Peripecias de un grupo de jóvenes adultos en la madrugada de Navidad santafesina: latas de cerveza, el Grinch y algunos datos sobre la malaria.

Como desde hace ya tres años, para la Noche Buena preparamos con mi queridísimo amigo Rodrigo Barba lo que denominamos la “Conversadora Bulevar Fest”. ¿En qué consiste? En llenar una conservadora con latas de cerveza y rolitos y sentarse en un banco de Bulevar Gálvez -entre la zona de la plaza Pueyrredón y la Estación Belgrano-, a charlar, embriagarse, ver gente pasar, socorrer a quienes a las 5 am se quedan sin hielo y, por qué no, vender cerveza a borrachos desesperados. En definitiva, a pasarla bien y reírnos mucho lo más barato posible y sin encerrarnos en un boliche o fiesta privada, a las que nunca nos invitan. Ah, y es “conversadora”. No me equivoqué al tipear.

Nada de eso (o casi nada) ocurrió este año. Pasó a contarles.

Cené con mi vieja en mi casa, con Crónica TV de fondo y acompañados de Gato y Perrolaucha Todo muy bien, muy normal. La Mona Giménez por televisión me anunciaba que faltaban solo 12 minutos para las 00 horas. Lo de siempre: dan las 12, brindis pero casi ningún petardo se escuchaba. Vivo en Candioti, a pocas cuadras del bulevar. Siempre es un quilombo. Muy pocas cañitas voladoras. Repartimos regalos. Hasta Gato recibió el suyo. Y nos quedamos, con mi vieja, con la sensación de que nadie había celebrado.

Llegó Barba. Llenamos la cosa. Salimos y mientras íbamos para lo de Nieva (sí, el director de este periódico) compartimos impresiones: muy poca onda en todos lados. Llegamos a lo del director. Agregamos algunas latas y salimos para la Conversadora BF.

Hicimos parada en bulevar casi Vélez Sarfield. En el cantero. Ya eran pasadas las 3. Pocos autos circulando. Es lógico: ahí está el control de alcoholemia (el datazo que les estoy tirando). Sin embargo, el año pasado paramos en el mismo lugar y había embotellamiento… y ya todo el mundo sabía que ahí estaban los zorros. Sospechoso. En un momento me di cuenta de que estaba pasando poca gente caminando para el lado de la Costanera y los boliches. Es cierto que no había ningún megaevento organizado por la Municipalidad, pero la gente va igual a chupar a la costa. Les dije a los chicos que nos cruzáramos para una de las veredas que seguro pasaba más gente. No, nada de eso. Y ya era la hora en la que no se puede ingresar al boliche.

La cosa no mejoraba. Decidimos ir a la Costanera. Seguro al menos había algún auto con música. Gente, era el set de filmación de The Walking Dead, la serie de zombies más aburrida de la historia. Nadie. Era un desierto. Apenas algunos puñados de adolescentes borrachos y nosotros, tres viejos borrachos. Había más patrulleros que personas. Los policías se deben haber aburrido sin nadie a quien reprimir o pedirle documento por portación de cara. Encima había una traffic turbia de la policía que justo estaba estacionada a 10 metros nuestro. ¡Ni un porro pudimos fumar! ¡Ni un porro!

Pegamos la vuelta. Nieva encaró para su casa y con Barba nos tomamos esa lata que sabés es la de la resaca pero no lo podés evitar… porque sos un boludo. En fin, me acompañó a casa... al pedo, porque tuvo que volver a bulevar a esperar un taxi. Y yo me quedé dormido mirando MindHunter en Netflix como a las 6 y pico. Pero antes de eso, cuando todavía estábamos en bulevar, llegamos los tres a la misma conclusión. Macri ajustó hasta la Navidad.

Miren, yo estoy podrido de que todo caiga en “la grieta”; no la avalo. Ya algunos/as me politizaron al gato porque lo llamo “Gato”. Me cansé. Pero les juro que este tipo es el Grinch. Todo rompe. Hasta la navidad. Macri me dejó sin Conversadora Bulevar Fest.

Yo no sé si es la malaria o la tristeza macrista, como dice una compañera del periódico. Yo diría que es la malaria macrista que entristece y la gente no tiene ganas ni guita para festejar como antaño. Y si usted me dice que es solo una percepción mía, le cuento algunas cosas: no hubo heridos por pirotecnia; hubo sólo 12 vehículos secuestrados por alcoholemia positiva, entre autos y motos; sólo dos heridos por agresiones con armas blancas y ninguno está grave. Ustedes me dirán. “¡Pero es bueno que no haya heridos ni que la gente asuste a los perros con los cuetes”. Deje de mirar la mitad del vaso llena, que con alegría y optimismo nos estamos hundiendo cada día un poquito más. No es bueno que la gente esté triste. La gente chupa menos, la gente tira menos cuetes, la gente compra menos regalos, la gente no celebra porque, quizás, no tiene nada que celebrar.

Discúlpenme si quedo como fundamentalista. Me odiaría a mí mismo. Es solo una hipótesis. Una conjetura apoyada en inquietudes y algunos datos empíricos escasos que pretenden explicar por qué anoche quedé sin 3ra. edición de la CBF. Al menos todavía me queda Crónica para que me anuncie la llegada del niño dios… si no me aumentan el cable.

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