La Fábrica de Monólogos presenta su obra “El cuerpo quebrado” el sábado 13 en la Sala Marechal del Teatro Municipal.

Una luz verde y otra azul, pantanosas, un brillo rosado y la sala a oscuras pintan las escenas de “El cuerpo quebrado”, la obra de La Fábrica de Monólogos. La próxima función será el sábado 13 de marzo en la Sala Marechal del Teatro Municipal 1° de Mayo (San Martín 2020), un espacio clave para el teatro independiente y en particular para esta puesta, una caja negra con rayos de luz expresionista, por las posibilidades técnicas que brinda. La función será a las 21 y los cupos son limitados, por lo que se recomienda adquirir las entradas con anticipación. Cuestan 200 pesos y se venden en boletería de 9 a 13 y de 17 a 21.

Con la dirección de Mariana Mosset, la obra reúne seis escenas escritas por les actores, algunas a partir de adaptaciones de dramaturgias o literatura de autor. El conjunto tiene una ida y vuelta entre los sentires de los personajes y un trabajo sentido con los textos. En la Marechal, Melisa Malatesta y Rosario Lucero van a interpretar “Sí, somos dos”; Cristofer Gambini, “Nadie sabe cuánto duró”; Jennifer Vallejos presenta “La Gata”; Nachi Hernández hace su versión de “Que no me lo vayan a cremar” de Boquitas pintadas de Manuel Puig; Emiliano Nieva, “La Cofradía”; Carolina Halsall entrega “Marie” y Ricardo Lovera se suma con “La Bizca”, variación de “Una bizca” de Alejandro Urdapilleta. Ana Municoy Tejedor hace la asistencia técnica y de montaje, la fotografía es de MUBA y el diseño gráfico de Melissa Rico.

Estrenaron en diciembre del año pasado con dos ensayos públicos que reunieron los monólogos trabajados durante el año en el taller de la Biblioteca La Libre. Fueron dos funciones repletas en la planta alta de la Biblioteca, acondicionada como sala por el elenco junto a quienes colaboran en el espacio.

En una entrevista con Pausa, Mosset marca alrededor de julio del año pasado el momento en que tomó la decisión de continuar el taller, mientras la comunidad teatral y artística disputaba la reapertura de los espacios culturales. “Seguir era un refugio ante tanto caos del afuera y lo decidimos como una resistencia, un salvataje. Fue nuestro bunker secreto donde seguíamos trabajando ante un destino incierto, pero seguros de que íbamos a salir”, explica.

Entrenar para volver a escena

¿Por qué fabricar monólogos? Mosset explica que la idea es crear un material que sirva para llevar a otros lugares y seguir trabajando. “Para sostenerme en el medio como actriz me armé siempre mis chiringuitos pero muy pocas veces con un director detrás, por eso el monólogo es algo que conozco y creo que no sé está viendo mucho en los talleres como trabajo específico”, apunta.

Con el entrenamiento actoral como base, en el taller se abrieron al juego de crear ficciones propias. Jennifer Vallejos destaca que “nunca había hecho un trabajo corporal como el entrenamiento que hacemos en el taller, la poética que propuso Mariana me fascinó y me disparó a un mundo…. ¡del que no quiero salir!”, exclama y sus compañeres ríen. En los últimos ensayos, sumaron una pata de entrenamiento vocal con el acompañamiento de Selene Rozicky.

Después de las obras que llegaron a estrenar en marzo, la Fábrica fue el único elenco de la ciudad que estrenó en sala con público en 2020, con una puesta en escena que recorre entre penumbras diferentes paisajes, “una máquina aparentemente descalibrada, que son los actores en potencia, atravesando la densidad con sus narrativas”, dicen elles. Es un teatro de sótano, alternativo, que se hizo cuando todo estaba guardado, paralizado y sin saber bien qué hacer.

Carolina Halsall, quien se suma más tarde a la charla, cuenta: “Yo hago teatro desde los dieciséis y desde el 2010 no trabajo con elenco, trabajo sola o siempre con un varón”. En la ronda se escucha un murmullo contenido y después risas de nuevo, mientras Halsall se excusa. “No siempre ocurre conformar un grupo amoroso, de trabajo armónico. Eso fue semilla para que le gente se acerque y para la única experiencia de teatro real del año pasado, porque el streaming no es teatro”, afirma la actriz.

“Volver a escena fue un estallido, mucha palpitación y sentir todo el cuerpo vibrando junto al público, sentir la risa, la expectativa, el silencio”, recuerda Melisa Malatesta. Nachi Hernández suma que “siendo que habíamos empezado en una nebulosa, hubo mucha emoción y ojos rojos en la cara de gente amiga o desconocida. Por volver a actuar y también de los espectadores, de poder volver a recibir teatro, a ver algo con mucha verdad”.

Un chiringuito

Por su parte, Emiliano Nieva destaca que los procesos de creación fueron todos muy distintos: “a mi cuerpo y mi escena le pasó lo mismo que nos pasó en el año, los cambios y las distintas necesidades del contexto, pero me encontré con lo genuino que es que quería hacerlo, y encontré cómo”, dice. En la elección de autores “sobrevolaba la necesidad de mostrar textos que tienen una conexión muy grande con el teatro popular, y Mariana insiste en eso, en que revolvamos lo canónico para encontrar lugares un poco más disidentes”, agrega.

Más allá de la escritura de cada escena, la actitud compartida es de búsqueda, “de meternos en un chiringuito de usados a comprar el libro más raro que encontremos para darnos cuenta que adentro tiene un mundo muy interesante y vigente”, metaforiza Nieva.

Este año el taller continúa, a la par de los ensayos del elenco. Se redobla la apuesta de escribir textos propios y se va a trabajar dramaturgia anarquista de comienzos del siglo XX, con textos de Florencio Sánchez y de José González Castillo, su amigo menos famoso y más conocido, como señala Mariana, por ser el padre del compositor de tangos Cátulo Castillo. “Los clásicos de Florencio se hacen bastante, pero tiene un material enorme y obras geniales como ‘Los muertos’, prácticamente olvidadas”, reseña la directora.

Por la década de 1950, el nombre de José González Castillo había quedado relegado en la historia del teatro argentino, hasta que en 1990 Alberto Ure lleva a escena “Los invertidos”, con gran reconocimiento. Hoy la presencia de sus obras en los escenarios es escasa. Nacido en Rosario en 1885, fue dramaturgo, letrista de tango, periodista, guionista de cine, anarquista y luchador gremial. Modificó la escena teatral en más de un sentido, con una diversidad de poéticas populares y cultas y un rol pionero en la conformación del Círculo Argentino de Autores y de Argentores. Mezcló el teatro con el tango y el cabaret como nunca antes y fue un reivindicador del valor artístico y original del sainete en la consolidación del teatro nacional.

“Los rebeldes”, “Del fango” y “Los dientes del perro” son otras de sus obras. Escribió entremeses, más de cien sainetes, letras de tango que son a la vez fábulas teatrales, con una marcada crítica hacia la sociedad y la doble moral. Integró las redacciones de La República, La protesta, órgano del anarquismo argentino; El Mercurio, cuando se exilió en Chile; y del mítico diario Crítica.

Castillo fue sobre todo un creyente en el teatro como rasgo propio de la cultura humana, algo que en el silencio del aislamiento social, el elenco de La Fábrica de Monólogos también reivindicó: el afán de inventar, contar y representar historias, y la necesidad de que alguien las escuche.

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