La clase trabajadora está quebrada

Foto: Gabriela Carvalho

ANUARIO 2023 | Había trabajo como nunca, pero al ritmo de la sequía y el dólar, la inflación licuó los bolsillos y la realidad, sobre todo de los no registrados. El futuro: más caída del poder adquisitivo y mayor desocupación.

Según el Indec, el pan francés en noviembre de 2022 salía 407 pesos; en noviembre de 2023 estaba a 1244. El kilo de arroz salía 173 y saltó a 1020. La nalga de vaca, pasó de 1434 a 4492. El pollo, de 426 a 1275. El aceite de girasol de litro y medio, de 727 a 1273. El sachet de leche, de 210 a 457. El tomate, de 215 a 1187. La papa, de 206 a 621. La yerba, de 369 a 1069. La lavandina, de 150 a 365. Unos 10 pañales, de 442 a 1116.

Y estamos dando los precios de noviembre.

Si la circulación de mercancías expresa como síntesis la historia de una sociedad, sus acuerdos y sus conflictos, esa variación de precios en apenas un año muestra que, para los trabajadores argentinos, la realidad se disuelve vertiginosamente. Del otro lado del mostrador, en la otra parte del conflicto, hay empresas que hicieron pareja ganancia durante todo 2023 y lo seguirán haciendo en 2024.

El 2023 será recordado como el año con mayor inflación desde 1990, récord que ostentaba el 2022 y, más atrás, el 2019 macrista. El 2024 será aún peor. El probable 200% de suba del índice de los precios al consumidor (IPC) con el que cerrará el año tiene su correlato con la continua suba del dólar: hace un año el oficial costaba 180 y antes del caputazo estaba en 400; con el caputazo quedó cerca de los 850 pesos. El blue estaba 325 pesos en diciembre de 2022, hoy orilla los mil, hace rato.

El gobierno afrontó el año electoral con una sequía que quitó entre 15 mil y 20 mil millones de dólares de las arcas del Banco Central. La realidad política y del bolsillo hubieran tenido otro color sin esa contingencia. Las industrias hubieran podido importar insumos sin dificultad, la presión devaluatoria no hubiera tenido la misma eficacia, el país no hubiera caído en una recesión. Hubiera, hubiera…

Pese a que los modelos climáticos ya daban por asegurada la sequía 2023, Sergio Massa prometió inflación de 4% para abril de 2023. Ese mes el IPC marcó 8,4%. Para afrontar la carrera electoral y, en lo posible, frenar la malaria, el gobierno pisó los aumentos de tarifas y otorgó bonos de seguridad social. También, le quitó el IVA a los alimentos y, por ley, eliminó el impuesto a las ganancias para los asalariados.

Con diferentes políticas de cuidado del empleo, en agosto de 2023 se alcanzó el récord histórico de trabajadores registrados privados. El mentado “empleo de calidad” llegó a 6.383.000 personas.

Qué será ahora de los asalariados no es un misterio. El modelo de Milei es un calco del modelo de Macri, pero recargado. Visto desde el lado de tener o no tener trabajo, con Macri 4867 personas por mes, en promedio, perdían su trabajo privado registrado. Con Fernández, se llegó al récord de incorporar 7511 personas por mes, en promedio, al trabajo privado registrado. Esa cifra con Milei volverá a ser negativa, ya en diciembre.

Con Macri, la caída total del poder adquisitivo del salario fue de 20,2% para los privados, 23,2% para los públicos y 22,6% para los privados no registrados (que fue mucho mayor, porque su estadística recién inicia en noviembre de 2016). En todo el ciclo de Fernández, hasta septiembre de 2023, los privados registraron una caída de 1,6%, los públicos de 1,1% y los no registrados de 28,2%.

Con Fernández, la desocupación de dos dígitos de Macri cayó al 6,2%, la segunda cifra más baja de las últimas décadas. El nivel de actividad del mercado laboral estuvo por las nubes y la tasa de trabajo no registrado tuvo una variación mínima, del 35,9% en diciembre de 2019 a 36,8% en junio de 2023.

Cuando comenzó la pandemia el gobierno creyó que el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) iba a tener apenas tres millones inscriptos. Se anotaron diez millones y terminaron recibiéndolo cerca de nueve. Durante la espiral de inflación, exactamente esas mismas personas quedaron fuera del radar. Ese quiebre en el mundo del trabajo, la pérdida diferencial del poder adquisitivo de los trabajadores no registrados, da una buena puerta de entrada para entender el rechazo que se expresa en el voto a Javier Milei. La inflación, cuando se dispara, domina la conversación social continuamente. La diferencia en la pérdida del poder adquisitivo, entre registrados y no registrados, se nota al momento. Se convierte en sentimientos tristes, plenamente justificados. El humor es distinto porque los padecimientos tienen otra profundidad.

Ahora todos los trabajadores vamos a recordar que una cosa es que la plata no te alcance y otra cosa es no tener plata porque no tenés trabajo. La diferencia es que la desocupación no se conversa, se guarda adentro, casi con vergüenza, tanto que te va enfermando de a poquito. Hasta que estalla.

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