Perder, cantar, volver

En “Canción de la derrota” (7 Vidas), Beatriz Vignoli reúne ensayos sobre la vida, el arte y la democracia en Argentina entre 1990 y 2023. Para el futuro habla de trabajo, magia y amor.

“Hemos salido de nuestras cuevas con los ojos enceguecidos por la luz de nuestros teléfonos. Hemos salido a un mundo que desconoce el oficio de mirar”, escribió Beatriz Vignoli en uno de los textos reunidos en “Canción de la derrota (Ensayos 1990-2023)”. El primer libro de la poeta y crítica en el género ensayístico sale por 7 Vidas Ediciones junto a obras, en tapa e interiores, de Germán Lavini. El dato: actualmente está en preventa a un precio promocional y se puede adquirir contactando a la editorial.

Algunos más cercanos al periodismo y otros a la pieza artística, los textos reunidos son comentarios, construcciones poéticas y búsquedas ensayísticas inspirados por distintas experiencias culturales de los últimos 33 años, con epicentro en Rosario. “Bea se mueve por la ficción y la poesía y la crítica cultural como pez en el agua, y habla de cine y tv, y de plástica y de política, y de identidad y de todo lo que podríamos englobar en el marco de la cultura de masas”, describe Patricio Bordes, el editor del sello. “Este libro hace un arco de crítica cultural que es pura lírica y editarlo fue dejarlo caer por su propio peso. Yo quería que lo tengamos para diciembre, me pareció preciso, pero pasaron cosas”, cuenta.

Las citas bibliográficas de las publicaciones originales, listadas al final del libro, ponen en funcionamiento todo un universo de referencias históricas, artísticas y políticas, sin que la lectura deje de traer reflexiones hacia los asuntos del presente. Son variadas: Sumo; Baudelaire; Kung Fu (la serie); Argo; Orfeo; Medusa; el collage; el be bop y el jazz; el dadaísmo; la poesía del litoral, el espiritismo; Esther Goris; la AFIP; mucho cine, mucha plástica y muchos sueños.

También son varios los formatos originales de los textos. Hay contratapas de Rosario/12, entradas de blogs, escritos a máquina, inéditos y otros textos, entre ellos uno que formó parte de una obra colectiva del grupo rosarino Rozarte y una ponencia para la Bienal Tomarte de 1990, cuya consigna era "Trabajadores del arte toman Rosario".

“Ahora hay tiempo hasta para la soledad. Pero cuando pase el fin del mundo, saldremos. Y olvidaremos este extraño milagro, no exento de crueldad”, dice la voz de Beatriz en un ensayo que describe los días de aislamiento social durante la pandemia. Después de una buena cantidad de antologías y PDFs varios que circularon sobre todo en 2020, en “Canción de la derrota” Vignoli es clara. “Cuchá: nos chorearon la calle, y vamos a tener que inventar otra cosa. Vamos a tener que reinventar el espacio”, escribe. Conversamos con ella sobre arte, la melancolía, el trabajo con su archivo personal que culminó en el libro y la pregunta colectiva por cómo cantar una canción nueva.

-Es una obra reunida pero desde el comienzo, los textos van al hueso de cuestiones muy actuales. Por tomar un ejemplo, el texto que da título al libro nació después de una derrota de Argentina en el Mundial 94, sin Maradona, y hoy se lee desde otro lugar, también sin Maradona, con otras derrotas encima. ¿Cómo pensaste la selección y cronología?

-Alrededor de un par de ensayos monográficos empezó a perfilarse un corpus híbrido, un conjunto de textos donde mi prosa ensayística ha fluido por cauces heterogéneos entre disciplinas, mezclando una voz callejera con un registro alto, uniendo mis pasiones musicales o cinéfilas o pictóricas de juventud con lo que iba aprendiendo en lecturas académicas sobre arte, y en esa fricción sacando chispas de ideas nuevas en un lenguaje poético. Eso a Patricio le gustó mucho y fue él quien, con lúcida intuición, vio unidad de sentido allí donde yo percibía una gran heterogeneidad. Porque como autora no me despego de la gran variedad de formatos en que aparecieron. Patricio abogó por la inclusión del relato confesional "La clave", que encripta un potente mensaje político anti dictadura, de gran vigencia en estos tiempos de negacionismo. Fue él quien decidió el título del libro y lo decidió el año pasado, cuando todavía teníamos la Argentina que (una vez más) perdimos. Salto atrás a una vuelta de Saturno antes, hace 30 años, 1994, cuando lo echaron del Mundial a Maradona por no pasar el control antidoping, y todas las esperanzas cifradas en él se derrumbaron, y quedamos fuera de la Copa. Nos gobernaba un traidor al peronismo; yo vivía a arroz en una pensión en San Telmo. Caminé unas pocas cuadras hasta la redacción de Página/12 en Buenos Aires con una fotocopia del texto mecanografiado de "Canción de la derrota" y desde allí lo enviaron por fax a Rosario/12. Y gustó. Y por esas cosas del desplazamiento freudiano, el lamento argentino por el capitán ausente del equipo -no explícito en mi texto de entonces que da título al libro, sí mostrado en la foto que ilustraba la nota en Rosario/12- fue el contenido manifiesto de un llanto latente y más profundo. La derrota de la que habla este libro es la derrota de la clase trabajadora en la lucha de clases.

-Se lee tanto una búsqueda por pensar el arte en el cambio de siglo como el arte después del aislamiento de la pandemia, el arte en la omnipresencia de pantallas y la necesidad de "reinventar el espacio" para las luchas sociales después de haber perdido la calle. ¿Cómo pensás el arte hoy?

-Hoy ya no pienso en el arte.

-¿Y en qué pensás? Últimamente se dice que hay que buscar una canción nueva, ¿la canción de la derrota sería un repliegue táctico?

-Me gusta tu lectura del repliegue táctico. Y ya mismo te respondo sin pereza ni cobardía: el arte, el harte, el Arte empezó en el siglo XV cuando un "genio" empezó a firmar sus productos y los llamó obras, destacándose del gremio de los artesanos. Aquel individuo era blanco, europeo y varón. El concepto de arte nos oprimió quinientos años. El sistema del arte es una prisión de oro para la creatividad. Premia a unos pocos y hambrea a los demás. Se han hecho otras cosas con la belleza, con el espíritu, con la materia, que no son arte en ese sentido ni son religión. Yo creo que este es un momento para inventar nuevas disciplinas, reinventando las antiguas y olvidadas. Es hora de volver a la magia y validarla mediante los saberes de la ciencia. Es hora de tomarnos en serio el estudio de nuestros sueños. Hora de recobrar la danza colectiva, el tambor como barca a otros mundos. O nos reinventamos como humanidad unida a todo lo otro que también vive y existe, o pereceremos.

-En el prólogo se habla de “quienes no queremos sentarnos en la mesa de los ganadores” y esa imagen de la mesa vuelve a aparecer varias veces, en relación al juego y a que la derrota presupone al otro. ¿Qué pensás hoy de esa idea de la mesa, hay espacio para sentarnos junto al otro?

-Te sigo la alegoría: hoy hay que hachar la mesa para prender el fuego porque ya no queda leña para ningún asado y a falta de carne, nos arrojamos al fuego nosotros mismos, unos a otros en crimen fratricida, que en el fondo todo fratricidio es un suicidio colectivo. ¿Cómo apagar un fuego tan letal? Con el viento del pensamiento, con el agua del amor fraterno por todxs quienes habitan esta tierra. No hay libertad sin igualdad. No hay libertad sin fraternidad. Amén y berp.

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