Exhalar, invocar

aleria v. música santa fe
Foto: Aleria V.

El calor santafesino, sabemos, es psicodélico. Tiene una música resbaladiza, continua, que se transforma en bailable al anochecer, si tenemos suerte y baja la temperatura. La ciudad invencible, si fuera musical, vendría a ser más un entrenamiento geográfico, una determinación, un ritmo del agua entre dos orillas, que una oposición al centro, confundido con el mar. Saer captó ese ritmo en literatura. ¿Cómo sería el ritmo Saer si fuera una canción? ¿Una canción Saer, quién podría componerla?

Vengo escuchando Cazadores recolectores y Aleria V. Me atraen mucho las voces de sus cantantes. En “Multitudes argentinas”, el disco de Cazadores, la voz es una exhalación y se asemeja a la respiración psicodélica de la siesta, que tensiona y clama por alivio. En “Bajón” (primer disco de solista de Valeria Andelique, también cantante de Zorro de Estrellas) la voz es una invocación (in-boca, permiso: aliteración) a la respiración nocturna después del calor.

Los Cazadores recolectores construyen comunidad móvil desde su nombre. La voz de Mariano Rinaldi es de timbre y color inusuales, insistente en el modo de acercarse al oído. En este disco está al frente; en el disco anterior, suena integrada y melódica, más amiga de los teclados indie. En “Multitudes argentinas” entra limpia, altisonante y duplicada. Pero Mariano dice las palabras de las letras buscando salir de la melodía. El fraseo es personalísimo: quiebra las sílabas o las apura, o las retrasa, y usa un sostén vital para las eses, a contramano de la pronunciación santafesina que las suprime.

La canción que más me gusta del disco es “El mejor de los nuestros”, contraseña indie con el disco anterior. La canción construye una imagen encendida de alguien que marca un camino en el medio de la pampa, en una ciudad enclavada en la tierra, llena de gente que camina. La canción tiene dos ritmos: uno cabalgado y puro donde no se canta (caballos, dije, y pensé en el Spinetta de Los socios del desierto) y otro íntimo, que sostiene (pisada, camino, gueto sónico a lo Pixies). Es una canción breve que puede llevarse en un bolsillo, como una estampita, para dejarse iluminar por el mejor de nosotros.

Escuchando a Valeria Andelique pienso en el timbre de Patti Smith, y también en la icónica remera de Rimbaud de Patti: una declaración de sonido. La cantante coloca palabras dándole impulso y sostén a las vocales, palabra que también me lleva al conocido poema de Rimbaud, y a su color musical.

La canción que da nombre al disco (Bajón, por Repelente Discos) es todo menos un bajón. La melodía de la letra y su pulso son bailables. Mi oído me ubica, escuchándola, en una pista de terreno inestable, dulcemente incómoda. Como soy hija mediática de MTV, mi escucha no está disociada de la manera en que la construyo: en términos de video.

Entonces pienso en el pozo con el que nombramos a veces a la ciudad, ese hueco geográfico barroso que nos tiene resbalando. Si el video avanzara, mientras escuchamos “Bajón”, el cuerpo se pintaría de materia pegajosa, marrón y oscura, para salir, triunfantes y cansados, al borde respirable. Directo al agua del río. Emergeríamos después al aire y a la noche, ya limpios y frescos, con una invocación electrónica en la boca.

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