Inspirada en un viaje a Misiones y en las mujeres guaraníes que venden flores en la ruta, Candela Fernández presenta “Las dueñas de las orquídeas”, un single de pop electrónico que combina mito, territorio y denuncia social con una sensibilidad poética profundamente femenina.
En “Las dueñas de las orquídeas”, Candela Fernández vuelve a hacer eso que mejor le sale: mirar el mundo con sensibilidad y devolverlo en forma de canción. El nuevo single —inspirado en un viaje a Misiones y en el encuentro con mujeres guaraníes vendedoras de flores— condensa naturaleza, injusticia, belleza y memoria. “Todo de esos paisajes me generó fascinación y respeto —cuenta Candela en diálogo con Pausa—. La diversidad del ecosistema, el clima, sentir de cerca la selva, lo imponente de las cataratas... pero particularmente me conmovió observar a las mujeres guaraníes vendedoras ambulantes de orquídeas. Quizás conectada un poco por mi propia historia familiar y otro poco por la sensación de impotencia, de injusticia social y deuda que tenemos hacia los pueblos indígenas en Argentina”.
La canción toma esa escena cotidiana y la transforma. “Aprovechando la oportunidad que me dan las canciones de contar historias y de transformar la realidad, esas mujeres que observé vendiendo flores de manera ambulante, en la canción se convierten en las verdaderas dueñas de esas flores, dueñas de esas tierras que ellas mismas trabajan… y no lo contrario”, explica.
El título —tan simbólico como contundente— deja ver la intención poética y política del gesto. Candela elige “dueñas” para restituirles agencia, para devolverles un pedazo de historia a quienes casi siempre son narradas desde la pérdida o la marginalidad.
Pero además, Las dueñas de las orquídeas es una canción que suena contemporánea. Pop electrónico, pulsos cálidos y una producción que envuelve sin tapar la palabra. “Creo que el pop electrónico no tiene por qué estar exento de hablar de problemáticas sociales, si eso te interpela como artista, ¿no? Me cautiva poder bailar una canción con un beat potente que contenga un relato indígena”, dice. Y agrega: “De otra manera, quizás lo hubiera conocido a través de libros o de músicas más tradicionales. Siento que es otra forma de presentar ese relato”.
El tema incluye una referencia al mito guaraní del colibrí (Mainumbí), que Candela quiso tratar con cuidado: “Consulté a una investigadora santafesina que trabaja en el Conicet, Celeste Medrano, especializada en pueblos originarios. Ella realizó una pequeña investigación para que el mito provenga de una fuente confiable, que retome la voz de los habitantes guaraníes del territorio”. Candela explica que la versión elegida fue la del escritor Jorge Montesino, disponible en el Portal Guaraní, donde el relato narra cómo el pequeño pájaro, mensajero de los dioses, fecunda las orquídeas para mantener viva la armonía entre la tierra y el cielo. “Usamos solo el fragmento que nombra a las orquídeas —aclara—. La elegimos porque es una versión que, al figurar en el portal guaraní, es oficial”. La conexión surgió gracias a la antropóloga Celeste Medrano, especializada en pueblos indígenas, quien le acercó ese relato cuando Candela buscaba incluir alguna historia ancestral. “Mi idea en principio era solo insertar algún relato guaraní —cuenta—, y Cele se acordó de ese, que encima nombraba a las orquídeas, así que ahí cerró todo”.
La producción estuvo a cargo de Ignacia Etcheverry, una de las artistas más innovadoras del indie argentino actual, y la colaboración entre ambas resultó tan orgánica como potente. “La producción con Ignacia fluyó de una manera tan natural que nos sorprendía. Fue la primera vez que producía con una productora mujer, a la que admiro mucho, así que esto de ser dos mujeres músicas en Argentina creo que también tiñó la canción de una fuerza especial”, reflexiona Candela. “Desde el inicio charlamos sobre el respeto al incorporar el relato del mito del Mainumbí. Sabíamos que la letra tenía profundidad y el contexto electrónico debía acompañar y hacerse eco de ese relato que ya era muy potente”.
Más allá de su trasfondo, la canción no busca erigirse como bandera, sino como gesto sensible. “Yo no sé si estoy aportando directamente a la resistencia de las mujeres indígenas y tampoco escribí la canción con esa conciencia”, aclara. “Pero cualquier relato que visibilice sus luchas de alguna manera, considero que aporta a la validación social de esas acciones”.
En ese sentido, Las dueñas de las orquídeas encaja dentro de una obra coherente, donde la mirada estética y la mirada política nunca se separan. Candela lo ve como un paso más en su camino: “Ocupa un lugar especial como toda mi música anterior, pero especialmente en este contexto social actual, donde muchos derechos conquistados de las mujeres se están viendo amenazados, los pueblos indígenas cada vez más acorralados y desplazados —aunque resisten—, me resultó necesario traer esta canción que nombra a las mujeres guaraníes y a la potencia del relato guaraní”.
Sobre el sonido, la artista reconoce continuidad más que ruptura: “Siento que Fauna y Celebración me trajeron hasta acá, ahora con un audio evolucionado, naturalmente, por lo que voy aprendiendo y por ser inquieta. Más que marcar una nueva etapa, siento que es una foto de este momento artístico, que está en movimiento siempre. Me interesa mucho seguir profundizando el diálogo entre la palabra, la canción y su contexto electrónico”.
Así, Las dueñas de las orquídeas se inscribe como una pieza luminosa en el repertorio de Candela Fernández: una canción que se baila con la mente y se piensa con el cuerpo; que florece entre la ternura y la denuncia, como esas orquídeas que, en medio del asfalto, siguen encontrando la manera de crecer.


