Cristina

Reducir la proscripción de CFK a un intríngulis judicial es no comprender que la política doméstica se juega en un tablero sudamericano, donde un imperio declinante lanza manotazos de ahogado y un imperio en ascenso está reconfigurando toda la infraestructura continental.

Hay quienes reducen a los límites domésticos de la Argentina que la principal líder del mayor partido de oposición esté proscripta y en prisión domiciliaria. El análisis así se angosta a una secuencia de investigación policial y, al final del camino, a la moralina. En el mejor de los casos es un thriller, en el peor, un cómic de estereotipos malos y buenos del ser nacional. Pero no hay nada de eso en la detención de CFK.

El análisis judicial se choca de frente con la integración tribunales que tuvieron a su cargo el trámite. En ningún caso y en ningún nivel de la causa hubo un tribunal –incluyendo a la Corte Suprema– que no formara en su totalidad o mayoría del partido de la Embajada. Esa oración resume toda esta nota y explica cómo debe comprenderse la dinámica política del país durante el siglo XXI.

Los principales partidos políticos de Argentina operan en un tablero que no coincide con la estructura institucional de la República. No hay oficialismos y oposiciones, hay partidos más o menos nacionales y partidos de la Embajada. Y quienes integran el partido de la Embajada nunca jamás, pero nunca jamás, ven avanzar sus numerosísimas causas judiciales. Todo lo contrario. Para muestra, basta indicar el caso del Correo Argentino. Una estafa simple del grupo Macri contra el Estado, que ocurrió en 2001 y que todavía está hundida en su trámite. Cualquier otra acusación está en el mismo pantano: parques eólicos, autopistas, el blanqueo ilegal del dinero ilegal de sus familiares, el soterramiento del tren Sarmiento. Nada avanza.

No es que hay doble vara. Directamente no hay vara porque no es un problema judicial o de política interior. Hacen falta otras palabras.

Para entender la prisión de CFK hay que recuperar los viejos lenguajes. Las palabras que estamos buscando y no encontramos son imperialismo, colonialismo, dependencia. Hasta subdesarrollo, diría, injertándole todo lo que de bueno aprendimos sobre la fragilidad de la vida en la Tierra.

El partido de la Embajada gobernó durante la dictadura militar, el largo menemismo y los gobiernos de Mauricio Macri y Javier Milei. Sus ideas son siempre las mismas, buscarle los matices es, antes que nada, un modo de operar en favor de sus diferencias para que, cada vez que vuelven, se justifique la promesa eterna de que “esta vez va a ser distinto”. No, nunca es distinto.

Tenemos que recuperar los viejos lenguajes

Sus soportes globales se repiten, con el FMI, el Comando Sur y el Banco Mundial a la cabeza, como se repiten los personajes que ofician en la implementación. Encadenados: Martinez de Hoz y Cavallo, Cavallo, Cavallo y Sturzenneger con Bullrich, y el doblete reciente de Caputo, Sturzenegger y Bullrich. ¡Son los mismos! Y sus resultados, siempre iguales. Plan de ajuste, estabilización temporaria, endeudamiento masivo, intromisión internacional en la economía local para frenar el desarrollo de infraestructura, la ciencia y la industria, fuga de capitales, desempleo de masas, derrumbe estrepitoso. No es un error, es un programa, es el programa de Estados Unidos para nuestro pago chico, y quienes lo implementan deben ubicarse como lo que son: agentes norteamericanos.

Se dirá: son viejos lenguajes para el siglo XXI. Justamente, sirven porque no estamos en esa brevísima deformidad que fue la pax yanqui de 1989 a 2001, eso que los iletrados locales siguen llamando “el mundo”.

¿Donde estamos hoy, eh?

La historia del siglo XXI en Sudamérica es inseparable de tres procesos concurrentes. En un nivel superior, dos nuevas mareas cambiaron todos los escenarios globales: la merma en aceleración del poderío económico estadounidense, irrecuperable desde la crisis hipotecaria del 2008, y de su brazo militar, echado a los tiros limpios de Afganistán, y el ascenso final de China como primera potencia mundial, siendo hoy la inalcanzable punta tecnológica e industrial global y el primer o segundo socio comercial de todos los países del mundo. En un nivel regional, las tres primeras ediciones del Foro Social Mundial –2001, 2002 y 2003, todas en Porto Alegre–, transformaron de raíz las resistencias al Consenso de Washington, la principal herramienta de dominación norteamericana, convirtiéndolas en movimientos populares para la acción.

Recambio generacional, nuevos modos de organización aparentemente más democráticos, abandono de la vía armada, incorporación de demandas –de género, ambientales, de pueblos originarios, de Derechos Humanos– y una completa desarticulación de las principales corrientes partidarias caracterizaban esa inmensa panoplia fuerzas que se congregaba en Brasil, buscando por primera vez el reconocimiento mutuo.

