Tres facultades de Ciudad Universitaria en manos de los estudiantes, decenas en todo el país, y marchas nunca vistas marcan un nuevo hito de una generación que hace historia.

Se dieron cuenta en el estudiantazo, el 23 de agosto sobre la explanada del Rectorado. Pudo haber sido la enorme convocatoria, los chiflidos al presidente de la Federación Universitaria del Litoral (FUL) y a la Franja Morada, el aguante hasta la mañana del otro día, en una madrugada de con velas, truco, guitarreada y el chijete insoportable de la esquina de San Jerónimo y Bulevar, o la fuerte adhesión de los docentes a lo que en ese momento eran ya tres semanas, hoy cinco, de paro. Algo estaba vibrando. Las tomas de la Facultad de Trabajo Social y de Ciencias de la Educación de Entre Ríos, el 23 y el 24, marcaron el hito para todo el país. Santa Fe no se quedó atrás y el 27 se declaró la toma de Humanidades y Ciencias y del Instituto de Música. La toma de Arquitectura, el 28, acentuó el gesto desafiante: la asamblea de autoconvocades le pasó por encima al Centro de Estudiantes, cuya conducción se oponía tajantemente.

Pocos días después, el 30 de agosto, ocho colectivos zarparon desde la UNL, bajo una lluvia insistente, para la marcha nacional universitaria. Desde Entre Ríos salieron tres. Para ese entonces, ya iban cuatro semanas de paro continuado en 57 universidades del país, mientras que las tomas brotaban en Buenos Aires, Córdoba, Salta, Mar del Plata, Rosario, Río Negro, La Plata… Facultades y rectorados copados por los estudiantes, en un rugido que nunca se vio en la historia de la democracia reciente. Con toda esa efervescencia previa, en Capital Federal la sorpresa se repitió como alegría: Avenida de Mayo y las diagonales que confluyen en Casa Rosada quedaron abarrotadas de estudiantes, docentes, graduados, no docentes, científicos, investigadores, padres y madres, 350 mil personas en un incendio bajo la tormenta de Santa Rosa, con el eco del derrumbe económico y la disparada del dólar en todas las conversaciones.

El octògono y las escaleras están pobladas de los enseres de los estudiantes, que hicieron propia la defensa de la universidad pública. Foto: Mauricio Centurión.

A la vuelta, los asombros de los primeros días se habían transformado en furia desafiante. Por su cuenta y por fuera de la FUL, los estudiantes protagonizaron una marcha masiva el 3 de septiembre que fue desde la Ciudad Universitaria al Rectorado ida y vuelta.

La jornada terminó con la ratificación de la toma de Arquitectura y una noticia: la toma de Ingeniería y Ciencias Hídricas. Como en la Reforma Universitaria del 1918, como en el Mayo Francés de 1968, los estudiantes están marcando que no sólo son herederos de una tradición de lucha sino que son los constructores de la transformación del futuro.

Alegre ciudad

Una baranda fuerte a cebolla inunda el edificio de Humanidades. Organizados en comisiones, los estudiantes meten clases abiertas, ordenan las donaciones, regulan los lugares de descanso y los horarios de las asambleas y los debates. Todas las noches cerca de 200 personas duermen en su universidad. Son las 15:00 y el cocinero explica que al mediodía se sirvieron cien platos de fideos con salsa de cebolla. En las escaleras que llevan a las aulas de Arquitectura se amontonan bolsas de dormir, mochilas y bultos de ropa. Por megáfono se pide desalojar el octógono, cuatro jóvenes pasan rápido el estropajo para mantener el lugar limpio. En el Instituto Superior de Música no se escuchan acordes perdidos de ningún instrumento componiendo por azar una pieza de free jazz. La toma aguantó cerca de cinco días y luego se levantó. Muchos estudiantes se sumaron  a sus compañeros de edificio –los de Humanidades y Arquitectura– mientras que los docentes se pliegan en bloque al paro.

[quote_box_right]El estudiantado y sus tomas son el actor principal del reclamo, pero también se sabe que el paro por tiempo indeterminado de los docentes es sustancial.[/quote_box_right]

Durante la primera semana de tomas el estudiantado presenció clases públicas de semiótica, historia de las movilizaciones sociales, las disputas territoriales, el movimiento estudiantil en los 70, teoría política, proyecciones nocturnas de películas, charlas sobre reciclaje, abolicionismo penal, violencia policial, feminismo, filosofía, reuniones de activismo LGBT. Junto a la referente del movimiento de Derechos Humanos Lucila Puyol, la periodista Marta Dillon visitó el lugar el 30 de agosto, un día de lleno total, en el marco del inicio del juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en Rafaela (ver página 5). Mauricio Centurión y Victoria Martín aportaron a un debate sobre la mirada en la fotografía. Hasta hubo un curso de baile estilo Vogue y una clase abierta de capoeira.

Prácticamente todos los días los estudiantes se congregan cerca de las 18.00 para hacer una asamblea y resolver los pasos a seguir. En esos debates se organizan las actividades –que fueron muchas más que las enumeradas– y las protestas futuras. También se divulgan las noticias que llegan de diferentes puntos del país y se va midiendo el pulso del conflicto. El estudiantado y sus tomas son el actor principal del reclamo, pero también se sabe que el paro por tiempo indeterminado de los docentes es un factor sustancial para que la protesta no se vuelva un salto al vacío.

Los debates estudiantiles profundizan no sólo en el ajuste salarial y presupuestario, sino también en las cuestiones académicas y de su propia representación. En el documento leído en la movilización del 3 de septiembre se propone:

-Ejecución del 5% del propio producido por la Universidad para mejorar las condiciones de bienestar estudiantil y garantizar la creación de una beca universal de comedor.

