Desde Barcelona, el escritor peruano Juan Manuel Chávez repasa los proyectos que lo vinculan a la Argentina y recupera algunos recuerdos de su visita a Santa Fe en 2019.

En 2019, el escritor e investigador Juan Manuel Chávez estuvo en Santa Fe. De la ciudad rescató, en un puñado de palabras fantásticas, acaso los mejores paisajes que exhibimos: el cervezoducto y cruzar a pie el Puente Colgante lo encantaron. Había llegado a la capital santafesina para coordinar dos talleres de escritura en la Feria del Libro y presentar su novela “Ahí va el Señor G” (Editorial Campo de niebla, 2017), una historia de sismos y mar en Lima.

"Las ferias son una fiesta", afirma el autor peruano, que actualmente reside en Barcelona y añora volver a pisar suelo argentino. Sus novelas son “Cassi, el verano”, “El barco de San Martín”, “La derrota de Pallardelle”, además el libro de cuentos “Sonríen los desamparados”, el ensayo “Limanerías” y la historia para niños “El rinoceronte que quería ser unicornio”. Por la calidad de su obra literaria fue premiado en numerosas oportunidades.

El 14 de septiembre de 2019, Juan Manuel Chávez publicó en su muro de Facebook el siguiente texto sobre la ciudad de Santa Fe:

“¿Quieres vivir el progreso? Pues que no te engañen con cuentos futuristas en tu capital, pocas ciudades de vanguardia como Santa Fe en Argentina. Y no me refiero al planeamiento urbano con la abundancia de rotondas para afrontar el caos vehicular (que no padece la ciudad), tampoco al espectáculo de su puente colgante (que alguna vez se desplomó, no se cayó), hablo de algo más constitutivo de nuestra propensión a la dicha: ahí donde los países glorifican sus oleoductos y gasoductos como paradigmas de las actividades extractivas para sus proyecciones financieras, en Santa Fe ostentan un cervezoducto que es motivo de orgullo local.

En este lugar donde no he visto un solo ebrio en la calle y nadie camina con botellitas de plástico llenas de agua, existe el privilegio de beber la cerveza directamente de la fábrica sin visitar sus instalaciones, gracias a una ingeniería pionera al servicio de la cebada y del lúpulo. Desde el entramado mecánico de la Cervecería Santa Fe, la bebida dorada se canaliza por los aires del espacio público al grifo, al chopp, a la canisha para verter su espumoso amargor a un vaso liso, emblema de la ciudad.

En Santa Fe, bajo las alegrosas sensaciones que produce el consumo de la cerveza, se desmoronan las profecías apocalípticas de los naturalistas sobre la tecnología como destructora del ser humano; por el contrario, aquí se consigue con fraternal brindis la conjunción simbiótica de la máquina y el espíritu de las personas, sobre todo el espíritu etílico que hasta los más sosos llevan dentro”.

Sin apuros, cerca del Mediterráneo

Sobre sus días en Barcelona cuenta que “van tranquilos, sin grandes apuros. Leo mucho y escribo aunque soy lento en este hacer. Ahora estoy con una novela un poco distinta, que se me escurre de las manos pero que a la vez cerco; es escribir como una forma de aventurarse. La estoy titulando “Dos minutos en Crimea”. Es una historia que surca el Atlántico: desde el Observatorio Astronómico de Córdoba a Buenos Aires, luego el océano; una historia vinculada con Albert Einstein y la teoría de la relatividad, con argentinos mateando en plena Primera Guerra Mundial”.

En mayo, Chávez publicó —de forma virtual, a través del Programa Lima Lee de Perú— "Agüita al mar", un cuento que describe la vida de su perra Moka en el confinamiento barcelonés y la nostalgia de extensos paseos por la costa del Mediterráneo. "La historia de Moka es pequeñita, salió como jugando. Y genera reacciones que, a lo lejos, lo experimento como belleza”, dice sobre la narración que atrapó a públicos de varios países. Ahora a Chávez le piden fotos y novedades sobre la perra, ya convertida en superstar de las redes sociales de su humano. Así, los seguidores se enteraron que el can festejó su cumpleaños con un paseo al mar y un atracón de partes del cerdo que no se usan para los jamones ibéricos.

A propósito del Mediterráneo, Juan Manuel Chávez describe como un “aprendizaje singular” que no esté prohibido andarse desnudo por la playa; no es que sean lugares nudistas, sino que se admite andar sin ropa de baño. “Uno aprende incluso otra visión del cuerpo. Intriga tal naturalidad... Es rico ver que puede haber otras lecturas, otras formas de analizar o vislumbrar el fenómeno de lo rutinario. Estoy pensando abordar aquello no desde la reflexión, sino desde el erotismo más doméstico. Veremos qué resulta”, adelanta.

Tras el paso de una figura desconocida

Luego de pasar tres meses en Argentina, Juan Manuel Chávez viajó en febrero al norte africano para trazar las líneas finales de Ceuta, 200 años después, tercer capítulo de su libro “El dilatado cautiverio de Juan Bautista Túpac Amaru”, un texto ya finalizado que aguarda su publicación.

