“Hoy el jefe de gabinete ha dicho que la política económica no fracasó. Dime de qué te jactas y te diré de qué adoleces. Le quieren hacer pagar a los docentes y a los trabajadores de Argentina y a la universidad pública la crisis y el fracaso de su política económica. Y tiene miedo el gobierno. Tiene miedo de esto. De la rebelión universitaria, de que sigamos movilizados. De que los abrazos en La Plata o las movilizaciones como la de Córdoba empalmen con el movimiento obrero. Porque en La Plata el abrazo terminó en una movilización masiva a la gobernación de Vidal después de la represión al Astillero Río Santiago”.

No se dijo el nombre del estudiante que rugió esas palabras en la noche del 30 de agosto. La jornada había comenzado bajo la lluvia, el viento y el frío, para quedar apretujados y buscar calor bajo las luces de Avenida de Mayo, a la hora de los discursos.

Fueron los “representantes del movimiento estudiantil”. Inmediatamente antes había hablado, casi como en una disculpa, un líder de la Federación Universitaria Argentina. Demoraron en confirmar la presencia. El acto había comenzado con la palabra de los titulares de las distintas federaciones sindicales docentes, cada uno por su nombre. Y después de la voz de los estudiantes, siguieron con sus nombres.

Pero fue ese estudiante de remera roja el que puso el título. Al lado de una joven de la JUP, con casaca azul. Un verde con letras amarillas, de anteojos, de esa larga, vieja y potente tradición, la de los chinos. Y había una joven del MNR. Y varies independientes. Atravesándoles, todo el tiempo, en pañuelos y en las tomas, el tsunami verde. Leyeron un documento conjunto. Las hojas impresas en sus manos tenían los bordes desechos por la humedad del día.

Nunca se supo el nombre de ninguno de ellos. La juventud es el sujeto.


Cae Santa Rosa sobre un incendio. Los bondis salen de todo el país, el dólar había cerrado a la noche a $34.50, su cotización era el tema de conversación en la explanada del Rectorado, también los cuentos de las tomas.

Un edifico completo de Ciudad Universitaria le dio sentido al gesto de su arquitecto. Era un tipo que se movía por la educación pública, uno de los líderes de esas pequeñas victorias del estudiantado: el día en que Arquitectura dejó de ser sólo de la Católica y se fue para la pública. El tipo sabía del octógono original, el de Química, y sus asambleas de los 70. Lo replicó en Ciudad Universitaria, como símbolo. Varias décadas después, la explanada vio la asamblea interfacultades más multitudinaria de la democracia reciente. Era uno de los sueños de Carlos Chiarella, el arquitecto, para ese edificio.

Una siesta en el colectivo, con la lluvia rutera, abrir el telefonino y ver el dólar a $40. La masa informativa del día, el eco de un derrumbe retumbando a las 17:00, sobre la Avenida de Mayo camino a la concentración en el Congreso. Fuerte, más que los truenos que exaltaban el agite de los redoblantes.

La salida fue caótica, no iba al frente la organización, algunos ya se habían apostado sobre Casa Rosada y algunos esperaban en 9 de Julio. La gran arteria de la república, poblada de los universitarios. Los estudiantes migrantes formaron un frente propio, detrás de una bandera de tira.

Un toque de sol cayó en las cuadras cercanas a Casa Rosada. A puro Redondos se iban agolpando los universitarios. Cerca de las 19:00 arrancaron los discursos. A tres cuadras ni se escuchaba, todos se mantuvieron allí, y en las diagonales Bolívar y Sáenz Peña y las intermedias. Eran 350 mil personas. Y las plazas en todo el país.

Adul estuvo sobre el escenario, Amsafe también. El micrófono fue abierto por la Fedun, que pidió avanzar sobre la paridad de género en la academia: profesorado, decanatos y rectorados. Claudia Baigorria levantó antes con cantitos: “Qué cagazo, qué cagazo, obreros y estudiantes como en el Cordobazo”. Después Conaduh, con Luis Tiscornia, Fatun, con una remembranza de los 90 y de López Murphy, los estudiantes y Sonia Alesso, por CTERA. Para Carlos de Feo, de Conadu, fue el cierre.

Sobre el escenario estaba también Sergio Maldonado. Se recordó el nombre de su hermano, el de Carlos Fuentealba y dos nuevos: Sandra Calamano y Rubén Rodríguez, víctimas de una explosión de gas en la escuela pública de la provincia de Buenos Aires. Norita Cortiñas llegó junto a uno de sus familiares y su pancarta.

Faltan pocas horas para la apertura de una nueva mesa paritaria. Todos los sindicatos docentes fortalecieron su posición, en las calles. Todos tomaron el compromiso de no ceder poder adquisitivo. “No vamos a abandonar las calles argentinas y vamos a llenar el Congreso para decirles que queremos presupuesto para la universidad y la educación pública”, advirtió Alesso.

Los estudiantes tienen los pies mojados de pisar tanto charco. Las medias congelan, hay quienes tiritan un poco. Profesoras jubiladas activas del sindicato de UNER, Sitradu, están exultantes. Una supo caminar junto al viejo Alfredo Bravo. Se abraza con un profesor que vio comenzar como auxiliar docente cuando todavía cursaba tercer año. Un estudiante suyo de los 90 que sube al mismo colectivo de los estudiantes de hoy. Los bondis vuelven. La juventud también.

Falta poco para la Primavera del 18.

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