Los mendocinos de Mi Amigo Invencible estuvieron en Santa Fe y se hicieron un tiempo para conversar con Pausa.

Por Bautista Veaute y Florencia Huser.

Eran las 19:30 del sábado 2 de septiembre y en la Peatonal se expandían los acordes y las letras de de Mi Amigo Invencible, banda indie oriunda de Mendoza, que estaba en prueba de sonido, previo al recital que darían a la noche en Falucho Bar.

Cuando entramos estaban ensayando de pantalones cortos de fútbol y remera, porque la ciudad los recibió con un fin de semana de verano inesperado, en medio del invierno. Esa fue nuestra primera impresión: no íbamos a entrevistar a músicos con clichés de estrellas de rock.

Terminada la prueba, Mariano di Cesare (voz, guitarra y teclados) se acercó a nosotros y nos propuso ir al patio a hacer la entrevista. Entre escombros, nos sentamos en un cantero y tachos de pintura vacíos a esperar que se acercara Mariano Castro (voz).

Di Cesare narró el origen de Mi Amigo Invencible: “La banda se formó en 2007 por un disco solista de mi parte que tiene unas canciones que estaba grabando. Le pedí ayuda a Nico Voloschin (guitarra) y a Mariano Castro. Necesitaba una mano porque estaba grabando solo y la idea era hacer un disco que girara, sin intenciones de nada. Lo terminé antes de irme a vivir a Buenos Aires. Cuando estaba en Capital me llamaron ellos desde Mendoza, me dijeron que estaba muy bueno el disco y que nos juntemos a ensayar a full. Los pibes me incitaron a tocarlo en vivo: ese fue nuestro inicio. Entonces Mariano (Castro) dijo de ponerle Mi Amigo Invencible, y pintó. Desde 2007 sufrimos muchos cambios de integrantes, pero desde el principio estamos con la formación fija de los seis. Si bien fue un colectivo itinerante de músicos, desde 2011 somos los mismos”.

—¿Consideran que en algún momento de su carrera hicieron un salto?

—Fue todo muy gradual. No sentimos esa cuestión de pegarla.  Son diez años y nosotros seguimos siendo una banda de principiantes, eso se los aseguro —aclaró di Cesare—. No sé si dejaremos de ser principiantes en algún momento, por ahora seguimos transitando un camino de construcción muy básica, muy de a poco. Pero a veces pasan cosas que te dejan de cara, como por ejemplo que te llegue un mensaje de alguien perdido por el mundo, diciéndote que tu canción lo ayudó a salir un momento duro. Por ahí nos escribe gente que ha tenido las mismas sensaciones que nosotros, de bajón o de tristeza, y que la banda lo ayudó a salir. Eso pasa bastante seguido y para mí esa cuestión significa dar un salto inentendible. Que se conecten las cosas de ese modo, es un flash.

—¿Cómo ven el crecimiento del indie en Mendoza?

—La movida mendocina siempre estuvo latente, lo que pasa ahora es que está llamando la atención y eso genera un nuevo movimiento –respondió Castro–. También sucede que hay bandas nuevas que se hacen cargo de que hay un oído que los está escuchando. Es un devenir de un montón de generaciones de músicos. Cuando nosotros éramos chicos se hacían covers en Mendoza, ahora ningún músico que se compra un instrumento tiene en su mente la idea de formar una banda de este tipo, con todo el respeto que merecen las bandas de tributos. La gente está tratando de decir sus cosas y manifestar su identidad musical. A veces no hay bandas ni buenas ni malas, sino bandas que se escuchan y otras que no. Por otra parte, sucede que en la provincia se consolidó una forma de trabajar desde productores como Leandro Lacerna, que manejan un estándar bastante alto de producción y se copan con proyectos nuevos, entonces al trabajar con ellos te pone a un nivel muy bueno.

—Hay bandas increíbles que lamentablemente no se conocen —agregó di Cesare— y deberían escucharse tanto o más que las que se conocen ahora. Pero así es el cruel juego del arte y de la música.

—¿Qué influencias tienen?

—Hay bandas como Atrás Hay Truenos, Los Espíritus, Los Reyes del Falsete, Las Cosas que Pasan, que nos influencian una bocha —respondieron entre los dos—. Conceptualmente hablando, hay artistas que admiramos pero no creo que den una pauta de cómo sonar nuestra banda. Siempre nombramos a Violeta Parra como algo que es la expresión máxima de un artista, aunque nosotros no tenemos absolutamente nada que ver con ella. En el folklore, escuchamos cosas que vemos como una libertad que es atemporal a nosotros y quisiéramos volver a recuperarla. En eso somos muy nostálgicos: pensamos que en esa época de la música había ciertos parámetros que eran increíbles para laburar. Entonces nosotros intentamos hacer eso en este momento, no desde el sonido concreto, sino desde lo conceptual. Después, desde otro punto de vista, nuestra influencia es el disco anterior y las cosas que no logramos hacer allí.

