Fito Páez, Baglietto, Maradona… En el Hotel California los mitos pasan por el rock, el fútbol y el trágico tornado de 1973.

En el ingreso al norte santafesino hay un alojamiento que puede ser un colorido guión de cine. La inolvidable noche de Fito Paéz y los rosarinos, el barrio de Palito Ortega y ese “Gordito” que le iba a meter cuatro goles al Boca de Hugo Orlando Gatti. Todos en el mismo edificio que fue epicentro del tornado de 1973.

Rodolfo Páez, el adolescente que se hizo un lugar en la Trova Rosarina y después trepó al podio de la música argentina, allá por mediados de los años ochenta andaba de gira por gran parte del país. Se iba el crudo invierno militar (1983) y llegaba a la ciudad de San Justo junto a sus compañeros rosarinos, entre los que se encontraban Juan Carlos Baglietto y Rubén Goldín. La base de la Trova desembarcaba a la vieja sede del Club Colón.

Pasaron más de tres décadas, Fito apenas había sacado un disco, Del 63, en 1984. Alfonsín se preparaba para vivir su primavera y gran parte del país todavía hablaba en voz baja cuando se refería a la dictadura. Los rosarinos todavía gozaban de aquellos primeros años ochentosos, pero a esa altura de la década estaban tomando vuelo como solistas.

Y un día llegaron a San Justo, la ciudad que en el verano de 1973 estuvo en la boca de todos por un  tornado devastador. En ese mismo lugar, donde la provincia le abre el portón al norte, los famosos del sur dejaban sus huellas en el escenario del Club Colón.

“Había bastante gente en la vieja sede de Colón, calculo que unas 300, 400 personas, que en esa época para el rock de San Justo era una buena cantidad” (según el censo de 1980 alcanzaba los 15.667 habitantes), recuerda con emoción y remembranzas rockeras uno de los asistentes de aquel recital, el ex concejal justicialista de San Justo, Mario “Cato” Rolón.

“Fue un show espectacular, además no hay que olvidarse que toda la movida del rock nacional era incipiente, eran los primeros tiempos de la democracia luego de los militares”, destaca ahora Rolón en diálogo con Pausa.

El tema

“Me gusta abrir los ojos y estar vivo, tener que vérmelas con la resaca”. Esa parte de Al lado del camino, compuesta por Páez para el disco Abre (1999), puede fotografiar uno de los tantos sucesos que protagonizó el rosarino en sus más bonitos y furiosos años de rock and roll.

Aquella noche de San Justo, ya entrada la madrugada, Fito iba a ser protagonista del acto previo a una gran resaca. Esa noche de borrachera se encaminaba hacia un rinconcito de la historia del rock nacional. En la habitación 23 del Hotel California el rosarino parió la letra y música de una de las mejores historias de amor narradas en una canción.

11 y 6 fue escrita una noche de descontrol absoluto en la ciudad de San Justo, en el medio de una gira por la provincia de Santa Fe junto a Juan Carlos Baglietto. Todos iban puestos de todo y a mí se me ocurrió armar un piano en una habitación. Mi colega Ale Avalis y su tropa bajaron diligentemente... ¡el piano, unas cajas de sonido, una consola y una planta de luces! Montaron un pequeño escenario dentro de una habitación, con todos los descalabros que eso implica en un hotel de provincia a altas horas de la madrugada. Todo aquello terminó con un coche chocado frente a un árbol, llamados varios a la policía, colchones en los pasillos y cantidades infinitas de cervezas repartidas por las instalaciones del hotel. Mientras acontecía aquel huracán, yo escribía la letra y música de “11 y 6”, encerrado en aquella habitación”. En 2015, 30 años después de la salida del disco Giros (que contiene la original versión de 11 y 6), Fito recordaba en una nota periodística esa escena que terminó en un hit enorme.

Hace exactamente 35 años, un 11 de junio de 1985, Giros salía a la venta en Argentina, sería el segundo trabajo grabado en estudios y se iba a convertir en una obra fundamental en la carrera musical de Páez. Y en la ciudad de Rafaela, un 12 de mayo de 1985 en el Club 9 de Julio, Fito, junto a Juan Carlos Baglietto, cantaba por primera vez en público 11 y 6.

