
Fundada hace 2800 años, Nápoles tiene innumerables ecos de su historia y de la argentinidad, como la pizza, las discusiones con ganas y la estampa de Maradona. Calles estrechas, castillos centenarios y un volcán en su horizonte.
Por Juan Pablo Gauna
“¿sai perché mi batte il cuore?
Ho visto Maradona, ho visto Maradona,
eh, mamma, ¡innamorato son!”
Canción de los tifosi del Napoli
Sus calles son estrechas, adoquinadas, y algunas empinadas y zigzagueantes. Conserva viviendas añosas, donde predomina el bullicio y la devoción. Al sur de Italia sobresale Nápoles (Napoli para los locales), capital de la región de Campania, y una de las más pobladas y antiguas del país. Flanqueada al Oeste por el mar Tirreno, y ubicada al pie del volcán Vesubio, Nápoles fue fundada por los griegos como Neápolis ―ciudad nueva― hace unos 2800 años; y estuvo bajo el control sucesivo de romanos, bizantinos, normandos, españoles y borbónicos.
Recorrer la costa napolitana es vivenciar un paisaje que combina arquitectura milenaria, un mar que alterna tonos verdes y azules, vistas privilegiadas desde torres, atardeceres imponentes con el Vesubio y la isla de Capri de fondo. Trepamos por escaleras rústicas hacia la cúspide del Castel dell’Ovo, maravilla constructiva normanda, que data del siglo XVI. Desde allí apreciamos la majestuosidad del mar Mediterráneo, la variedad de edificaciones circundantes y el ir y venir de pájaros y barcos. Descendemos entre cañones y cadenas, y nos aventuramos a dialogar con los napolitanos para tratar de entender su dialecto.
Atravesamos calles pretéritas y decidimos descansar en una pequeña trattoria. Degustamos la típica pizza napolitana ―reconocida por la UNESCO como Patrimonio inmaterial de la humanidad―, con muzzarella, tomate y un toque de albaca. La dimensión del plato nos sorprende, porque se estila comer una pizza entera por persona. Esto es posible porque la masa es muy delgada y flexible, y es usual plegar cada porción antes de ser ingerida. Acompañamos la comida con “birra Peroni”, típica de la zona, y dialogamos con el mesero sobre la vigencia de las mafias y de cómo se combate a la Camorra y 'Ndrangheta en el sur de Italia. Confraternizamos con los lugareños a partir de la huella que dejó Diego Armando Maradona en la ciudad y el cariño que se le tiene a Argentina gracias al fútbol.

Lorena, rosarina que se encuentra de paseo en el lugar, nos compartió sus impresiones al arribar: “Bajamos en la estación de trenes y ya nos gustó Napoli, es un amor a primera vista. Las calles son una postal, para el lado que veas algo te llama la atención, desde los pasacalles que hay, los altares que hacen en las casas con flores y fotos de las personas que murieron; el hecho de que viven con las puertas abiertas, los balcones abiertos, ves todo. Las fachadas de las casas están deterioradas, pero adentro ves que está un poco mejor, ves que adentro tienen una camita y cocinan ahí, están todos juntos, sentís los aromas de lo que cocina la gente, a mí me encantó, es como una ciudad quedada en el tiempo”.
Nápoles tiene una población de 950.000 habitantes en la ciudad, y más de tres millones en su área metropolitana, contando como atractivo destacado al club S.S.C. Napoli, campeón vigente del fútbol italiano. Con su característico color celeste, esta squadra apasiona a sus tifosi, generando procesiones rumbo a su estadio cuando juega de local, y un jolgorio popular cuando obtiene títulos. Allí jugaron 41 argentinos, y se destacaron: Guillermo Stábile, Omar Sívori, Ramón Díaz, Daniel Bertoni, Roberto Ayala, Germán Denis, Federico Fernández, Ezequiel Lavezzi, Hugo Campagnaro, Gonzalo Higuaín, Giovanni Simeone y “D10S” Maradona. Es en honor a él que se levantan estatuas, bustos, altares, museos, se exhiben murales y se manifiestan distintas expresiones de afecto.
“Son muy pasionales acá, por ejemplo, a la noche escuchamos a una pareja que se peleaba a los gritos, hay gente gritando porque juega el Napoli, y ves gente discutiendo enérgicamente en la calle”, agregó Lorena mientras se alejaba entre los puestos callejeros que ofrecen variedad de frutas y verduras. Nosotros descendemos desde Montecalvario hacia el barrio San Ferdinando por calles laberínticas y sin vereda, esquivando el tránsito, y observando los balcones con vestimentas oreándose.
El centro histórico de Nápoles es reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, y comprende monumentos como el Castel dell’ Ovo, el Castel Nuovo, la Catedral San Gennaro y la Piazza del Plebiscito. Esto se combina con una importante tradición teatral y musical gracias a la “canzone napoletana”, a la tarantela como baile típico, expresiones estas, que tienen mucho arraigo en la cultura italiana.

Otro costado entrañable del lugar es la maratón de aguas abiertas Capri-Nápoles, donde se destacó el santafesino Diego Degano (ganador en 1989 y 1992). Precisamente, este año se cumplió un aniversario especial de la competencia y la organización lo festejó con este mensaje: “¡En 2025, celebraremos la 60ª edición en 72 años! El Golfo de Nápoles es el fascinante recorrido de esta histórica competición, que normalmente parte desde la Marina Grande en Capri y finaliza en el paseo marítimo de Nápoles, con una distancia de 36 kilómetros. ¡Salute!”.
El corazón del mar Mediterráneo es amigable hacia el argentino, y los lugareños disfrutan de las charlas donde se encuentra afinidades con la cultura sudamericana. Los precios son más económicos que en el norte de Italia, lo cual atrae al turismo desde distintos países. Los castillos e iglesias milenarias se combinan con la alegría de la juventud local. Abandonamos la ciudad nueva en el moderno tren de alta velocidad que conduce a Roma, entonando un fragmento del himno italiano: “¡Fratelli d'Italia… L'Italia s'è desta!”.







