Cómo comprender los resultados de la elección provincial de Buenos Aires. Qué se juega el peronismo hacia adentro y hacia afuera. Los libertarios, sin épica y devorados por su interna. La cautela del gobernador Axel Kicillof. El cuento del lunes y la imposibilidad de tapar la crisis económica.
“No sabemos qué va a pasar y algunos ya instalan que si no ganamos por diez puntos es casi una derrota”. Un comunicador político bonaerense del peronismo rechaza el triunfalismo, hace chistes por la mufa y muestra satisfacción porque hicieron “la campaña que queríamos hacer”. Como nunca, todas las miradas están puestas en las elecciones provinciales de Buenos Aires. ¿Pero qué es lo que hay que mirar para saber interpretar el resultado?
El primer dato es la excepcionalidad de esta elección, separada de las nacionales. Nunca hubo una apuesta pura provincial en Buenos Aires. La estrategia, toda del gobernador Axel Kicillof, se explicaba hacia afuera en las complicaciones de método para votar con dos boletas diferentes. Hacia adentro, el gobernador golpeó la mesa, impuso su liderazgo y, lo que no tiene poco valor, puso el pecho y arrastró la marca en una época donde había un abrumador miedo al libertarianismo eterno, que iba desde las histerias de los streamers palermitanos a los balbuceos de los más ilustres think tanks peronistas, pasando por las habituales equivocaciones de José Natanson.
Ese despunte de Kicillof terminó en un acuerdo de unidad que, si bien tuvo sus escándalos, no tiene precedente en la historia de un peronismo derrotado. Ese es otro dato. El peronismo real llega unido, aún en la lona, con CFK presa y el recuerdo vivo del gobierno de Alberto Fernández.
Didáctica exposición de la elección bonaerense
El cierre de candidaturas dejó la cabeza de la mayoría de las listas en manos de La Cámpora, aunque los dos distritos principales son de alfiles de Kicillof: la vicegobernadora Verónica Magario, en lo que sería el conurbano sur más pobre, y el ministro de Infraestructura Gabriel Katopodis, en el heterogéneo conurbano norte, que conjuga a San Isidro y la industrial Zárate. Sólo hay otro puro del gobernador que va al frente de una lista, Diego Nanni, intendente de Exaltación de la Cruz, al que le toca una fea: distrito sojero de la zona núcleo, la Segunda Sección.
Una elección provincial son cientos de elecciones al mismo tiempo. Son todos los concejos municipales pujando, son realidades particulares moldeando el voto. ¿Qué hará Bahía Blanca, la abandonada por Nación? ¿Cómo habrá impactado el acto libertario en Junín? ¿Cómo le irá en Mar del Plata al orangután matanegros de Guillermo Montenegro, cada vez más parecido a un oficial de las Sturmabteilung?
Se espera que Magario gane por una amplia diferencia ante el policía golpista Maximiliano Bondarenko. Delante de Katopodis está el conductor de TN, Diego Valenzuela, que es intendente de Tres de Febrero. Ambos tienen una parada fuerte, aunque un triunfo de Katopodis sería un batacazo en una Sección usualmente esquiva al peronismo. Nanni, por su parte, enfrenta un potencial escenario de tercios, por la irrupción de un buen candidato para el conchetaje rural, como Martín Passaglia. Hermoso resultado sería que el hermano de Manuel Adorni, que va en La Plata, caiga ante el camporista Ariel Archano.
Motivos para la cautela
Pero todas esas contiendas particulares empalidecen ante el resultado global, que va a ser el punto de anclaje inevitable de cualquier lectura: es la previa de la elección de nacional en el distrito del opositor máximo a Javier Milei, el “enano soviético”, donde vive el 40% de los argentinos.
En su última elección, Kicillof marcó un 45% y se convirtió en gobernador. La Libertad Avanza y el PRO, sumados, superaron el 50%. No fueron juntos en 2023 y por eso el peronismo revalidó en el principal bastión provincial del país. Así, toda lectura sobre el volumen electoral total de La Libertad Avanza y el peronismo tiene que partir de este punto: ¿se mantendrán esas sumas y esas diferencias?