En un café, se vieron por casualidad, cansados en el alma de tanto andar…, y la historia se hizo amor entre un nene y una nena que se tenían que ganar la comida en las calles porteñas. Cuatro discos después, con la salida de Tercer Mundo (1990), Páez escribe El Chico de la tapa, tema que se convertiría en la continuidad de aquella historia que arrancó con 11 y 6.

El chico de la tapa ayer vendía flores en Corrientes, después perdió a su chica en una sala en algún hospital y hoy amablemente y con una gran sonrisa en los dientes, te para en la calle y si no le das te manda a guardar...

Fito no sólo recordó aquel momento, también le dedicó su gratitud al propietario del hotel. “Le debo esta canción a un no tan buen whisky argentino y al dueño del hotel que a pesar del descalabro, no llamó a la policía hasta la mañana siguiente”.

Recuerdos que no voy a olvidar

El actual dueño del Hotel California y protagonista de aquella madrugada, Daniel Gramaglia, cuenta en Pausa cómo fueron los hechos, en dónde nació “11 y 6” y cómo terminó una historia de rock, descontrol y policías en acción.

“Fue toda una sensación que lleguen esos músicos a San Justo”, es lo primero que recuerda Gramaglia. “Llegaron los tipos, se alojaron, prueba de sonido a la tardecita y después el show en la sede de Colón. Hasta ahí venía todo bárbaro, sin problemas”.

Toma aire y empieza con la parte más jugosa del relato: “El problema se empieza a originar cuando vuelven de actuar, ya eran entre las 3 y 4 de la mañana y recuerdo que Fito Páez estaba alojado en la habitación número 23 (planta baja). Al rato, desde esa habitación se empieza a escuchar música, música, más música y un gran despelote. El sereno lo llama a mi papá (el dueño en ese momento) y juntos llegamos al hotel. ¡No te das una idea del quilombo que era el hotel! La gente que estaba alojada se quejaba, nos decía de todo. En un momento aparece el representante y dice: “déjenlo tocar porque este es el momento que se pone a componer”. Mi viejo escuchó eso y lo quería matar. Era imposible sacarlo, estaba encerrado con un equipo de música y creo que un piano en su habitación”.

La historia tenía una segunda parte que merece ser conocida. “Después de todo eso y el lío que habían armado todo se fue encarrilando, pero resulta que a la mañana, cerca de las 11, una de las empleadas que trabajaba en el hotel nos dice que faltaban diez toallones, otra que habían desaparecido seis cubrecamas y además faltaban cuatro veladores. Se nota que los muchachos empezaron a manotear de todo cuando se iban”, rememora el dueño del histórico alojamiento de San Justo.

“Después de todo eso no quedaba otra: denuncia a la policía”, cuenta Gramaglia, y además se acuerda de un hombre que integró la policía de San Justo por aquellos años, “había un jefe de inspectores, el Gordo Alberto. Cuando mi papá hace la denuncia estos tipos estaban en Sunchales, esa noche actuaban allá”. Ante esta situación “mi papá le dice a Alberto que los deje tocar en Sunchales y después que se vengan. Pero este hombre no quería saber nada, era uno de esos policías ásperos, hasta que mi viejo lo convenció”. Luego de actuar en Sunchales “el colectivo de la banda aparece como a las 7 u 8 de la mañana en la puerta del hotel escoltado por un móvil policial, obviamente”.

Otra vez en San Justo

Ya con el colectivo detenido en el mismo hotel donde la noche anterior había sido un descontrol, el hombre de la policía de San Justo “se subió al vehículo, empezó a abrir los buches y empezaron a salir frazadas, sábanas, veladores y otras cosas del hotel”. Mientras todo esto pasaba cuenta que el representante hablaba con mi padre y le decía: “‘yo le quiero explicar’, y mi viejo lo cortó para decirle que no le explique nada, solamente le dijo que tenía que pagarle tanta plata, mientras el tipo le insistía con querer explicarle, pero no le quedó otra que ir a buscar dinero y pagarle todo lo que se habían llevado del hotel. Todas las cosas estaban arriba del micro, pero mi viejo no las quería, quería el dinero, así que todas esas cosas fueron a parar al casino de oficiales de la policía de San Justo”.

La última parte de la historia terminó en la comisaría. “Había que desencadenar el nudo de la denuncia, por lo tanto, terminamos yendo con mi viejo, el representante y Alberto. Este inspector –áspero, te vuelvo a decir- le dice a mi papá: ‘Cacho no le levantes la denuncia, porque estos hijos de puta qué se creen, que se van a llevar todo, que vienen al interior y se van a llevar todo por delante’ y no sé cuántas cosas más dijo. Lo cierto es que nos dio vergüenza ajena y todo terminó en la nada, sin denuncia y con las cosas del hotel en la policía”.

