¿Ciudades concentradas con periferias dormitorio o tejidos urbanos con múltiples centros? Reflexiones sobre nuestra urbanidad en el marco de la pandemia.

La pandemia Covid 19 se manifiesta con particular fuerza en las grandes ciudades de todo el mundo, escenarios en los que, desde las últimas décadas, la población mundial tiende aceleradamente a concentrarse.

Los cambios en hábitos y conductas colectivas que la propagación de este nuevo virus viene ocasionando a escala planetaria han habilitado reflexiones, hipótesis y la construcción de múltiples escenarios futuros por parte de urbanistas, arquitectos, economistas, sociólogos, politólogos y otros científicos sociales sobre los cambios que se operarán –o que deberían operarse– en las ciudades una vez que el virus sea controlado y se evalúe la adopción de medidas que ayuden a prevenir la repetición de eventos similares.

En Argentina, al igual que en otros países de América Latina, las grandes urbes han tendido a expandirse ocupando el suelo de manera híbrida: una ocupación intensiva en las áreas centrales y otra extensiva, poco densa, en las áreas periféricas, combinando así elementos de ciudades “compactas” (como las europeas, principalmente) y elementos de ciudades “difusas” (Los Ángeles es el ejemplo paradigmático). En efecto, en muchas ciudades de la región se distinguen, por un lado, áreas céntricas que sí cuentan con alta densidad poblacional, diversidad de funciones (residencia, producción, consumo, esparcimiento, etcétera) y dotación de servicios (transporte, redes de agua, gas, desagües cloacales) y, por otro, áreas periféricas menos pobladas, que desempeñan casi exclusivamente una función residencial, donde la prestación de aquellos servicios es más deficiente, al igual que la dotación de infraestructura y equipamiento colectivo (parques, escuelas, efectores de salud, por mencionar algunos ejemplos). El mismo Estado (local, provincial o nacional) muchas veces contribuye con sus intervenciones habitacionales a acentuar esta expansión horizontal y los problemas que se le asocian (basta pensar en ejemplos recientes tales como Procrear y Mi Tierra, Mi Casa).

Este patrón de urbanización tiene algunas consecuencias poco convenientes en términos sociales: fragmentos de la ciudad poco o mal integrados al tejido urbano, hecho que atenta contra la movilidad de la población que allí se localiza y refuerza su segregación socio-espacial; dificultad para realizar las grandes inversiones públicas necesarias para extender la provisión de servicios; alto consumo de suelo y energía (en este último caso, por los desplazamientos pendulares vivienda-trabajo) y la lista podría ampliarse. Estos rasgos resienten el acceso a las “centralidades urbanas”: aquellos lugares que –sin ser necesariamente “el” centro de la ciudad– reúnen, mixturan, amalgaman, como se dijo antes, atributos residenciales, comerciales, de esparcimiento, entre otros, que son valorados por citadinos y citadinas en tanto permiten diversidad de prácticas y usos y condensan imaginarios colectivos compartidos. Estas centralidades –y su jerarquía– constituyen la esencia del espacio público y hacen al “derecho a la ciudad” que amplios sectores sociales vienen reclamando en los últimos años. En ellas los poderes político y económico suelen concentrarse, ellas acercan bienes, recursos y oportunidades que hacen al bienestar material y simbólico de la población.

Si a la luz del Covid-19 la alta densidad poblacional que se observa en las áreas céntricas de las ciudades pasa a ser conceptualizada más como parte de un problema (facilitar la propagación de la enfermedad) que como parte de una solución (darle al suelo urbano y a la infraestructura de servicios un uso más intensivo y eficiente), quizás sea oportuno reincorporar al debate público y a las agendas de gobierno la discusión –poco novedosa pero no menos importante– por la conformación, consolidación y revitalización de nuevas centralidades o subcentralidades urbanas que, en zonas de urbanización dispersa, ayuden al diseño de ciudades policéntricas, más equilibradas en cuanto a densidades poblacionales y desarrollo territorial, con flujos polidireccionales de movilidad, en las que puedan ser menores las distancias de desplazamiento. Estos nodos deberían contar con el empuje del Estado local, adecuando la normativa urbanística correspondiente, acondicionando corredores de circulación, plazas y parques, recuperando edificios de valor patrimonial y estimulando a actores privados a realizar inversiones (gastronómicas, recreativas, inmobiliarias, culturales, deportivas, financieras) que de modo sinérgico “reanimen”, en conjunto con el comercio de calle y de proximidad, los sectores/barrios de la ciudad objetos de intervención. De hecho, podría incluso repensarse si es necesario o no reforzar la política de distritos de cara a que sus centros administrativos asuman mayor protagonismo en cuanto a oferta de actividades culturales, recreativas, etcétera.

Incluso a nivel metropolitano deberían postularse y abordarse iniciativas de este tipo, para que ciudades como Santo Tomé, Rincón, Sauce Viejo, entre otras, con las que Santa Fe se vincula a nivel físico, funcional, económico, político y social, morigeren su rol de “ciudades dormitorio”.

La propuesta por recuperar estos debates no desconoce que la actual coyuntura es de marcada escasez de recursos públicos, que las múltiples y variadas urgencias cotidianas van posponiendo la implementación de obras estructurales pendientes desde hace décadas ni que la actividad económica dista de reactivar y dibujar un horizonte más prometedor. Sin embargo, se considera oportuno plantearla para que algunas de las ideas expuestas, tratadas con continuidad y perseverancia en el tiempo, con voluntad política y experticia técnica, conduzcan a centros urbanos con menores exigencias para sus habitantes (medidas en tiempos de desplazamiento, déficits de servicios, encarecimiento de alquileres, por ejemplo) y con mejores reflejos para afrontar los desafíos de eventuales nuevas pandemias.

El autor es Doctor en Ciencias Sociales e investigador en Conicet (Ihucso-UNL)

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