Me quedo con la torta

Fotos: Mauricio Centurión.

Hay dos frases contundentes sobre lo que Cambiemos cree que significa la universidad: “¿Qué es esto de andar abriendo universidades por todos lados?”, dijo Mauri en su momento. “Los que nacen en la pobreza nunca llegan a la Universidad”, aportó Mariu. Nos tenemos confianza, por eso los apodos.

El sitio web El gato y la caja, publicó un artículo titulado “La universidad de la calle”, que provee un dato revelador: el impacto a nivel presupuestario de las 17 universidades creadas durante el kirchnerismo “por todos lados” es del 4,4% del total destinado al conjunto de las universidades. En otras palabras: tres empanadas.

Las siete universidades más grandes del país se llevan el 51,2% del presupuesto y las universidades restantes, el 44,4%.

¿Por qué comencé el coso este citando a dos de mis personas favoritas en el mundo? Porque en esos porcentajes, ambos atropellos a la universidad pública y gratuita se aúnan.

Hace un tiempito, cuando Mau dijo que la universidad tenía que hacer un esfuerzo (más esfuerzo que el de intentar llegar a fin de mes con un sueldo docente que no supera la línea de pobreza), yo decía que el mensaje estaba destinado a “instituciones que albergan estudiantes de orígenes socioeconómicos bajos; universidades ‘populares’ (…) Instituciones donde la mayoría es primera generación de universitarios en su familia. Universidades donde la discriminación está satisfactoriamente reducida”. Los datos presupuestarios parecieran confirmar mi sospecha.

En primer lugar, de por sí hay que hacer el esfuerzo de sobrevivir con un presupuesto miserable (per se y en relación a lo que perciben las siete universidades más grandes del país). Un esfuerzo mayor sería cerrar carreras. Y sí, total el estudiantado de estas universidades nunca llega a la universidad.

Los datos marcan además las desigualdades clasistas que impone el presupuesto universitario. Para el pobre, pobreza. Para los ricos, una pobreza digna. Entonces, cuando se acusa a la universidad de no permitir el acceso igualitario a todos los ciudadanos y ciudadanas, con estas cifras y pronósticos, podemos ver que esas desigualdades también son producto de decisiones políticas y económicas que se toman a nivel gobierno. ¿Qué merecen las universidades pobres? Pobreza, insisto.

Por ser universidades nuevas, muchas de casualidad tienen edificios propios. Se van instalando en instituciones educativas y funcionan “de prestadas”. Eso hace que, de por sí, ya el cursado esté obstaculizado o pendiente de la disponibilidad de espacios. Es preferible a nada, lo sé. También sé que las escuelas se caen a pedazos. Bueno, imagínense cuando en una funcionan, además, universidades o institutos terciarios.

Esto también repercute a nivel simbólico. Muchos y muchas de los chicos y chicas que tengo de estudiantes en primer año de la facu, el año anterior en esa misma aula fueron a la escuela. Quiero decir: el contexto afectivo del pibe y la piba no ayuda a que se sitúen simbólicamente en una universidad. Y macana que eso no influye en el clic a otro modo de estudiar y de conocer el mundo.

Estudiar en pésimas condiciones desalienta a los y las estudiantes a sentir placer por ir a la facultad. Y no ven, muchas veces, resultados efectivos a corto plazo. No se trata de que el pobre no llega. Llega, pero la política universitaria, muchas veces, lo expulsa.

Se puede decir que la distribución tiene que ver con la masividad de las universidades. Seguro una universidad con 15 facultades tiene más estudiantes que una con cinco. Sin embargo, la relación no es directa, porque en las universidades nuevas llenas de pobres que no llegan a la universidad se dictan carreras como profesorados o tecnicaturas que tienen de a miles de inscriptos en contraste con alguna ingeniería o biotecnología que, tal vez, compense por la escasa matrícula. Es una cuestión política también: qué carrera tiene más prestigio, qué carrera estudian los chicos del La Salle Jobson y qué carrera los de barrio Acería. Está claro que las desigualdades clasistas presupuestarias tienen su correlato en las desigualdades a nivel cultural y simbólico. ¡Parece que en la facultad hasta aprendí a chamuyar con Marx!

En fin, la cosa es que Mau y Mariu identificaron muy claramente su blanco: los pobres. Obvio que la cosa es contra toda la universidad. No vamos a andar peleándonos entre pobres. Pero el achique se va a notar mucho más en los que menos tienen, como siempre. Y porque es más fácil sacarle al pobre, total está acostumbrado a ser pobre y a que, como dijo Macri, “entrar a la universidad gratis es un privilegio”, no un derecho. Va a ser más fácil de convencer de que lo habían malacostumbrado a poder educarse  como lo hacen las clases media y alta. Qué ilusos. Acostumbrados a que, por una vez en la vida, les tocara el pedazo de torta más grande.

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