Pobrecitos los formadores de precios

Roberto Feletti, exsecretario de Comercio Interior de la Nación.

Un puñado de empresas cartelizan el valor de los alimentos. En la pandemia levantaron millones con pala.

La economía nacional y todo el mundo se caía a pedazos. Con lo que te quedaba en el bolsillo, después de pagar sin facturar nada, ibas al supermercado y comprabas lo que podías. Muy pocos fueron los rubros que continuaron abiertos durante las fases más duras de las restricciones por la pandemia, en 2020. Ferreteros y basureros, por ejemplo, continuaron en actividad siempre. También los fabricantes de alimentos y los supermercadistas.

Alguien tenía que encargarse de que hubiera comida en las mesas de todos. El sector entendió perfectamente la situación y, entonces, aprovechó el encierro y la angustia de la población para cumplir con su principal objetivo: la recomposición de su margen de ganancias.

Estamos hablando de un puñado de organizaciones. Cada una domina su mercado con puño de hierro. Los informes publicados por la prensa nos ofrecen imágenes: nueve de cada diez litros de leche que se venden en Argentina son de Mastellone; entre Coca Cola y Pepsi se reparten el 82% de la venta de gaseosas y aguas; Bimbo vende el 80% del pan lactal; Ledesma tiene el 75% de las ventas de azúcar; diez cadenas de supermercados explican el 85% de las ventas del país. El secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, lo expresó en una línea: son 1432 los productos de la canasta básica que hoy están bajo control de precios, “prácticamente 47 empresas reúnen el 74% de esos productos”.

¿De qué competencia están hablando, si en cada rubro hay una o dos empresas que dirigen y ordenan todo? ¿Cómo puede abrirse camino una nueva marca ante esos gigantes, cómo puede un proveedor no someterse al capricho de estos cárteles de la mesa diaria? ¿Por qué siguen hablando de libre mercado, si son oligopolios que con el precio mandan sobre nuestro derecho a comer? Nada hay ahí de libre mercado, todos esos fideos son políticos.

Ellos saquean

Durante la crisis de los últimos dos años del macrismo, la inflación general fue del 47,1% en 2018 y 52,9% en 2019. La inflación en alimentos y bebidas fue más alta: 50,5% en 2018 y 56,7% en 2019, una diferencia de 3,4 puntos y 3,8 puntos en cada año. ¡Y todo eso sin emisión monetaria!

La crisis macrista hizo desastres en la producción. En los fabricantes de alimentos y bebidas, la utilización de la capacidad instalada industrial –cuántas máquinas están operativas de las que ya existen–, en promedio fue de 61,8% en 2018 y 60,7% en 2019. Cuatro de cada diez fierros parados.

En 2018 la economía se contrajo 2,5%, en 2019 se achicó 2,2%. Con la pandemia, en 2020, el Producto Bruto Interno cayó un 9,9%. Tres años horribles, un achicamiento brutal.

El sector industrial de alimentos y bebidas trabajó apenas con el 60,2% de sus máquinas durante el 2020. Menos todavía que en 2018 y 2019. Pero, ¿le fue mal también en 2020?

Parece que no. Pese a la recesión brutal, que acumulaba tres años continuos, encontraron un modo de aprovechar el coronavirus. En Instragram y en la tele se reflejaba la efervescencia por las recetas, la cocina, los chefs y la masamadre. En las góndolas, el furor de los precios.

Congelan hasta el 7 de enero los precios de 1432 productos de la canasta básica

En 2020, la inflación anual, como producto de la malaria y la caída de la demanda, “apenas” fue de 34,1%. Sin embargo, en alimentos y bebidas la suba de precios fue de 38,4%. Es una diferencia de 4,3 puntos, muy superior a la de 2018 y 2019. Más en castellano: si los alimentos son de los precios que más suben, están captando de tu bolsillo los billetes que vos gastarías en otra cosa. Y prefirieron esa estrategia de generación de ganancias a otra: producir más, por ejemplo. Como se señaló, el promedio de uso de la capacidad instalada industrial en el sector de alimentos y bebidas durante 2020 (60,2%) fue más bajo que en 2018 (61,8%) y 2019 (60,7%).

Más grotesco y preciso: la mayor diferencia entre la inflación en general y la inflación en alimentos y bebidas, durante la pandemia, se dio en los meses de mayor encierro, abril y octubre de 2020. En abril, los precios en general subieron 1,4% y los alimentos y bebidas un 3,2%; en octubre el alza general de precios fue de 3,6% y en alimentos y bebidas de 4,8%, la cifra más alta del año pasado.