Esas fuerzas, antes disgregadas y desarticuladas, fueron después las mismas fuerzas que se congregaron en Mar del Plata para darle un golpe inédito al poderío global estadounidense. Por primera vez en la historia moderna un grupo de presidentes del patio trasero se le plantó de frente y en la cara al líder del mundo, para decirle que no. Hasta le hicieron un poco de bullyng a George Bush hijo. La escena del No al Alca, en 2005, permite recordar el primer y único ciclo de concurrencia democrática de una mayoría de gobiernos progresistas, con intereses nacionales y beneficios sociales y económicos para el grueso de sus poblaciones. No es opinión, es dato. Millones de sudamericanos salieron de la pobreza y pasaron a la clase media bajo esos gobiernos que, entre otras cosas, redujeron al mínimo la injerencia del FMI.

Amor, ¿y si hablamos del colonialismo?

La reacción del Estados Unidos fue siempre la misma: quitar todo sustento real a esos gobiernos y apoyar explícitamente a sus agentes propios en cada uno de esos países para que hagan todo lo que tengan que hacer, dentro o fuera del marco institucional.

Aunque incompleta, la enumeración es útil porque permite ubicar en la serie el caso argentino:

En 2002, hubo intento de golpe de Estado en Venezuela contra Hugo Chávez. La movida fue militar, un político y empresario se autoproclamó presidente. La movilización popular y los militares aliados rescataron a Chávez y recompusieron el orden público. Estados Unidos reconoció pocos años después su apoyo al golpe.

En 2004, el presidente de Haití, Jean-Bertrand Aristide, fue secuestrado por militares estadounidenses y franceses. Desde entonces, Haití está ocupada por fuerzas internacionales. Aristide estaba transitando su tercera presidencia (en período no consecutivo) y estaba apoyándose cada vez más en Venezuela y Cuba.

En 2008, el oeste boliviano se sublevó contra el presidente Evo Morales, llegando a plantear la separación. Un enfrentamiento entre cipayos con petróleo y pueblos originarios andinos, con oleoductos estallados y masacres de indígenas. El respaldo de la Unasur fue vital para sostener la continuidad del líder aymara.

En 2009, en Honduras, “Mel” Zelaya cae derrotado frente a sus propias fuerzas militares, acompañadas de soldados norteamericanos. El golpe de Estado recibe el abierto aval de Estados Unidos.

En 2010 y en 2015, Rafael Correa soportó presiones de sus fuerzas de seguridad –puntualmente, de la policía– que apuntaron a derrocar su gobierno. De hecho, en 2010 Correa fue secuestrado por los oficiales y, luego, rescatado tras un tiroteo. Correa terminó en el exilio, tras ser juzgado por una Justicia opositora.

En 2012, el presidente de Paraguay, Fernando Lugo, es destituido por la Cámara de Diputados a través de un juicio político. En el camino hubo una investigación fraudulenta sobre una masacre entre policías y campesinos. Paraguay es suspendida del Mercosur y la Unasur por estos hechos, reconocidos como un golpe internacionalmente.

No muy distinto fue el proceso iniciado en 2016 en Brasil contra Dilma Rousseff, destituida por una acción presupuestaria corriente, que casi inmediatamente fue avalada en la Justicia.

En abril de 2017, Lula Da Silva es condenado por un juez Sergio Moro, luego ministro de Jair Bolsonaro. Moro fue recibido con bombos y platillos por nuestra Justicia, dejando una foto para la historia junto al supremo Ricardo Lorenzetti y el mayor operador judicial de la Embajada, Claudio Bonadío.

A fines de 2019, un sangriento Golpe de Estado en Bolivia terminó con la presidencia de Evo Morales, cuya reelección fue descalificada con argumentos luego probados falaces por agentes norteamericanos de la OEA. La presidenta de facto, Jeanine Añez, fue inmediatamente reconocida por Estados Unidos y por sus personeros regionales, como Mauricio Macri, cuyo gobierno proveyó de armamento a los golpistas.

En 2022, el retorno de Lula al poder no estuvo exento de dificultades. Revueltas en el día de la elección, alzamiento policial para detener votantes, balaceras previas y, finalmente, la toma de Planalto por el bolsonarismo evangélico.

En todos los casos, siempre sucedió lo mismo: Estados Unidos detrás del golpismo, Estados Unidos bancando inmediatamente a los golpistas.

Es asombroso, decepcionante, que fuerzas locales que se llaman progresistas operen en el tablero político local y regional como si el lawfare fuese un invento. Es, directamente, un mandato del Comando Sur. Es decir: forma parte de sus operaciones militares.

Domada por los yanquis, Argentina se aleja de China

No es una grosería panfletaria. En 2019, Estados Unidos publicó su actualización de la estrategia del Comando Sur. Se titula “Promesa duradera para las Américas” y equipara la “corrupción” a “el tráfico de drogas, la migración, el crimen violento y la influencia estatal nociva” como amenazas al hemisferio y a la seguridad de los propios Estados Unidos.

