Odiar es humano, odiar mucho es divino

Arrancó la primavera y hay mucho amor en el aire… pero hay mucho más polen y ácaros que me llenan de mocos la narizota, así que no veo la hora de que llegue el verano. Mientras espero, y para contrarrestar tantos memes con corazones y frases cursis sobre el enamoramiento, les propongo un ejercicio más sano que la neurociencia y los libros de autoayuda juntos: odiar. Usted, ¿a quién odia? Yo, Ramiro, a ellos:

Diminutivistas compulsivos

Odio severamente a aquellos que a toditos los sustantivitos y adjetivitos les agregan diminutivitos.  “¿Le ponemos quesito y jamoncito al sandwichito?”, “Pepito, qué lindito anda el autito”, “Se le infectó la orejita a Ludmilita”, “¿Vamos a dar un paseito?”, “Ay, qué hermoso cómo pinta el librito el nenito con los lapicitos”, “Pero qué tiernito cómo le pega 100 cuchilladitas el asesinito a la viejita a la que le está robando la platita de la jubilacioncita”. ¡Basta! ¡El mundo no es chiquito… y no todo es dulce y tierno, por favor! ¡Y Jorgito ya tiene pelitos en los huevitos como para que lo sigan tratando como a un nenito!

Peluqueros

Los odio poderosamente por embusteros. Sí, porque no puede ser que luego de cortarme el pelo me peinen de un modo que me hace creer que por fin encontramos ese estilo que tanto busqué… y cuando al otro día quiero hacerme ese peinado yo solo, me doy cuenta que nunca jamás me va a quedar como lo hizo él. ¿O tengo que resignarme a creer que el secreto está en todas esas cremas y geles que usan para dejarnos el pelo monono y que, obviamente, pretenden vendernos?

Los arruinasuspenso

Odio con orgullo a todos aquellos que no saben disfrutar de la magia del cine y tampoco me la dejan disfrutar a mí. Sí, a ustedes que mientras miran una película se la pasan adivinando y arriesgando conjeturas tales como “Seguro que ahora cruza la calle”, “Uy, se olvidó el celular… seguro ahora la matan” o “Acordate que ése que apareció ahí seguro tiene algo que ver”… Sí, a ustedes, que repiten mucho la palabra seguro, y que no contentos con eso nos preguntan cada 2 minutos qué es lo que va a pasar al segundo siguiente… ¡como si yo sí hubiera visto ya la película! Y supongamos que ya la haya visto, ¡¿por qué no me ahorran una hora y media de dolor de oídos y cuando les pregunto si quieren que les cuente la película me dicen que sí y listo?! O mejor, ¡busquen la crítica en Internet y no le generan un brote psicópata a nadie! ¿No se dan cuenta que quiero sorprenderme y maravillarme con el arte del celuloide? Ah, y si son tan capos y se dieron cuenta que Bruce Willis está muerto en Sexto Sentido, ¡no lo cuenten porque hay algunos que no somos tan perceptivos como ustedes!

Los insulsos compulsivos

Odio hasta el infinito y más allá a todos aquellos a los que “Me da lo mismo”, “Es igual”, “Me es indiferente”, “Todo bien, elegí vos”… ¡No es lo mismo la pizza con anchoas que sin anchoas! ¡No es lo mismo salir a caminar que quedarse viendo una película! ¡No es lo mismo tomar Coca-Cola que Pepsi! ¡Cómprense una postura en la vida, por favor, porque no es lo mismo que pedirla prestada!

Médicos itistas compulsivos

Odio hasta la otitis a todos los médicos que se creen que el mundo es todo un “itis” y nada más que un “itis”. Sí, a ustedes, que se creen el “rancho aparte” de la ciencia, elite de delantales blancos, sepan que ni el mundo ni las personas son una infección. ¡Y los pacientes tienen nombre y apellido y no se llaman “el de la inflamación de las amígdalas” o “el de la gonorrea irreversible”! Como si con esto no alcanzara, los odio también por llegar al trabajo a la hora que se les canta y por contribuir a la discriminación social entre los turnos rápidos a los que pagan particular y los turnos para dentro de 15 días para los que van por obra social. Ah, y les quiero aclarar: si quieren que les digan “Doctor”, ¡hagan un doctorado!

Aprietacachetes compulsivas

Odio a las señoras insoportables que no pueden evitar ver un niño y apretarles los cachetes al son de alguna frase cursi balbuceante o pasarles el dedo con saliva por el cachete. Sra. Vieja, le pregunto: ¿a Ud. Le gustaría ir por la calle en su silla de ruedas y que alguien le apriete las várices mientras con una sonrisa le dice “Ay, mire la viejita qué violeta tiene las venas, cuchi cucuni pupuni, bla blu blo”?

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