Un grupo de 60 empresas apagó las máquinas y remarcó los precios. Mientras vos te fundías encerrado por el azote de la pandemia, ellos recuperaban lo que habían perdido años antes. Porque cuando la crisis era por el macrismo y no por el coronavirus, perdieron mucha, mucha plata.

Las cocoritas

Tres de las empresas que más resisten al control de precios que lanzó el gobierno fueron Arcor, Ledesma y Molinos Río de la Plata. Así como Ledesma controla al azúcar (y también el papel), Arcor maneja las golosinas, los enlatados y las galletitas, mientras que prácticamente es imposible que comas un fideo que no pertenezca a Molinos, fuera de que maneja el mercado de los aceites junto con Aceitera General Deheza.

Todas esas empresas tienen nombre y apellido. Arcor es la empresa de la familia Pagani, que domina el directorio. En Ledesma, los apellidos huelen todos a cuero de butaca de Falcon verde, hostia y tierra húmeda de estancia: hay cuatro Blaquier, un Pereyra Iraola, un Sánchez Sorondo. Si hasta en la lectura se oyen en gangoso recoleto. Molinos es la empresa de los Pérez Companc y su patriarca, Goyo (se lee Gosho), es coleccionista de autos y cuarta fortuna de Argentina según Forbes. En verdad, Molinos era la empresa de los Pérez Companc: la mayoría accionaria ahora es de Santa Margarita LLC, una sociedad con responsabilidad limitada constituida según las leyes del Estado de Delaware, el paraíso fiscal de Estados Unidos.

Las tres empresas cotizan en la Bolsa de Comercio, por lo que sus balances se presentan en la Comisión Nacional de Valores y son públicos.

Arcor tuvo pérdidas por 1010 millones de pesos en 2018. En 2019 perdió 144 millones. En 2020, durante la pandemia, tuvo ganancias por 5441 millones de pesos. Y sólo en el primer semestre de 2021, lleva ganados 8087 millones de pesos. Arcor aprovechó tu encierro para aumentar los precios y levantarla con pala.

Molinos tuvo pérdidas por 1702 millones de pesos en 2018. En 2019 perdió 1006 millones. En 2020, durante la pandemia, tuvo ganancias por 1745 millones de pesos. Y sólo en el primer semestre de 2021, lleva ganados 998 millones de pesos. Molinos aprovechó tu encierro para aumentar los precios y levantarla con pala.

Ledesma tuvo pérdidas por 1518 millones de pesos en 2018. En 2019, a diferencia de las otras dos cocoritas, tuvo ganancias por 749 millones. En 2020, durante la pandemia, tuvo ganancias por 5205 millones de pesos: muchísimo más. Y sólo en el primer trimestre del balance de 2021, lleva ganados 998 millones de pesos. Ledesma aprovechó tu encierro para aumentar los precios y levantarla con pala

Se escribe igual porque la música es la misma. Apoyaron un gobierno a pérdida y ahora acorralan a un gobierno con el que podrían ganar por producir más, aunque les resulta más fácil exprimirte el bolsillo.

Quiero un Mercado Central

A través de Twitter, Roberto Feletti comunicó los primeros resultados de la ampliación de Precios Cuidados. A partir de la información que los supermercados de todo el país envían a diario a la Secretaría de Comercio Interior a través del Sistema Electrónico de Publicidad de Precios Argentinos, desde que comenzó a regir el programa, el 20 de octubre, a nivel nacional se registró un descenso promedio de 7,6% en los precios de los 1432 productos de la nueva lista. Los mismos productos, antes de la implementación de control de precios, habían aumentado 2,1% en los primeros 19 días de octubre.

Desde la quita de retenciones y la liberalización del macrismo, el mercado se ha mostrado incapaz como regulador natural de la distribución de alimentos en la población. La comida es cara. Los precios son una síntesis del conflicto social, y en el corazón del conflicto social está la puja por cómo se distribuye el ingreso. Una empresa que domina un mercado, más que una empresa es un sistema despótico de administración de la vida de la población. En los monopolios naturales, como la administración del gas, el agua o la electricidad, esto parece evidente. ¿Por qué no sucede lo mismo con los alimentos? Porque olvidamos que todo hecho económico es también, y antes, un hecho político. Y, por lo tanto, la vía para reformular el mercado quizá sea, justamente, politizarlo de otro modo. Ese desafío es más profundo. y decisivo, que lo que suceda el 8 enero, fecha final del control de precios vigente.

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