Su párrafo principal sobre el tema, sin embargo, es otro. Lo copiamos.

Weak governance and corruption provide permissive environments for malign state actors to expand their influence and threaten U.S., allied, and partner nation interests. While the United States is still the largest trading partner in the region, China is rapidly increasing its trade and investment, and is now the region's largest creditor. Corruption incentivizes officials to agree to predatory economic and security arrangements with China that put the prosperity and sovereignty of their nations at risk.

More or less:

“La corrupción y los gobiernos débiles generan ambientes permisivos para que expandan su influencia actores estatales malignos, que amenazan a Estados Unidos, sus aliados y los intereses de sus naciones asociadas. Mientras que Estados Unidos todavía es el principal aliado comercial de la región, China está incrementando rápida su comercio e inversión y es, actualmente, el principal prestamista de la región. La corrupción incentiva a los funcionarios gubernamentales para que hagan arreglos económicos y de seguridad predatorios con China, que ponen la prosperidad y soberanía de las naciones en riesgo”.

Esto es lo que te dicen en la cara. ¿Se entiende qué significa que desde hace 25 años se persigan por corrupción a los líderes sudamericanos no alienados automáticamente con Estados Unidos?

¿Cómo se dice no nos han vencido en mandarín?

Los gobiernos progresistas, nacionales y populares volvieron a ser mayoría en Sudamérica, agregándose ahora la potentísima novedad del México del Morena. Esa es la prueba de la declinación del poderío yanqui: intentó borrar para siempre los procesos de inicios del siglo XXI, tuvo un logro temporario, pero impulsados desde abajo rápidamente volvieron los Lula, los Petro, los Boric.

La prueba del ascenso chino se puede verificar en dos momentos, también sudamericanos. En mayor o menor medida, la primera larga década de bonanza de los gobiernos progresistas es paralela a las mayores necesidades de proteína de una población china que masivamente salía de la pobreza. Eso fue el boom de exportaciones agropecuarias con destino asiático: chinos que se iban del campo a la ciudad y que pasaban a comer carne alimentada con nuestros granos.

El segundo momento está ocurriendo hoy, de la mano de los BRICS y se simboliza con el eje Chancay-Santos. En Chancay, Perú, China ya tiene uno de los mayores puertos del mundo. Santos, en Brasil, está casi a la misma latitud, sobre el Atlántico. China y Brasil acaban de firmar un acuerdo para tender una línea de ferrocarril que cruza todo el continente. Es una reestructuración integral de la infraestructura sudamericana, una carretera de la riqueza.

La ex jefa del Comando Sur, Laura Richardson, expresó su preocupación en 2022: “Tenemos que trabajar con los ejércitos y las fuerzas de defensa de nuestros socios y aliados, haciéndolos más fuertes y ayudándolos a superar estos desafíos transversales y estas amenazas”, dijo. Los desafíos y amenazas son las inversiones chinas y rusas. La disputa que planteaba era por los minerales raros.

Estados Unidos "preocupado" por la presencia rusa y china en el Triángulo del Litio

Retomemos el hilo. Nunca el FMI cometió una obscenidad reglamentaria tan abierta como la del doble apoyo a Mauricio Macri y Javier Milei. Quebró todos sus límites institucionales. Primero, con un préstamo de absurda dimensión –supera varias veces el dinero que recibió Ucrania, en guerra con Rusia–, que tras la auditoría del propio organismo se probó utilizado para la mera fuga de capitales. Y segundo, con un nuevo préstamo, menor pero más fuera de regla todavía, al mismo tipo que se fumó el préstamo anterior, ahora bajo la mascarada de otro gobierno. Más clarito, en abril, ¡la propia titular del FMI llamó a votar al oficialismo en las elecciones de octubre!

En la misma línea están las declaraciones de quien pinta para ser el nuevo embajador norteamericano, Peter Lamelas: “Hay veintitrés provincias y cada una tiene su propio gobierno, que puede negociar con fuerzas externas, con los chinos u otros... Y eso también puede prestarse a la corrupción, a la corrupción por parte de los chinos. Uno de mis roles como embajador sería viajar a todas las provincias para tener una verdadera asociación con esos gobernadores y asegurarnos de eliminar la corrupción”. “Mi papel es asegurarme de que Cristina Fernández de Kirchner reciba la justicia que bien merece”, transparentó.

Entonces, lo que está en juego con la detención y proscripción de CFK va más allá de una novelita sobre bóvedas, rutas que sí se hicieron –según prueban hasta los peritos del macrismo– y carteras caras. Estamos sufriendo la desesperación de un Estados Unidos en derrumbe, que está quemando las naves y que recibe el apoyo de las elites locales, tan desorientadas como supieron estar cuando quedaron del lado de Inglaterra en los tiempos del pacto Roca-Runciman.

Todo el continente, menos nosotros, ya está mirando a otro horizonte.

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