Por su gran culpa

Pañuelos, un par de culos y figuras religiosas. Un cóctel suficiente para desatar un escándalo nacional, con obispos indignados y fieles pidiendo que “rueden las cabezas de los responsables”. Se podría decir, sin haberla visto –como la mayoría de sus detractores-, que Dios, la obra presentada en Rafaela el último fin de semana, cumplió su cometido: provocar.

En la reseña ya se detallaba que era para mayores de 18 y que podía herir la sensibilidad religiosa de algún espectador. Las fotos, publicadas luego, fueron las del revuelo. Dos personas desnudas poniéndoles pañuelos verdes a figuras del Papa y la Virgen. “Es un agravio al espíritu religioso”, “no se respetó la fe cristiana”, expresó en un comunicado el obispo Luis Fernández.

La obra buscó poner en tensión la relación que  existe entre la Iglesia Católica y un Estado que se pretende laico; la injerencia de la Iglesia, como institución y no tanto como fe, en un debate sobre salud pública y derechos, como es el de la legalización del aborto.

Mujeres, trans, lesbianas, gays, minorías étnicas, fuimos –y somos aún- objeto de risa en cientos de obras, películas y canciones. Las representaciones estigmatizantes y denigrantes de nuestras vidas y cuerpos han estado siempre en grandes carteleras a todo color. Reírse del puto, de la trava, de los bolitas y que las mujeres seamos solo culos para mostrar, no parece indignar más que al movimiento feminista y de la diversidad sexual. Pero basta un pañuelo verde sobre la Virgen para que la furia de Dios y sus secuaces caiga sobre actores y directores, sobre el teatro y su mensaje crítico.

Esa Iglesia que hoy lleva curas, monjas y miembros del Opus Dei a los debates en el Congreso; que desde sus púlpitos amenazan a legisladores con la excomunión si votan la ley; que hace marchar a niños y niñas a paso militar y con pañuelos celestes; es la misma que obstaculiza la Educación Sexual Integral en los colegios, que llamó a “una guerra de Dios” cuando se debatía el matrimonio igualitario, que aún hoy pregona la abstinencia como método anticonceptivo y que sigue barriendo bajo la alfombra su pedofilia institucionalizada. Si quieren, con todo eso sobre la mesa, hablemos de respeto y ofensas. Lo demás, es humo de incienso para la gilada.

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