Este fin de semana Sig Ragga volverá a Tribus para hacer, por primera vez, una fecha doble. Antes, charlamos con su cantante, Gustavo Cortés.

La música que hace esta banda cumple uno de sus objetivos declarados que es el de montar una situación de escape de “lo real”. Con prestar un poquito de atención, alcanza para comerse el viaje. Las luces, las caras brillando de tan blancas, los volantazos de ritmo y tiempo son sorpresivos e inesperados, también son impecables. Van del reggae llano a una sinfonía épica con la simpleza de un cambio de gesto.

Tavo Cortés ceba mates en el living de su casa, alumbrado por el brillo natural de una siesta de otoño. La imagen es totalmente opuesta a la de su no alter ego, un extraterrestre blancuzco que, junto a sus secuaces, interpretan canciones no siempre descifrables para nosotros. Esta mañana, cumplió tareas bien cotidianas y terrenales, como pasar a buscar un teclado que estaba para arreglar, resolver una venta y dar clases (“más allá de necesitar la plata, al enseñar me obligo a estudiar tanto como me propongo aprender de los alumnos, a pensar sobre las cosas que me proponen”).

En todo caso, el combustible de las fantasías, según el Tavo, está siempre a mano: “No pienso que estos personajes sean de otro universo. No pienso que lo fantástico pertenezca a otro universo, es un modo de interpretar el mundo, de vivenciarlo”, deduce. De un momento a otro, siente la necesidad de contar cómo es el ejercicio que no son más ni menos que juegos mentales que hacen para entrar al mundo de cada canción: “Nos juntamos a tocar. De golpe vos tiraste dos acordes y yo ya tengo una impresión, o una idea, una idea total del paisaje total: adónde estamos, qué tono tiene, qué colores tiene, de qué se habla ahí. Tengo cierto contacto primero fundante que, si no está, listo, se deja”. El mate quedó quieto en la mesa por un ratito, nos quedamos callados pensando.

Tavo Cortés por Mauricio Centurión.

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     Siempre estoy conversando con alguien. De mi pasado, de mi presente, hasta cuando cierro todo para cantar solo.

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La última canción de Aquelarre (2013), “Rebelión de los esclavos técnicos”, está cantada en una neolengua (no es la única, claro), que sin palabras inteligibles promete lo que anuncia en el título: “Mi expresión artística está ligada con mis intereses políticos, desde ya. Siempre fantaseo con la rebelión popular. El acto creativo me permite, de algún modo, hacerlo real, poder verlo, como una película. Aunque sea en una canción, logro que eso exista”.

A pesar de estar resignado a que una canción no alcanza para cambiar el mundo, Tavo espera con ganas que llegue la fecha doble de este fin de semana para estar cerca de la gente y recargar energía, a pesar de que sus proyectos prosperan, admite la necesidad de seguir siendo un vago callejero: “No veo la hora de que la gente salga a la calle y todo cambie, lamentablemente nos tienen agarrados con el miedo porque los muertos siempre son de nuestro lado”.

Para esta noche

Como las entradas para el show del sábado 9 están agotadas, solo hay chance de conseguir para esta noche: desde las 19 en Tribus Bar & Arte (Pedro Vittori 3523). El show empieza 21:30 tanto hoy como mañana.

 

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