Me apuraron con el cierre del periódico (de manera pacífica y civilizada, quiero aclarar) y me preguntaron si al menos ya tenía tema. Desde luego que no. Pero le dije al jefe, como para que crea que va a poder cerrar la edición temprano y dormir un poco más, que iba a escribir sobre una vez que me fui a comprar una pava y me dijeron que si la compraba por internet era más barata, entonces agarré el teléfono y desde la puerta del local compré la pava, entré y la retiré y yo no sé qué carajos pasa que todavía no nos morfaron los zombies como para salvar lo poco de dignidad humana que nos queda... Y el tipo me propone: “¿Sobre Macri y el nazismo? Eso de aislar a las personas envilecidas, etc.”. Mientras le preguntaba al jefe si eso había pasado en serio, por dentro pensaba por qué todavía me sorprendía algo de estos tipos que un día nos dijeron que no nos iban a sacar lo que ya teníamos y dos años y medio después no tenemos ni Ministerio de Salud.

¿Qué dijo Mauri? A raíz de un video en el que el presidente visitó a una pareja de emprendedores que abrieron una pizzería en Escobar (Buenos Aires), a la pareja parece que le desearon lo peor del mundo por ser macristas. Quiero decir que darle validez epistemológica a comentarios de perfiles virtuales de redes sociales es también digno de que nos morfen los zombies. Lo digo como docente de Epistemología y como ser humano con un porcentaje de sensatez menor a la media. Eso derivó en que Macri publicara un texto en su Facebook que, en un párrafo, se refiere así a los que insultaron a la pareja: “El único antídoto ante este veneno social que persigue inocentes es mantenerse unidos. Tenemos que aislar a las personas envilecidas que buscan el fracaso de los demás”.

Más allá de lo que yo crea, lo que dijo Macri es muy grave porque recupera conceptos gestados por la ideología llamada “darwinismo social” impuesta por el nazismo en Alemania. En este texto en particular, trata al que está del otro lado de “venenoso”. El veneno es tóxico y mata. Es asesino. Pero además es una propiedad con la que se nace. El animal venenoso nace así, no se hace. No lo puede evitar ni controlar. Porque el veneno está en la naturaleza del animal. Como la serpiente. Pobre serpiente, ella quizás no quería. Sólo lo hace para defenderse. Bueno, yo también: por eso le corto la cabeza. Porque contra el venenoso, el antídoto es ese: cortarle la cabeza. Acabar con su naturaleza. Porque es peligrosa e inferior. Es inferior porque sucumbe a sus instintos animales.

El primer paso está consumado: definir al otro como amenaza. Identificarla como peligro. Que la sintamos como peligro, como cuando escuchamos césped moverse, aceleramos el paso… o leemos esto y pensamos en serpientes y levantamos los pies si estamos sentados. Y contra el miedo hay que defenderse como podamos. Reaccionar como podamos. Pero mucho mejor si es teniendo la ley de mi lado. Que si me quiero defender, me ampare. Macri está de ese lado, pero cuándo y con quién le conviene. Con las mujeres pidiendo por el aborto legal, seguro y gratuito para no morir en la clandestinidad no estuvo. Con los jubilados en la reforma previsional, tampoco. Sí estuvo, sin embargo, para vetar la ley contra los tarifazos. O quitar las retenciones. O ponerlas diciendo que es un impuesto muy malo. La soja parece que no es venenosa.

Segundo paso: aislarlo. Separarlo. Porque total está fuera de la ley. Esto es lo que hizo Hitler en Alemania. Identificar al enemigo de la raza aria y perseguirlo, separarlo y aniquilarlo con la excusa de defender la pureza, la dignidad y el buen sentido alemán al resguardo del veneno social que la amenazaba. Del peligro que acechaba el convivir pacífico teutón. Y lo hizo ley. Pero primero, para lograr todo eso tuvo que convencer al pueblo alemán de quién era el enemigo, la enfermedad social que había que erradicar, porque podía contagiar a la raza aria. Y quién era la excepción, no la norma. Por eso al Estado nazi se lo conoce como un Estado de excepción; no de derecho.

¿Y qué pasa cuando fuera de la ley queda el pobre? ¿Y cuán lejos de la pobreza estoy yo? ¿Qué me hace estar tan seguro de que siempre voy a estar del lado Macri de la vida? ¿Qué me hace pensar que ahora lo estoy o que alguna vez lo estuve? ¿O acaso ustedes tienen un helicóptero para ir a buscar a su hija a la escuela? Yo tampoco. Y no tengo a nadie cerca que tenga. Entonces, ¿contra quién creemos que estamos peleando? ¿Quién creemos que es el veneno social? ¿A quiénes están dejando cada vez más afuera de las leyes? ¿A quiénes les quitaron el refuerzo de la vacuna contra la meningitis? Al hijo del choriplanero y al nuestro, pero no a Antonia. Y si tengo que aclarar que el problema no es que Antonia tenga la vacuna, sino que el resto no la tiene, es porque en serio merecemos que nos extingamos comidos por los zombies. Pero no nos merecemos comernos entre nosotros, mientras somos la comida de alguien que está efectivamente hambriento y que hace política para divertirse con sus amigos.

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