El peronismo quiere presentar su propio proyecto de Reforma Laboral. El debate se produjo en el Congreso, en el marco del Foro en Defensa del Derecho Laboral y la Justicia Social. Estuvimos ahí y conversamos mano a mano con el ex ministro de Trabajo, Carlos Tomada, la diputada nacional Julia Strada y el nuevo triunviro de la CGT, Jorge Sola.
Al Anexo C de la Cámara de Diputados de la Nación se llega con votos o una invitación especial. Como somos periodistas pero no nos candidateamos a nada, fuimos por la segunda vía; pasamos el control del vallado antivandálico (que data de las revueltas de 2001), el scáner y, tarjeta en mano, subimos al segundo piso, siguiendo la línea naranja conque la moderna señalética ordena recorridos en esa caja gigante de acero y vidrio. Un debate sobre la Reforma Laboral nos espera.
Mientras subimos por escaleras tan amplias como la representación parlamentaria que las trajina, siempre siguiendo la línea y los carteles del color apropiado, nos preguntamos qué hubiese pasado si a este edificio lo hubiese terminado Illia, al que derrocaron. O Héctor Cámpora, que tampoco pudo imponer el proyecto original. Lo que quedó es un edificio lujoso y de 13 pisos, reformulado por la dictadura burguesa terrorista e inaugurado finalmente por Ricardo Alfonsín, con un subsuelo de cocheras que vibran por el tráfico de Avenida Rivadavia, el traqueteo de la Línea A de subte y, últimamente, por el paso de ganso de la Gendarmería que todos los miércoles reprime todo lo que se apersone por ahí, principalmente jubilados, discapacitados y trabajadores públicos y privados.
Antes de ingresar al Foro, la primera sorpresa que aporta contenido: ¿es cierto que fue uno de los tres ministros de los 12 años –en que se crearon 3 millones de puestos de trabajo registrado– en contra de su voluntad? El preguntado sonríe y aclara un par de cosas: “Yo no creé esos puestos, fue el modelo de Néstor y Cristina. Y sobre lo de bajarse antes, fue bueno pero fue duro… Yo tenía una idea, pero Cristina lo pensó mejor”, dice el ex ministro de Trabajo, Carlos Tomada y nos reímos con ganas. Nos pregunta si venimos a escuchar o conferenciar, no le decimos que también a producir una nota para esconder el periodista, pero con la segunda lo adivina fácilmente: “¿Hay que negociar y mejorar cualquier anteproyecto de reforma o rechazarla de plano e ir con lo propio?”. Sin spoilear, sólo porque es Tomada, sintetiza casi todas las ponencias que aún no ocurrieron: “Una reforma este contexto, con este país en crisis y una recesión brutal, con este gobierno, no va a mejorar ningún derecho. Debería discutirse en otro momento y no por imposición del FMI. Sí hay que hacer una reforma, pero no pro patronal como ésta, a nosotros nos quedaron cosas pendientes y ya pasaron 10 años, hay que hacer actualizaciones, pero no para aumentar la jornada de trabajo sino para acortarla o para reglamentar la participación de los trabajadores en las ganancias empresarias, pero nada de eso van a discutir, ni siquiera las patronales industriales, que con un discurso pro pyme, disfrazan medidas que sólo van a beneficiar a las empresas más grandes”.
“Toda reforma debe ser para mejorar derechos, esto no se puede discutir en este contexto ni sobre la base de las versiones que están filtrando desde el gobierno”, sentenció el ex Ministro de Trabajo, Carlos Tomada.
Llegamos al salón de conferencias y el ex ministro se lleva los aplausos y las marcas. La escenografía es casi ideal, la puntualidad bastante porteña; agua y café para 300 personas sentadas y el ausente más presente, que no requiere silla ni refrigerio: Héctor Recalde, el del “lado Recalde de la vida” según Macri, o el que advirtió poco antes de retirarse de esta anti utopía realizada que “La Reforma Laboral ya la hicieron de hecho, ahora quieren que los trabajadores no tengan otro recurso que el Código Civil y Comercial, no lo permitan”. Y en eso estamos.
La Reforma Laboral, los sobres y los votos
No hay anteproyecto. El de la diputada libertaria santafesina Romina Diez contiene algunos de los puntos del que se cocina en la Secretaría de Trabajo con el asesoramiento de Julián de Diego, pero juran que el posta sigue en escritura y no es tan antiobrero ni antisindical. Federico Sturzenegger y Julio Cordero, el secretario de Trabajo, encabezan la comisión redactora y sueltan uno o dos globos de ensayo por día para la batalla cultural, que Santiago Caputo impone como esencial; lo primero es arrasar al enemigo con ideas simples, masivas, nada de relaciones complejas, martillazos sobre la mesa de discusiones. Al igual que el malogrado Tinelli, Caputo sabe que la mejor inversión no es el carry con bonos linked, sino el miedo y la estupidez humanos. “Van a poder tomarse vacaciones en temporada baja, cuando no hay congestión y todo es más barato” o “si todos tomamos riesgo es más justo, si el salario acompaña la rentabilidad, hace casi socios a trabajadores y empresarios”. Se acabó la lucha de clases, ¿parece muy tonto? No importa, se imprime.