—¿Por qué se fueron a Buenos Aires?

—Nos tuvimos que ir de Mendoza para seguir avanzando porque en nuestra provincia había un techo muy firme, difícil de romper —respondió di Cesare—. No había lugares para tocar, y no queríamos cansar ni aburrir al público local. Entonces se nos presentó la necesidad de vivir en un lugar donde pudiéramos presentarnos todos los fines de semana y para gente nueva. Una vez que estuvimos en Capital, empezamos incrementar el número de shows y el público también creció. Eso en Mendoza empezó a verse de otro modo y comenzamos a tener un reconocimiento muy importante allá. Si bien siempre tuvimos fans, era bastante mediocre en cierto sentido. También notamos que gracias a esto, se le prestó más atención a bandas locales. Antes éramos siempre los mismos los que asistíamos a los shows, todos amigos, el público que estaba por fuera no se enteraba de esas expresiones, siempre escuchaba a las bandas de Buenos Aires. Hablando del indie, porque hay otros géneros que tienen su peso. En Mendoza hay de todo para escuchar.

—¿Cómo fue el cambio de mudarse y qué trajo para la banda?

—Cuando volvimos a Mendoza, la pregunta recurrente en las notas que nos hacían era qué habíamos aprendido o cuál era la transformación que habíamos hecho en el paso a Buenos Aires —dijo Castro—. La respuesta que dábamos era siempre la misma: la única diferencia es que ahora esos medios nos hacen notas y antes no. Nada más. Nuestra forma de tocar y de configurarnos como banda no cambió en nada. Pero también estamos agradecidos de que nos haya pasado así. Hicimos lo que había que hacer para que las cosas se den de ese modo, y aceptamos todo lo bueno que nos llega desde ese momento.

—En diez años, ¿recuerdan algún recital como el más emotivo?

—No hay uno especial, tocamos tanto que ya no sabemos ni dónde estuvimos. Hay algo de la cantidad de recitales que me seduce mucho, y me divierte un poco olvidarme de dónde nos presentamos —aclaró di Cesare—. El más emotivo es siempre el último show, porque estamos en un constante aprendizaje. Cada recital es una vuelta de tuerca más, es una rueda que va girando. No hay uno que sea un referente.

Una fiesta

Galíndez, trío local santafesino, concluyó su show viajero-instrumental-bailable de psychobeat, cerca de la una de madrugada. Los espectadores estábamos en sintonía con el recital, esperando que entre a la escena Mi Amigo Invencible. Las figuras geométricas tornasoladas, que adornan el bar, giraban y alumbraban el centro de Falucho. Entre el amontonamiento de gente que compartía cervezas, se notaba la manija por escuchar el manso indie que iba a sonar en la ciudad.     

Por más de dos horas, Mi Amigo Invencible hizo un repaso de sus canciones clásicas y las más nuevas. Durante todo el recital, los músicos estuvieron conectados con su público, interactuando en varias oportunidades. Cuando se despidieron de nosotros, permanecimos en el lugar esperando que vuelvan al escenario a cantar. Entre el falso último tema y el reinicio del show no pasaron muchos minutos. Ellos y nosotros, queríamos que siguiera. El recital se extendió media hora más, hasta el verdadero final: músicos y espectadores transpirados, pero satisfechos de música.

Gatos blancos atrincherados, pero que dan todo en el escenario, visitaron Santa Fe por primera vez para darse cuenta de algo: se los banca, no hay vuelta atrás y van a tener que volver. Si a las seis de la tarde no había más anticipadas y ni ellos lo podían creer. No debe faltar mucho para que aquellos que le cantan a lo triste que es cantar sin voz se consoliden como una de las bandas más importantes del indie del país.

 

Bio y discos

Mi Amigo Invencible está formada por:

Arturo Martín: batería

Mariano Castro: voces

Leonardo Gudiño: percusiones

Juan Pablo Quatrini: bajo

Nicolás Voloschin: guitarras

Mariano Di Cesare: guitarras, voces, teclados

Los discos publicados hasta ahora son:

Guaper la tenaza que corta el alambre del corral (2007)

Guaper corriendo a lo inmediato (2009)

Las cuatro canciones del viaje (2010)

14 minutos de distancia (2011)

Relatos de un incendio (2011)

La Nostalgia Soundsystem (2013)

La Danza de los Principiantes (2015)

Nuestra Noche (2017)

 

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