El hecho de haberme dado de baja del cable un mes antes de que se declare la pandemia fue determinante para que el año pasado descubriera los podcast. Me copé escuchando un montón de entrevistas a artistas y deportistas que me caen bien y que dijeron más o menos lo que yo esperaba que dijeran. Pero como uno de los principales motivos por los cuales dejé de mirar televisión es que me harté de escuchar y ver solo lo que coincide con lo que yo pienso, me metí con podcast de gente completamente extraña para mí y le saqué mucho provecho a la cosa. Cuando digo “gente extraña” me refiero tanto a lxs entrevistadxs como a los entrevistadores. Arranqué con “Humanos”, de Esteban Menis, y “Comedia”, de Adrián Lakerman, hasta que di con “Caja Negra”, la serie de entrevistas de Julio Leiva a artistas, deportistas, streamers y youtubers que son quienes hoy marcan tendencia en los consumos culturales de las generaciones más jóvenes. Así fue que conocí el laburo de tipxs como Martín Garabal, Migue Granados, Noelia Custodio, Bizarrap, L-Gante, Ibai, Cazzu, Duki y otrxs a quienes con seguridad Pappo mandaría a buscarse un trabajo honesto. Desde luego, eso habla mal de Pappo y no de lxs demás. Pero además de la obra, conocí algo que me interesa muchísimo más: cómo ven el mundo. Su cosmovisión y en lo que están pensando. ¿Qué es importante? ¿Dónde buscan el placer y la felicidad? Todas preguntas que nos hicimos a nosotrxs mismxs en algún momento y que de seguro respondimos diferente a como se respondería hoy.

Se podrá pensar que me agarró el viejazo y quiero estar a la moda para no asumir el imprudente paso de los años. Para ser sincero, la música nueva que escuché este año me gustó muy poco y, mucho más importante, no la entiendo. Y no está mal. L-Gante me fascina porque me pone de cara frente a los límites de mi supuesto progresismo. ¿Por qué? Porque lo escucho y me doy cuenta que mi mundo llega hasta la puerta de la villa y que además es solo apto para mayores de 25. Lo escucho y no entiendo de lo que habla. Escucharlo a L-Gante es como mi momento mayéutico socrático: soy consciente de que no sé.

Algo parecido me viene pasando en el aula donde noto que lxs otrxs son efectivamente otrxs. Extrañxs que ven y, por lo tanto, viven en un mundo muy diferente al mío. Es otra generación. Incluso se nota en la relación que plantean con la autoridad. No ven lo que yo veía en mis profesorxs. Esto me pone ante el desafío de la transferencia. ¿Cómo hago para interesarlxs? ¿Cómo lxs convoco y les llamo la atención? ¿Cómo hago para convencerlxs de que lo que les digo es importante? Obviamente estas preguntas las planteo desde siempre, pero hasta hace poco no había problema porque con alguna referencia a Volver al Futuro y Los Simpsons lo solucionaba. El problema es que ahora son muy pocos/as quienes conocen a Marty y al Doc y que ya hay jóvenes que no crecieron viendo a Los Simpsons.

Entonces, si el fin es interesarlxs: ¿les puedo hablar de lo que a mí me gusta suponiendo que saben de lo que les hablo? Y si no lo saben, ¿cómo reacciono a eso? Tengo la sensación de que está bastante naturalizado reaccionar señalando al estudiante de ignorante. Estuve de los dos lados de la mecha y hoy no quisiera seguir naturalizando ese tipo de vínculo entre profesorxs y estudiantes porque está basado en que “todo pasado que me gustó a mí fue mejor” y sin eufemismos eso me parece lisa y llanamente una mierda.

Pienso que si se encara el vínculo con lxs estudiantes desde el desprecio a lo que sienten que les pertenece, no se va a lograr transferir interés y placer por aprender algo que puede ser interesante o importante. Por esto creo necesario indagar en los consumos culturales de lxs estudiantes y en sus nuevas formas de comunicación. No con el objetivo de “ser uno de ellxs” porque de algún modo eso me parece perverso, pero sí para saber cómo tratar de interesarlxs en algo que a priori puede no tener nada de interesante. Si logro hacer que Saussure les hable de L-Gante creo que voy a estar más cerca del fin educativo que si les hablo del Doc o si me hago el enojado porque no saben lo que significan 1.21 Gigawats. Con dicho criterio, ellxs podrían tranquilamente enojarse porque yo no escucho a Bizarrap o BTS.

Me resulta extraño creer que partiendo del prejuicio de que lo que a mí me gusta siempre es mejor que lo que no me gusta o no conozco pueda surgir un diálogo. Es menospreciar y ningunear al otrx, y encima desde una posición de privilegio en una relación de poder en la que lo fundamental siempre es el otrx: la relación pedagógica.

Es fundamental para pretender enseñar y que otrx tenga ganas de aprender no hacerle sentir que sus gustos son una porquería. Donde a unx lo tratan así no le dan ganas de volver. O sí, pero solo para dar la asistencia si es obligación y no para aprender. Así es obvio que para lxs estudiantes estudiar solo se va a tratar de aprobar. ¿Encima les vamos a echar la culpa?

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