Jornadas regulables, salarios dinámicos, indemnizaciones más fáciles de pagar (sin actualización por inflación, porque como cualquiera sabe será igual a cero antes de que seamos Alemania), convenios por empresa sin sindicatos, seguros de riesgos compartidos. Son todos caramelos de vidrio finamente saborizados, para el curtido paladar del obrero y la obrera, para engañar un estómago contraído por 24 meses de pérdida de poder adquisitivo. Algunas primicias, el globo de los tickets canasta fue perforado por una de las miles de palomas que anidan en la cúpula del Palacio Libertad (ex Centro Cultural Kirchner), a pocos metros de la ventana más alta de Alem 650; no está en el “casi listo” que ingresará a Diputados en las extraordinarias de diciembre. Pasó Jorgito Triaca y les dijo que con hacer aportes sólo sobre el sueldo que pagan en blanco (un 60% promedio en trabajadores registrados) el ahorro era más que suficiente.
El abogado, ex Secretario de la Suprema Corte y doctor en derecho por la Universidad de Buenos Aires, Ricardo Gialdino, abrió el primer panel subrayando lo que está en riesgo en la era de la crueldad: el principio de progresividad y no regresividad en las reformas sociales. Para eso el borrador libertario tiene algunos trucos: las indemnizaciones se pagarían en cuotas para pymes, pero se actualizarían por un coeficiente en donde la inflación tendría la mayor incidencia. Este consejo corrió por cuenta del bufete del hijo de Daniel Funes de Rioja, no el memorioso, sino el que no distingue un clavo de una tuerca, pero sí un acuerdo prejudicial de un juicio laboral bien plantado.
Achicar la avalancha de juicios entusiasmando meritocráticos y gente angustiada es la estrategia. También con los salarios dinámicos ajustados a rentabilidad o productividad individual. “La Constitución es el gran problema, porque el 14 bis consagra el principio de igual remuneración por igual tarea, hay que tratar de blindar eso de que dos que hacen el mismo trabajo cobren diferente”, le soplan al Secretario de Trabajo. La Reforma Constitucional es lo que viene después, y el sueño de Milei por 12 años con un solo urnazo, es la cortina de humo. Lo que importa es blindar todas las reformas (laboral, previsional y tributaria) para que, sin importar quién sea el o la presidenta, para que ningún juez laboral pueda favorecer a ningún trabajador amparado en ese “comunismo positivo” que es el constitucionalismo social.
Un abogado veterano, que se identificó ante Pausa como discípulo y amigo de Recalde (padre), nos apuntaba que “lo del tope indemnizatorio de diez años y no retroactivo es una pelotudez, si aplica sólo a los trabajadores que ingresen al mercado después de esa ley, van a producir un ahorro empresario a partir de 2035”. Tiene razón, pero del otro lado no hay ningún desprevenido: la bomba racimo antiderechos contemplará la posibilidad de que ese acuerdo pueda realizarse con una renuncia voluntaria de los y las trabajadoras, en un acuerdo prejudicial difícil de recurrir luego.
Los gobernadores: precarización por rotonda y cordón cuneta
Julia Strada no gastó argumentos al cuete, en la previa le confió a Pausa el mayor temor del bloque de Fuerza Patria, que acaba de sufrir cuatro fugas parlamentarias de la República Separatista de Catamarca: “El tema son los gobernadores, todos tienen precio y después de octubre muy barato. Gracias a Jalil perdemos la condición de primera minoría y todo va a ser más complejo”.
Strada completa: “Soy santafesina y lo puedo decir, en el fondo son más unitarios que los porteños. Todo esto del cordobesismo o el tucumanismo... mientras a mi provincia le convenga que se hunda el resto del país”.
Con cinco meses de variación intermensual negativa del Estimador Mensual de la Actividad Económica, estamos en recesión: “No hay recuperación sino rebote de la actividad económica y podrá estar alrededor del 3,9%” asegura. “No habrá creación de empleo de calidad ni de ningún tipo si la economía se reprimariza, si los brotes verdes son para la extracción de commodities agropecuarios o mineros y para la intermediación financiera, que representan el 9% del empleo del empleo registrado privado”.

Strada visibilizó un actor que no había sido mencionado, descartado el apoyo casi irrestricto de Martín Rappallini, presidente de la UIA, al proyecto gubernamental: “Acá hay sectores empresariales que también están siendo amenazados, como el caso de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa, y tenemos que convocarlos. Sturzenegger quiere eliminar no sólo la contribución solidaria a los sindicatos sino también a las Cámaras, porque están yendo contra el modelo de negociación tripartito del peronismo”.