Es razonable entonces que Kicillof saliera ayer a mostrar cautela “Perder por dos puntos sería un resultado favorable”, dijo. El segundo dato, si bien no hay boleta nacional, es que las elecciones de medio término son esquivas para el peronismo desde 2009, con derrotas resonantes: Néstor Kirchner contra Francisco De Narváez; CFK contra Esteban Bullrich. El PRO jugando solo, sin La Libertad Avanza, derrotó al peronismo bonaerense en 2021. Ese es el último punto de comparación.
Una derrota de dos puntos para Fuerza Patria, en la suma total, abre un buen camino de cara a las nacionales de octubre. Una victoria, por más mínima que sea, sería sobresaliente. Y aceleraría los procesos del contexto actual. Y ese es el tercer dato.
Otro país
El contexto de descomposición interna del gobierno nacional, que venía a los carpetazos limpios desde hace larguísimo tiempo –la foto de la visita a los genocidas, el humillante video de la entrevista de Jony Viale a Milei, los videos de valijas sin control por aduana, y mucho más– terminó de estallar con los audios de las coimas para Karina Milei en la Agencia Nacional de Discapacidad.
Qué maravilla y cómo brilla el sentido común cuando se impregna con una palabra en la que el significado y el significante tienen una distancia infinita. “Tres por ciento”: todos sabemos qué quiere decir y nada tiene que ver con lo que literalmente dice.
La campaña de La Libertad Avanza, que diluyó al PRO dentro de sí, careció de todo tipo de propuesta que no sea el antikirchnerismo más craso. A diferencia de 2023, ahí no hay ninguna voluntad, ninguna novedad, ninguna esperanza, ningún deseo. Arriba de ese discurso raquítico estuvo la campaña concreta, una sucesión de trifulcas y memes de José Luis Espert, huyendo en moto o soplando la velita con Diego Spagnuolo, que ni siquiera es el candidato en esta contienda.
La experiencia de 2023 hace que toda esta serie de tropiezos tenga que ser puesta en duda. No melló en su electorado, al contrario, la patética actuación que Javier Milei tuvo en el debate con Sergio Massa. Tampoco impactó el precario estado mental que mostró en entrevistas televisivas posteriores, donde divagó sobre cómo tocaba a una señorita con sus dedos debajo de las sábanas. Menos pegaron todavía las obscenidades que dijo sobre las infancias.
A Milei lo votaron igual –háganse cargo, todo estaba ahí a la vista– y los resultados fueron los esperados: vaciamiento, endeudamiento, subdesarrollo. Llevamos casi dos años de caída de salarios, cierre de empresas y despidos sin pausa. Ese es el contexto material real.
Desde hace rato que se habla, así fue durante todo el año, que Milei tiene altísima imagen positiva y gran ponderación. Pero en las paradas electorales, su cosecha orilla el 30%, sobre la base de una concurrencia que anda por el 60%. Apenas con eso ganó el cretino de Manuel Adorni en la Capital Federal. Con los votos del PRO, la suma llega al 46%.
Contar la elección
Una diferencia amplia sería catastrófica para cualquiera de las dos principales figuras electorales del país. El candidato presidencial natural del peronismo quedaría debilitado al extremo o el presidente de la Nación perdería las riendas de los timberos, prestos a salir corriendo en masa con nuestra riqueza, llevándose puesto al peso y al único activo libertario, la caída de la inflación.
Una diferencia ajustada deja todo en manos del relato posterior. Pero un relato no alcanza, nunca lo hace, para apagar las llamas de una crisis que no se puede tapar y que se debe en su totalidad al modelo macroeconómico del gobierno nacional.
El peronismo a esto lo sabe y, por eso también, la suerte libertaria parece estar echada.








