitivamente, a libertad. En la Plaza Pueyrredón esperan algunos stands con productos cannábicos, comestibles, prendas de vestir y folletos informativos, mientras los parlantes escupen funk y reggae, géneros predilectos de una comunidad a la que, en gran medida, la une el anhelo sencillo -y no por eso menos importante- de pasarla bien. 

Foto: Gabriela Carvalho

“Estamos acá para exigir la legalización de una planta que ha hecho tantos aportes, que ha ayudado a muchas personas a resolver cuestiones de salud y también desde lo recreativo, que tiene mucho que ver con la salud, porque hablamos de una sociedad que puede darse el espacio para recrearse de manera relajada y sana”, manifiesta Juan Manuel Acosta, de Ciudad Futura. Además, destaca la importancia del carácter multisectorial de la organización de la marcha, y augura que puede ser un disparador para pensar nuevas estrategias a nivel local: “Nos parece muy importante el encuentro entre distintas organizaciones para defender un derecho. Este espacio es colectivo y necesita pensar políticas públicas para las ciudades, y entendemos que esta organización plural puede ser el puntapié hacia ese lugar”. Este proceso, sin embargo, no estuvo exento de tensiones, ya que algunas organizaciones prefirieron separarse, lo que provocó que por primera vez haya en Santa Fe dos eventos simultáneos: de la concentración en la Plaza San Martín participaron Mamás Cannabis Medicinal (MACAME), Cannabicultura Santa Fe, la Asociación Santotomesina de Usuarios de Cannabis y la Asociación Civil Conectar. 

Foto: Gabriela Carvalho

Otro de los partidos que participó de la convocatoria en la Plaza Pueyrredón fue Barrio 88. El concejal de ese espacio Guillermo Jerez puso sobre la mesa la necesidad de “modificar la ley 23.737 que penaliza el uso y el consumo de cannabis”, y recordó que, en 2020, el Concejo Municipal aprobó una ordenanza presentada por él con el objetivo de establecer un marco regulatorio para el acceso informado y seguro al cannabis con fines medicinales. La iniciativa, que había sido impulsada por la Asociación Para Usuarios de Cannabis Medicinal (APUCAM), establecía la creación de un Consejo Asesor de Políticas Relacionadas al Cannabis, conformado por representantes del Concejo, del Municipio, de los ministerios de Salud y Producción provinciales, de las universidades, de los colegios de Farmacéuticos y Médicos y de las organizacionse cannábicas. Tres años después, jamás se avanzó en la convocatoria de ese órgano. Al respecto, Jerez destaca: “La ordenanza habilita la vinculación con las distintas organizaciones que tienen el conocimiento y los saberes, y también la posibilidad de hacer convenios con el Conicet o con la UNL, para que puedan analizar los aceites que cultivan de manera solidaria. Al calor de esa discusión vimos que hay una comunidad subterránea de usuarios de cannabis medicinal y nos parece que el Estado municipal debería acompañarlos en todo el proceso, pero falta voluntad política para llevarlo a cabo”. 

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Cannabis y salud: por los derechos que faltan

Detrás de dos bellas plantas de marihuana dispuestas sobre el escenario -seguramente estresadas, pero conscientes de la importancia de la visibilidad para apuntalar los procesos de lucha-, la médica Rocío Zorzón, integrante del dispositivo clínico de AUPAC, enumeró algunos puntos esenciales que todavía no han sido saldados en el marco de la Ley de Cannabis Medicinal: las dificultades y demoras en las inscripciones al Reprocann y la imperiosa necesidad de que tanto el sistema público de salud como las obras sociales y prepagas lo contemplen; la incorporación de los fitopreparados de cannabis al vademécum para que los adultos mayores, las personas que conviven con VIH, el colectivo de las discapacidades y las personas con neurodiversidades puedan acceder a ellos de forma gratuita; la capacitación del sistema de salud acerca de la marihuana con una mirada no prohibicionista; el reconocimiento de los profesionales veterinarios y sus pacientes; el cambio de paradigma en los consumos problemáticos desde una perspectiva de reducción de riesgos y daños basada en los derechos humanos; y la redacción de protocolos en hospitales, clínicas y maternidades que contemplen los derechos de las personas gestantes usuarias de cannabis, con el ejemplo paradigmático de Nadia Berri y Ludmila Melo en Córdoba, usuarias registradas en el Reprocann que fueron apartadas de sus bebés recién nacidos por ser consideradas adictas a la marihuana, en un claro hecho de violencia obstétrica. 

Foto: Gabriela Carvalho

Luego de los discursos fue el turno de la música. Ana Milagros, Bruno Trédici, Delfino Flow, Leojortack, STK, PILO y Bernardina Ramos se encargaron de ponerle ritmo, melodía y rimas a un ambiente cargado de humo y risas que convirtió a la Pueyrre en un verdadero oasis, casi como si, en realidad, hubiera sido una tarde soleada en lugar de uno de los días más grises y fríos del año. Fue el broche de oro para una jornada trascendente, en la que el movimiento cannábico santafesino salió a la calle por décimo año consecutivo para seguir denunciando el estigma y la prohibición, hasta que cada seca tenga sabor a libertad.

Foto: Gabriela Carvalho

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