En 2008, la ración valía $2. Hoy, $31,28. El desafío de agudizar el ingenio para elaborar un plato nutritivo.
En mayo de 2008, el valor de la ración para comedores escolares ascendía a $1,50, a lo que se añadía el aporte de $0,50 proveniente de fondos nacionales en concepto de Refuerzo Nutricional, lo que totalizaba $2, mientras la copa de leche alcanzaba $0,55. De esa manera se abastecía a 1.014 escuelas que asistían diariamente a 189.398 chicos y a 439.895 con copa de leche.
A estos valores se los puede ponderar también según la variación del dólar, lo que determina que en 2008 la ración de comedor escolar equivalía a USD 0,63 y en 2018 a USD 1,25 (en mayo de 2008, el dólar cotizaba a $3,16; en mayo de 2018, a $25).
En el cruce de los números, los efectos inflacionarios y la tarea cotidiana de quienes deben alimentar a los chicos en los comedores escolares, deviene una realidad que puede sintetizarse en la suma del empeño y el ingenio. En varias ocasiones, Pausa se encontró con la misma respuesta: “No alcanza”, aun respetando los parámetros alimenticios elaborados por el Ministerio de Educación. Y ante la insuficiencia monetaria para elaborar un plato nutritivo, los ecónomos “hacen todo lo posible” por abastecer una necesidad que excede los límites de la institución educativa. En palabras de directivos y referentes de las cooperadoras escolares, el plato que cada niño o joven recibe puede resultar el único que ingiera en el día ya que en su hogar se sufre la falta de sustento. Pensar en el rol social del comedor escolar obliga a observar la pobreza como un condicionante, pero también al Estado que no deja de aportar y abastecer aunque debería planificar políticas que trasciendan el mero incremento de las partidas. Porque, en definitiva, el comedor reemplaza la mesa de la casa.