La Habana
La Revolución y sus tiempos. El bloqueo económico que padece la isla provoca la escasez de insumos y el uso de vehículos antiguos.

Un tour por La Habana, capital de Cuba, con la voz de sus habitantes y el trajinar diario de un país en donde conviven la planificación comunista y el capitalismo de buscavidas.

Por Juan Pablo Gauna

“Mi unicornio azul
Ayer se me perdió
No sé si se me fue
No sé si extravió”.
Unicornio (1982), Silvio Rodríguez.

Las olas del mar golpean contra las rocas de la costa. Un pescador solitario tienta a la suerte sentado en el kilométrico muro de defensa, dos niños mulatos refrescan sus pies en el agua salada y una fila de ciclistas avanza a paso rápido. Somos testigos del ir y venir de los automóviles en una arteria vibrante de La Habana: El Malecón.

La Habana
El Malecón. Icónico paseo y punto de ecuentro de La Habana.

El sol abrasa los cuerpos y la temperatura continúa en ascenso en la capital de Cuba. La gente es amable y predispuesta, pero siempre busca la oportunidad para ofrecer un servicio pago al visitante. El rugir de los motores de vehículos de colección se entremezcla con algunos sones habaneros. Caminamos por la costa hacia La Habana Vieja, Patrimonio de la Humanidad UNESCO, que cuenta con calles adoquinadas, edificios históricos restaurados y plazas coloniales como: Plaza de la Catedral, Plaza de Armas y Plaza Vieja.

En 2014 La Habana fue reconocida por la fundación New Seven Wonders Foundation como una de las Nuevas siete ciudades maravillas del mundo. La elección se sustenta en la rica historia de la metrópolis —que data del siglo XVI—, en la arquitectura —con joyas como el Castillo de la Real Fuerza de La Habana, el Castillo del Morro, o el Memorial José Martí—, en la cultura —donde destaca la vida social del Gran Teatro de La Habana, de Plaza de la Revolución y del Capitolio Nacional—, y en sus obras de ingeniería —esta capital cuenta con 3 túneles subfluviales: de Línea, de Calzada y de La Habana.

Marcelo, argentino y residente temporal en la ciudad, nos cuenta que: “como cosas que me impactaron mucho de Cuba es el nivel de formación que tienen. Son muy cultos, cualquier persona de la calle habla entre 3 y 4 idiomas, sabe de la cultura cubana, de historia, de poesía, sabe de todo”. Este entusiasmo se contrapone con lo complejo que puede ser adecuarse a la vida local si se es extranjero, ya sea por la idiosincrasia, como por el manejo del dinero.

Pernoctamos en el Vedado, zona comercial de preferencia para el turismo. Allí se encuentra el Hotel Nacional de Cuba, el Tryp Habana Libre, el Hotel Vedado, entre otros alojamientos destacados. Realizamos un desayuno a base de frutas autóctonas –guayaba, mango, ananá y papaya– y otros alimentos típicos del caribe –coquitos acaramelados, flan de calabaza, café cubano helado y jugo de tamarindo.

Emprendemos una maratónica caminata que nos lleva a recorrer el barrio, donde observamos la imponente fachada de la Universidad de La Habana y el extenso Hospital Universitario General Calixto García, ascendemos por Avenida Independencia hasta desembocar en la Plaza de la Revolución. Este amplio espacio emblemático está circundado por el Monumento a José Martí, las esculturas en muro de Camilo Cienfuegos y de Ernesto ‘Che’ Guevara, edificios gubernamentales y la Biblioteca Nacional José Martí. Lugar de concentraciones masivas, esta plaza supo contener acontecimientos destacados para la isla, como las movilizaciones conmemorativas del Día del trabajador, los actos políticos —con Fidel Castro como orador central—, eventos culturales de nivel internacional —por ejemplo, en 2009 se celebró el segundo concierto de Paz sin Fronteras, promovido por el cantante colombiano Juanes—, y actos religiosos —en 2015 el papa Francisco celebró una misa ante casi un millón de feligreses.

“Para el cubano la cultura es muy accesible, ellos pueden ir sin problemas al teatro o a un espectáculo musical. En cuanto a la educación, en matemáticas, por ejemplo, el nivel universitario es parecido al de Argentina, y la Universidad de La Habana es muy linda”, añade el profesor universitario antes consultado. En cuanto al sistema económico, Marcelo observa que hay una mezcla entre comunismo y capitalismo, donde “todos buscan tener un ingreso extra y acceso a dólares. Además, hay gente de una nueva clase media que recibió alguna casa por herencia, y ya tener una casa te dá acceso a dólares, entonces ya se dispara la desigualdad, y te separa muy rápido del trabajador promedio, que no tiene ningún tipo de acceso a dólares”.

La Habana
Calle Brasil. Conocida como Teniente Rey, se ubica en La Habana Vieja y conserva el aire del periodo colonial español.

De regreso hasta el casco histórico nos perdemos entre caserones añosos, conventillos y calles adoquinadas. En el centro conviven los medios de transporte públicos característicos de la Gran Antilla, ellos son: guaguas urbanas, cocotaxis, autos de alquiler, carruajes traccionados por caballos y el típico bus turístico rojo. Hacemos una pausa para degustar un ron con piña colada y escapamos del gentío de la Bodeguita del medio. Compramos habanos y maracas a modo de souvenir, y apreciamos la variedad de puestos con artesanías coloridas. Dialogamos con el cubano de a pie y encontramos un orgullo patriota muy presente, y algunas añoranzas de tiempos dorados de la Revolución —que incluye sacar a relucir que Cuba es el segundo país de América con más medallas doradas en la historia de los Juegos Olímpicos.

“Aquí vivimos humildemente, pero pensamos como ricos” se vocea por las calles. En la capital/puerto la mixtura cultural está a la orden del día, y el trajinar de visitantes de distintas latitudes se hace sentir. El analfabetismo ha sido derrotado y la mortalidad infantil es cosa del pasado. Las artes y los deportes se practican por doquier en una isla con paisajes idílicos. En cambio, las cuentas pendientes son muchas, por ejemplo, respecto a carencias materiales de todo tipo, a la integración de la diversidad sexual, y al abordaje de problemas como el trabajo sexual infantil.

Nos despedimos de una ciudad con huellas coloniales y con edificaciones y tecnologías de mediados del siglo XX. La alegría del cubano es contagiosa, como lo es su música y su verborragia. De las ruinas provocadas por los sucesivos huracanes, una ciudad en permanente reconstrucción se levanta al ritmo de la gestión estatal. La utopía del socialismo a la cubana sigue caminando con rumbo incierto, pero siempre dando un mensaje de que la realidad se puede transformar y que los sueños de igualdad pueden sostenerse

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