Corre Lic., corre

“Aquel día, sin ninguna razón en particular, decidí salir a correr” (Forrest Gump)

 –Che, Lic. –me dijo Luis antes de empezar la carrera–, ¿viste que los "runners" tienen como un olor particular? Se les nota que corren maratones.

–Y sí vieja; tienen olor a sano –fue mi respuesta. Y continué– No tienen olor a pucho. No emanan alcohol cuando transpiran. ¡No tienen olor a humo de asado en la ropa! Tienen olor a agua… que no tiene olor. O tienen ese bando a eucaliptus o menta que apesta, por esa cosa que se ponen que se llama átomo. Y si me apurás, te digo que seguro cagan sin olor también. Dan asco.

Sí, soy tan caradura que hablo mal de los que corren maratones… en la previa a una maratón que estoy por correr. Y eso no es nada: me gusta ir a correrlas. Ajá, yo también doy asco, ¿y? Tanto así que me levanto un domingo a las 7 am para poder desayunar saludable antes de ir a mi nuevo vicio: yogurcito con cereales; juguito exprimido de naranja (en diminutivo cosa de demostrar en qué clase de horrible ser me estoy convirtiendo); muesli (que hasta hace dos meses no sabía que existía); una banana pisada y galletitas (y no “masitas” para que después no me reprochen que hablo mal) de avena producidas por los adventistas de Puiggari. ¿Viejazo? Puede ser, es muy probable. ¿Metrosexualismo? Ni en pedo. Yo prefiero decir que lo hago para que cuando vengan los zombies no me agarren desprevenido y pueda salir rajando más rápido que todos ustedes, giles… pero no me lo cree nadie porque soy un gil.

Igualmente, no todo está perdido, como diría Fito. La noche previa a las carreras me cuido con una estricta dieta a base de lúpulo y cebada. Y sí, todo tiene un límite: una cosa es hacerse el runner y otra muy diferente la cerveza… y con la cerveza, gente, no se jode. Mirá que voy a andar despreciando un barril o una invitación a un par de pintas artesanales con personas que quiero mucho por correr veinte o treinta segundos más ligero… dejate de joder. Ya la cosa se complica cuando, por culpa de los mozos que me traen porrón sin que se los pida (tampoco me lo creen, ¿no?), al otro día me levanto con un piquete de la UOCRA en la cabeza y en vez de ir a correr me quedo mirando Temperley – Patronato sin sonido porque me hace mal. De hecho, con unos amigos tenemos un equipo de carrera. ¿Saben cómo se llama? El “X-ón team”. No, no es una “x”, y se lee “porr-ón tim”, exactamente.

A propósito, una de las integrantes del equipo me hizo notar algo muy cierto: todas las carreras arrancan con el mismo tema. Ese que dice “ai guan chu filin” y sigue con un “gu gu taim”. Se ve que es una canción motivadora… la Caruso Lombardi de la música pop para tipos como yo que no saben qué hacen un domingo a las 8 de la mañana entre muchas personas que jamás serían mis amigas. Por si no la ubican, creo que también es la que usa Giordano para sus desfiles en Punta del Este. ¿Anticuado? No lo crean… cambiamos y todo vuelve.

Pero la cosa no termina en que salgo a correr. No señor. También me disfrazo de runner. Y sí, como decía el Negro Olmedo: “Si lo vamos a hacer, hagámoslo bien”. Brazalete para el celular; cuellera; remera térmica, otra cuellera que la uso de bandana para quedar re cuchi y, cuando yo creía que ya no podía caer más bajo, me compré una calza larga para no tener frío en las carreras de invierno. ¿Ustedes creen que esto es lo peor? No, no lo es. Lo peor es que siquiera me da vergüenza. Si hasta comparto las fotos que me sacan en las carreras en mi Facebook y todo.

Y bueno, qué le vamos a hacer. Pasan los años y todo cambia (excepto el pasar por la heladería de Alberdi y Bulevar y que siempre haya alguien con cara de garca sentado tomando un café). Y yo cambié también. No me han dejáu ni el pucho en la boca, de aquel pasado malevo y feroz, como dice  el tango. Aunque para ser más exacto, mi pasado tiene que ver más con los rollingas que con los guapos del 900. Y lo único que me quedó de eso son las zapas de lona y mis ganas de ser amigo del Pity Álvarez.

En conclusión, yo sé que si el Ramiro de hace 10 años me viera hoy seguro me diría "viejo choto, sos peor que Forrest", y se me cagaría de risa en la cara... pero yo también sé que le daría un abrazo, en silencio y sonriente, pensando "qué bueno que no sepa que lo mejor le está por venir... sino no se sorprendería de todo lo que puede ser capaz de hacer."

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