Los laboralistas Mariana Amartino y Matías Cremonte, asesores legales del Consejo Directivo Nacional de ATE, reseñaron la pérdida continua de derechos del colectivo trabajador más estigmatizado, los 3,8 millones de estatales (17% del empleo total del país), todos kukas, vagos, caros y con mal gusto, según los arquetipos construidos en los 90. Cremonte pidió que se impulse una Carta Socio Laboral para América Latina, que establezca –junto a la legislación vigente y protectiva– un piso de condiciones laborales mínimas compartidas por un continente donde tres de sus economías principales ya realizaron una reforma donde trabajadores y trabajadores perdieron derechos. La más resonante, la envidia de las 50 empresas principales argentinas, es la de Brasil, promulgada en 2017 durante el gobierno de Michel Temer y que afectó 100 ítems de la Consolidación de Leyes de Trabajo (CLT), entre los cuales están una jornada laboral de hasta 12 horas diarias, vacaciones fragmentadas según conveniencia del empleador, el despido “de común acuerdo” y pagadero a través de un Fondo de Garantía por Tiempo de Servicio, responsabilidad patronal a la hora de informar pero no de prevenir accidentes y enfermedades laborales, la consideración el autónomo como trabajador sin relación de dependencia y las negociaciones individuales y por empresa por sobre las que involucren a los sindicatos de rama.
Lo que era de-Temer era la reforma pero también los resultados: prometió dos millones nuevos puestos registrados y no consiguió siquiera 250 mil. ¿Lula? Hizo una reforma impositiva que alivió a 25 millones de trabajadores y gravó a los ultra ricos, pero la reforma laboral no se tocó. En un acotado populismo posneoliberal, ambas cosas pueden ser claves para conseguir la reelección el año que viene.
Jorge Sola y la CGT, en busca de las emociones perdidas
Una de las palabras más esperadas (o la más de todas) era la del flamante triunviro de la CGT, el líder del Sindicato del Seguro, el también santafesino Jorge Sola. A estas alturas de la jornada, hay tres cosas claras: que la organización fue prácticamente perfecta pero agua y café a discreción acidifican a cualquiera, que hay que elaborar un proyecto alternativo –porque, como dijera Daniel Tano Catalano, este no tiene nada para negociar– y que los santafesinos casi igualan a evangélicos y opusdei en esto de infiltrar poderes públicos y privados.
“Así como Milei emocionó a los fastidiados e irrealizados, nosotros tenemos que mirarnos a nosotros mismos y volver a emocionar, sin buscar responsabilidades individuales o grupales ni hacer sobrediagnósticos”, arrancó Sola ante el silencio más compacto de la jornada. “Tenemos que dejar de convencer por la razón y tocar la fibra de la emoción”. Más silencio. “Yo soy hijo de un trabajador rural camionero y una ama de casa, mis hijos están agremiados y gozan de derechos laborales, entre esas tres generaciones pasó algo: el peronismo y la justicia social”. Mejoran las caras y se suelta algún aplauso. “Emoción y felicidad son el fruto de la justicia social, que no es una aberración. Yo no les voy a criticar a ellos (los libertarios) que crean que la justicia social es una aberración, pero nosotros tenemos que dejar de echar culpas y volver a emocionar a través un proyecto de país para todos y todas”. Aplausos. Sola pide tregua para la década perdida con el triunvirato anterior, modular la interna fraticida que lleva también 10 años y puede dejar al peronismo sin candidato competitivo para 2027.

Salimos al cruce de la retirada de Sola para hacerle una sola y concretísima pregunta: ¿la CGT se va a oponer a todo lo que perjudique a los trabajadores o cree razonable negociar y salvar lo que se pueda? “Yo estoy a favor de la modernización de las relaciones laborales, en mi propio sindicato fuimos los primeros en incorporar el teletrabajo al convenio colectivo y creamos una Fundación de Inteligencia Artificial junto a la UBA, también creemos que hay que federalizar el derecho laboral y dejarnos de tanto ambacentrismo”. No quedó otra que insistir y el resultado fue “Tenemos la guardia muy alta por lo que se anda diciendo, pero son trascendidos, hay que esperar y estar atentos para aportar nuestra propia mirada”.
Si estas precisiones no emocionan, deberíamos dejar de intentarlo o proponer modificaciones concretas que permitan empezar a construir el articulado de un proyecto unificado de reforma progresiva, tal como piden todos los referentes de un peronismo que se promete dos años más de fuego amigo en la provincia de Buenos Aires y se propina chicanas e insultos por los encarcelamientos de Julio De Vido y Cristina.
Nosotros nos retiramos agotados, pendientes del ploteado naranja que nos conduce a un atardecer desmayado de sol en pleno centro porteño, que se filtra con fogonazos intermitentes por los ventanales de vidrio. Aportamos antes el único paper con puntos concretos para otra reforma, que generosamente nos cediera el Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas que dirige Claudio Lozano.
Sobran inteligencia, voluntad y buenas intenciones. Pero también es cierto que para que “algo mejor y distinto recién empiece”, primero lo otro tiene que empezar a dejar de repetirse como una letanía interminable. En eso va nuestra suerte y la de más de 20 millones de trabajadores formales e informales, sin ningún 17 de octubre a la vista.