—¿Alguna vez volvió Fito?

—No, nunca más.

Arrasó a mi ciudad

El Hotel California también es famoso por el tornado que demolió gran parte de la ciudad el 10 de enero de 1973 y mató a 63 personas en muy pocos minutos. “El hotel estaba en el epicentro de este desastre, nos destruyó el primer y segundo piso, y en la planta baja rompió todos los vidrios. Por suerte en el hotel no hubo víctimas”.

Al día siguiente las tapas de los diarios reflejaron el desastre, pero había una foto que con los años iba a tomar mayor valor. “Un Gordini (auto) entró en el primer piso del hotel”, recuerda el dueño del alojamiento. La imagen fue reproducida el 11 de enero en la tapa del diario Clarín, “el auto voló desde tres cuadras y se metió en nuestro edificio, así que fuimos famosos por ese desgraciado tornado”.

Detalla que “el hotel tiene ventanales en todo el primer y segundo piso, en la dársena del estacionamiento el hotel tiene un alero, el auto subió por arriba de ese alero, rompió el frente, donde había unos ladrillos vistos y ventanales, los rompió, cruzó el pasillo y se clavó en una pared, casi en la puerta de la habitación 105. Fue tremendo para San Justo, desde lo material y lo humano, por suerte a nosotros nos tocó lo material”.

Y en eso de recordar las pérdidas materiales, destacó que hace pocos años (2017) pasó por el hotel “Palito” Ortega, “en su momento hizo un show a beneficio y con parte de ese dinero se hizo un barrio que lleva su nombre, por eso cuando pasó por acá lo llevaron a conocer el barrio”.

El Gordito

Entre tanto diálogo de las historias del Hotel California, en ese mismo lugar también se alojó el mejor jugador de fútbol de la historia. Con 20 años recién cumplidos, Diego Armando Maradona se hospedó el 6 de noviembre de 1980 con Argentinos Juniors. Por el viejo Torneo Nacional el equipo de La Paternal había jugado el día anterior ante Unión en Santa Fe (2-1 para el Tate, el gol del Bicho fue de Diego) y durante la noche del 6 de noviembre afrontó un compromiso amistoso ante un combinado de San Justo.

“Fue un quilombo de gente, Maradona no podía bajar del micro ni salir del hotel, si bien ya era un jugador importante, todavía no era lo que después fue”, afirma Gramaglia. “Recuerdo que eran tres en la habitación y estuvieron en la 215. El primer manager de Diego, Jorge Cysterpiller, en planta baja, la 01”.

Ese partido en San Justo sería la previa a un cotejo histórico que cruzó a Hugo Orlando Gatti y Maradona. Varios días antes, el guardameta hizo unas polémicas declaraciones al diario El Litoral. Se refirió con sorna al 10 del Bicho y afirmó que Diego era el mejor jugador del momento, pero que estaba preocupado por su cuerpo, ya que “lo están inflando… y como tiene cierta tendencia a engordar, en pocos años va a terminar siendo un gordito”. Esas afirmaciones recién se publicaron el 31 de octubre, pero fueron replicadas por La Razón de Buenos Aires el sábado 8 de noviembre, en la previa de Argentinos Juniors - Boca.

El 9 de noviembre el equipo de Alberto Férnandez recibió a Boca en cancha de Vélez, esa tarde el “gordito” le hizo 4 goles al “Loco”. Argentinos ganó 5 a 3 y Gatti nunca más se atrevió a chicanear a Maradona.

Cada habitación guarda un poco de San Justo y un pequeño momento de la vida de grandes personalidades. En el Hotel California fluyen historias mínimas, pero que pueden terminar en grandes leyendas.

Un solo comentario

  1. Hola Yogui..., Estaba tomando un café con Ferrero, colega de hoteles. También me contaba anécdotas del suyo, te manda saludos, y se acuerda de aquellos personajes. Hay un bicicletero, que tiene en su negocio, (o su hijo), falleció justamente en un accidente ciclístico. Por el hotel de su padre, luego de el, recuerda a Cordera, que cumplen años en el mismo día, los iracundos, O Veracruz..., Y otros..., Juanchili

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