El infierno de los vivos: la avant premiere en Santa Fe y la fuerza de una historia real llevada al cine

El infierno de los vivos

El infierno de los vivos llegó al Cine América con una avant premiere que desbordó de público y emoción. Inspirada en la novela de Alicia Barberis y basada en un caso real, la película de Alberto Gieco se consolida como un hito del cine santafesino contemporáneo.

Ya desde temprano, las entradas para la avant premiere estaban agotadas. La fila para entrar volvió a doblar la esquina y algunas señoras tuvieron que pegar la vuelta por haber llegado tarde a comprar su ticket. El kiosco de 25 de Mayo y Suipacha despachó todas sus latitas y paquetes de maní, mientras la cuadra se cortaba y se armaba una feria improvisada. Una chica con una percha en la mano contaba por teléfono: “¡400 entradas vendidas!”. Hasta algunos chicos del equipo técnico tuvieron miedo de quedarse sin asiento, hasta que apareció Alberto Gieco entre la multitud con un talonario de protocolares.

La coincidencia de fechas no fue menor: Tire Dié y los 100 años del nacimiento de Fernando Birri, el aniversario del fallecimiento de Juan Carlos Arch y el estreno de El infierno de los vivos se conjugaron para que este 27 de septiembre de 2025 quedara marcado como una nueva coronación de gloria para el cine santafesino. Durante la presentación previa a la función, con los hacedores de frente al público, Gieco subrayó la necesidad de defender el cine frente a la bastardeada sufrida por parte del gobierno. Entre aplausos y murmullos, el proyector rompió la oscuridad de la sala casi una hora después de lo previsto, pero nadie se quejó de la impuntualidad.

La película nos sumerge en la historia de Mariana (Cielo Eberhardt), una adolescente que atraviesa el dolor del abuso intrafamiliar y la incomprensión materna. El relato no se limita a mostrar su huida, sino que acompaña sus sensaciones, su respiración, sus silencios y hasta esa canción que aparece como un mantra sin origen claro. Como explicó el propio Gieco, este seguimiento íntimo fue posible gracias al montaje de Iván Fund, que logra que el espectador camine a la par de Mariana en cada etapa de su búsqueda.

El guion, inspirado en la novela de Alicia Barberis y en un caso real, se convierte en un espejo de muchas historias silenciadas. Mariana se va de su casa, busca refugio en familias amigas, enfrenta la dureza policial y verbaliza un dolor que no encuentra eco en su entorno inmediato. En ese tránsito, la protagonista sopla su propio fuego interior, intentando reducir a cenizas la angustia del presente.

Nobleza obliga, durante las palabras preliminares Gieco había advertido que El infierno de los vivos “es una película dolorosa”, aunque con un halo de esperanza hacia el final. Y es justamente esa tensión entre crudeza y resiliencia lo que conmueve al público. La emoción también cala al ver escenarios reconocibles: las veredas, las plazas y hasta el propio Cine América, que se convierte en locación de una escena que lleva el concepto de “metacine” a un nivel superior.

Se estrena en el América "El infierno de los vivos", ópera prima de ficción de Alberto Gieco

El film no solo interpela por su temática, sino también por su estética. La fotografía de Marcelo Camorino (Nueve reinas, Cleopatra, entre muchísimas otras) imprime una temperatura visual que ya puede identificarse como parte del cine santafesino contemporáneo. Esa identidad se refuerza con la música de Ariel Echarren y la canción “A la luz del día” de León Gieco, que aportan un tono íntimo y a la vez universal.

Más allá de la ficción, lo que late en El infierno de los vivos es la necesidad de visibilizar una problemática que atraviesa a muchas familias y que suele quedar relegada en la agenda pública. La película no busca el golpe bajo ni el sensacionalismo, sino que propone un viaje sensorial y emocional que invita a reflexionar sobre la violencia, la resistencia y la posibilidad de encontrar un espacio de esperanza incluso en medio del dolor.

Mientras tanto, Mariana sigue mirándose al espejo, intentando reconocerse, siguiendo la pista en ese libro de Ítalo Calvino que la guía en su tránsito: descubrir “quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio”.

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