-Creación de una comisión vinculante interclaustro de revisión y control de los gastos de la universidad.

-Revisión integral de los criterios para promover acciones de extensión, vinculación y transferencia de conocimientos productivos.

-Incorporación de una perspectiva de Educación Sexual Integral en todos los planes de estudios cuyos títulos otorguen competencias pedagógicas.

-Incorporación de una perspectiva de género y diversidad en todos los programas de las materias de cada carrera y en todos los proyectos de investigación y extensión.

-Implementación efectiva de políticas que garanticen la eliminación de la violencia por orientación sexual e identidad de género.

-Creación de guarderías paterno-maternales para estudiantes madres y padres.

-Creación de gabinetes psicopedagógicos en cada unidad académica.

El último punto fue quizá el más urticante. Frente a lo que parece una burocracia con artrosis, los estudiantes pidieron “Que la FUL convoque a un congreso extraordinario para organizar un plan de lucha”.

Mi primera vez

Esta generación conoce el 89 a través de los libros y el 2001 por sus padres o como un recuerdo borroso de la niñez. Son historias viejas, pero son presente. Una herencia puede ser una bendición o puede convertirse en un yunque sobre la nuca. La juventud está fumándose el curso más acelerado de malaria neoliberal del que se tenga registro, pero su respuesta es eléctrica, como un rayo. Son desfachatados y toman de las experiencias pasadas, de la resistencia y derrota de los 90, de la épica y la tragedia de los 70, sólo aquellas herramientas que les pueden servir, sin veneración y con justo respeto. Las decisiones que están tomando hoy les permiten significar, cuando miran para atrás, el camino recorrido. Hoy están decidiendo quiénes son. En el tsunami verde y en la marea universitaria, la juventud volvió a volcarse a las calles y a la política. La juventud volvió y es el sujeto que adelantó en el calendario esta Primavera del 18.

La última propuesta

Tras cinco semanas de paro, e innumerables ofertas de aumento trancadas en el 15%, el lunes 3 los docentes recibieron una nueva propuesta salarial por parte del gobierno nacional, que se pondrá a consideración el viernes 7. Con una nueva serie de adicionales remunerativos, la oferta alcanzaría en cuotas un 24% de suba salarial para los profesores titulares, 26% para los ayudantes de primera y 25% para los preuniversitarios, como los docentes del Industrial de Santa Fe. Además hay una cláusula de revisión del acuerdo, con mecanismos de compensación, que se activa en diciembre de 2018 y febrero de 2019, sobre la base de que el gobierno ya admitió que la inflación proyectada para este año será del 42%.

Mientras tanto, la subejecución presupuestaria es la modalidad elegida para recortarle los fondos a las universidades. Según la Asociación Argentina de Presupuesto y Administración Financiera Pública, al 24 de agosto el gobierno apenas devengó 379 millones de pesos para las universidades públicas de los 3703 millones que tenía comprometidos en el presupuesto 2018 para inversiones de capital: algo más del 10%. Allí se puede ver la realización del ajuste de 3000 millones de pesos que anunció la secretaria de Políticas Universitarias de la Nación, Danya Tavela, en marzo pasado.

Violencia es mentir

“Violencia institucional”, fue la calificación para las tomas que utilizó Franja Morada, que conduce la FUL y que aporta la mayoría de sus cuadros para el funcionariado de la universidad. El rótulo es inadecuado porque denomina a la violencia que el Estado o sus agentes ejercen sobre las personas, de arriba hacia abajo.

Las autoridades reaccionaron de diversas maneras a la movida estudiantil, que pasó por arriba a sus conducciones de base –con excepción de la de Humanidades– dejándolas en orsai. Hubo un poco de susto, malentendidos, ahora se sigue la evolución de los acontecimientos. Pese al avance de las otras agrupaciones, los estudiantes radicales todavía no se plegaron a las protestas. Llevaron adelante, en su lugar, una volanteada en el TC 2000.

[quote_box_center]La juventud está fumándose el curso más acelerado de malaria neoliberal del que se tenga registro, pero su respuesta es eléctrica.[/quote_box_center]

Junto con Ciencias Jurídicas y Económicas, Arquitectura es uno de los bastiones históricos de Franja Morada. La toma, decidida por asamblea, descolocó a todos. El 3 de septiembre, mientras se vació Ciudad Universitaria por la marcha, uno de los aularios rebalsó de docentes, no docentes, graduados y estudiantes de Arquitectura y Diseño en una reunión para debatir la situación universitaria. En los hechos, la toma estaba en debate.

Con elegancia y educación ejemplar, parecía una comunidad élfica, las exposiciones eran escuchadas en silencio y aplaudidas siempre. La asamblea de autoconvocades, artífices de la toma, recibió las casi disculpas del presidente de su Centro de Estudiantes, que no obstante lanzó la convocatoria a otra asamblea. Las preocupaciones son legítimas en todos los casos. Ese argumento utilizó en su favor la profesora Griselda Bertoni, que arrancó la primera ovación de pie: “Los paros molestan. Pero para eso están: para molestar”, recordó. El profesor Matías Dalla Costa, que está durmiendo en la toma desde que comenzó, fue más directo. Recordó a los docentes que ellos también radicalizaron sus protestas cuando se separaron de la Católica para crear la carrera de Arquitectura en la UNL. Por ahora, la toma de Arquitectura sigue. Vale recordar, el ícono de la Reforma Universitaria no es más que la foto de tres estudiantes en el techo del Rectorado tomado de la Universidad de Córdoba.

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