"Tiene que ver con Juan Bautista, aquel hermano de Túpac Amaru que estuve investigando y cuyos últimos cinco años de vida se vinculan con Argentina. Fue castigado con el exilio por las autoridades españolas, acusado de complicidad en la rebelión de 1780. Expulsado de su Cusco natal, estuvo en el norte del África por casi 40 años, y después retornó a América en 1822", cuenta Chávez.

En su viaje por Ceuta, el autor quiso “comprender el exilio de un hombre en el lugar donde lo destinaron, aunque lo iba a recorrer doscientos años tarde, cuando no quedan mayores vestigios de aquel pasado”. Con este libro, que es tanto de divulgación como académico por el plus de una larga investigación detrás, también un poco ensayístico y cronístico, el objetivo es "reivindicar figuras subalternas para contarnos una visión más amplia de la fundación de nuestros países".

Sobre Juan Bautista Tupac Amaru y el trabajo de investigación de Chávez, la escritora María Rosa Lojo afirma que “los argentinos sabemos poco y nada de él, aunque murió en Buenos Aires en 1827 y fue enterrado en el Cementerio de la Recoleta (entonces del Norte). Pero hasta la huella de sus restos está perdida [...]. Hermano de José Gabriel Condorcanqui, que llevó a la celebridad el nombre de Túpac Amaru, Juan Bautista vivió en prisiones más de la mitad de su vida; sufrió pérdidas y tormentos físicos y psicológicos sin ser compensado con los laureles del héroe. Lo consideraban sospechoso de casi todo y culpable de casi nada”, sentencia Lojo.

“Hay también un universo muy personal en el viaje. Tuve mucha suerte porque llegué a África desde Algeciras y crucé el Mediterráneo en helicóptero, cosa que nunca había hecho. Eso haría presagiar que todo sería asombro y oportunidad de tomar notas, desentrañar algún misterio", certifica Chávez sobre su llegada a Ceuta.

Allí escribió: “A mano izquierda queda el peñón de Gibraltar, a derecha el estrecho; sin embargo, la carga hipnótica proviene del mar calmoso, donde los buques e inmensos cargueros parecen piezas de juguete ralentizadas. Es un óleo en que predominan las pinceladas de añil, un lienzo impresionista que a la vez es un espejo: el reflejo de las hélices corta el reflejo de las nubes. Justo ahí ubicaba el memorioso Heródoto sus límites del mundo conocido; el lugar donde estuvieron las columnas de Hércules, según la mitología griega. A lo lejos, el brillo solar se intensifica y los colores mutan: los tonos mediterráneos se diluyen en el blanco, como si en el poniente el Atlántico fuera un paisaje ártico dominado por la nieve y los glaciares. Es un recorrido visual, pues ningún aroma se cuela del exterior por lo hermético de la cabina y el sonido es solo un vacío ruidoso a través de los tapones de espuma en las orejas; privilegio de los ojos. De costa a costa es un pestañeo de diez minutos, cuarenta kilómetros convertidos en instante indeleble”.

Noble Nobel, un repaso “oceánico”

En 2018, Juan Manuel Chávez fue elegido beneficiario del Concurso para apoyar proyectos creativos del Ministerio de Cultura del Perú. A partir de allí se embarcó en un una obra titánica de dos volúmenes, “Noble Nobel”, que se adentra en el paisaje inmenso de la literatura universal y da luz sobre piezas clave.

“Cada semana, o cada diez días, leo un libro de cada Premio Nobel de Literatura. Llevo mucho leído, y por cada lectura escribo unas dos páginas con la experiencia que me supone este descubrimiento. A veces, el proyecto me golpea un poco porque es oceánico: son 120 años del Nobel y me interesa leer los premios desde 1901 a la fecha. Mi quehacer con “Noble Nobel”, mi libro de todo esto, lo tendré listo a fines de este año”, explica el peruano.

"A gusto" con la incertidumbre

Previo a despedirse y en referencia a la su propia existencia, el escritor ensaya una confesión. “Desde hace muchos años acepté a vivir con incertidumbre. Al dedicarme solo a investigar y a escribir, no tengo salario mensual, por lo tanto también estoy exonerado de rutinas de oficina. Por más gratificantes o agobiantes que sean no las tengo, entonces vivo inevitablemente en la incertidumbre económica. Cada tiempo debo proyectar el trimestre siguiente para hacer malabares y encontrar ese modo de dar con una investigación, un texto literario o algo que genere poco a poco lo que uno desea para llevar una vida con apreturas aunque con privilegios en una ciudad como Barcelona”.

“Entonces, creo que ando muy entrenado en la incertidumbre, no solo por la vida literaria sino por el modo en que elegí llevarla adelante. Cosa distinta hubiera sido con la carrera de ingeniería de haberla terminado, la comencé hace muchos años y donde todo remitía a certezas y seguridades, propias del cálculo. Por ello, en épocas de incertidumbre más a gusto me siento”, reflexiona.

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