El gobierno vende la reforma laboral como el camino para que crezca el trabajo registrado. Los datos históricos de los últimos 35 años muestran lo contrario. Pero, además, ¿por qué los empleadores no explotarían todavía mucho más a todos, si hasta el gobierno los alienta a hacerlo?
A contramano de los datos y planteando escenarios inexistentes en la vida laboral real, la sarasa económica libertaria defiende una y otra vez la idea de que los empleadores necesitan leyes más flexibles para así poder convertir en trabajadores registrados sus trabajadores no registrados. Lo hicieron en la dictadura, luego con la Convertibilidad y, más recientemente, con el macrismo, en todos los casos con resultados opuestos a los esperados. A eso lo llaman "reforma laboral" y lo venden como modernización, en un mundo que avanza en otra dirección.
Los datos muestran que la idea es completamente falsa: el trabajo registrado en Argentina sólo creció en los períodos donde hubo crecimiento económico con leyes laborales más estrictas, al mismo tiempo.
Las cifras entre 2003 y 2015 ya dan una prueba contundente, pero el dato que quizá más se deba resaltar son los números del pequeño ciclo que va desde julio de 2020 al final del mandato de Alberto Fernández. Incluso en el gobierno popular más defenestrado, hubo un crecimiento del trabajo privado registrado a niveles iguales o superiores a los de los gobiernos de CFK.
El trabajo no registrado crece cuando hay recesión o cuando el crecimiento es débil, independientemente de las leyes laborales vigentes, más flexibles entre 1990 y 2003, durante el macrismo y, ahora, en la era Milei. En ningún gobierno democrático liberal –sea Carlos Menem y Fernando de la Rúa, Mauricio Macri o Javier Milei– hay crecimiento del trabajo registrado. Lo único que crecen son los laburantes en negro.
El crecimiento del trabajo registrado privado no depende de las leyes laborales, sino del contexto económico general y, en particular, de la promoción de sectores que demandan mayor cantidad de trabajadores calificados, como la industria. Los gobiernos populares fomentan la industria, los liberales la demuelen.
La reforma laboral en el mundo real
Pero, además, el problema está mal planteado, sobre todo para los trabajadores no registrados. Sí es relevante para los laburantes en negro, y muy relevante, los derechos que se plantean en las leyes laborales. Delimitan qué puede ofrecer, qué atractivo tiene, el trabajador en negro.
Sólo crece el trabajo registrado privado cuando los empleadores se ven obligados a contratar de ese modo en función de poder producir más, porque hay consumidores que pueden pagar esos productos o servicios. ¿Y por qué elegimos la palabra “obligados”? Porque el trabajador se vuelve más valioso. Cuando las empresas necesitan vender más, y necesitan más trabajadores, los trabajadores pueden defender y avanzar en sus derechos. Pueden defender su posición, porque son necesitados. A la inversa, los empleadores avanzan sobre las condiciones de trabajo y los derechos de los trabajadores cuando las cosas están peor. No un es problema ético ni moral. Simplemente, pueden hacerlo y así pueden aumentar sus ganancias, porque si al poco laburo que hay no lo quiere hacer un trabajador, hay miles más disponibles, por menos salario y peores condiciones.
Luego, una reforma laboral que empeora las condiciones de trabajo en un período de recesión tiene un único objetivo: abaratar los despidos y poder explotar más a quienes ya están registrados y también a los no registrados. Nadie contrata ni blanquea más trabajadores si no necesita producir más.
Los derechos laborales marcan siempre un piso donde pararse. Si el piso baja, el subsuelo se hunde mucho más.
Entonces, la explotación aumenta tanto para los trabajadores registrados como para los no registrados. Es más: hasta el trabajo no registrado se vuelve más atractivo en sectores con mayor formalización. Si la diferencia en las condiciones de explotación para registrados y no registrados prácticamente se borra, se torna más apetecible para el registrado resignar su formalización a cambio de un salario de bolsillo mayor que, para el empleador, es una reducción en la parte que paga a la seguridad social, por ejemplo.
Por qué es brutal la reforma laboral
Por último: no existe el laburo no registrado como figura única. La situación es completamente distinta según las actividades y el tamaño de los empleadores, por dar los ejemplos más gruesos.
Según el Boletín de Estadísticas Laborales del Ministerio de Capital Humano, en promedio desde 2003 a 2024, la industria tiene un 31% de trabajadores no registrados, pero la construcción marca casi 68% y el trabajo doméstico 82%. El comercio promedia 42%, pero la enseñanza apenas 9%.
Los establecimientos con hasta cinco personas promedian un 73% de trabajadores no registrados, mientras que los que tiene más de 40 rondan el 10%. Y ni siquiera estamos adentrándonos en cuestiones más específicas, como observar la enorme cantidad de trabajadores que tienen parte de sus horas registradas y otra parte no registradas.
Toda esta compleja realidad requiere intervenciones quirúrgicas, no el trazo grueso que ya se va conociendo sobre lo que se viene: una propuesta diseñada por la patronal más concentrada.








