Federico Coutaz

La columna literaria Variopinta, de Federico Coutaz, inicia su décimo año de publicaciones en las páginas de Pausa. Una breve historia en palabras de su autor.

En 2013 había publicado un libro de cuentos y algunas cosas dispersas y llevaba casi dos años sin poder escribir nada. Entonces unos amigos abrieron el bar Macanudo y me encargaron unos textos breves relacionados a bares y al legendario bar de Tito que los precedió en esa esquina. Ese impulso duró un envioncito más y logré escribir un par de textos que me resultaron raros y decidí catalogar como periodísticos, quizás pretensiones de ensayos y crónicas, cosas que pensaba o que me molestaban. En algún momento de inhibiciones bajas y verborragia de bar de madrugada les comenté de esos textos a los directores de Pausa, me dijeron que los mande y no solo eso, al día siguiente me escribieron para recordarme el asunto. Hicieron bien.

Revisé cuidadosamente los escritos y mandé dos. Luego sobrevino un tiempo de espera que no sé calcular, pero tengo presente que me pareció infinito y que me arrepentí una y mil veces de haber abierto la boca, de haberme expuesto a esa angustia, a esa ansiedad. Luego de ese tiempo, que no sabría medir, un día no solo me dijeron que los textos se iban a publicar, sino que, casi sin preguntarme, me sumaban como columnista, cosa que me llenó de alegría y de miedo.

Cuando se publicó mi segundo texto salió el primero de Fernando Callero, casi enseguida uno de Mari Hechim y con eso ya estaba la sección literaria de Pausa, por la que fue pasando gente de probado peso y talento. Por empezar, por supuesto, José Luis Pagés, un prócer de las letras, y por seguir: Santiago Venturini, Cecilia Moscovich, Larisa Cumin, Analía Giordanino... Intento nombrarlxs por orden de aparición, quizá no sea exacto. Lo cierto es que, con todos esos nombres y esos textos, las literarias de Pausa fueron cosa seria.

Lo serio es la serie, dijo un chabón muy conocido; por mi parte, agradezco sincera y rotundamente la seriedad de Pausa, el trabajo sostenido por tanto tiempo, el espacio que me permitió sostener mi escritura, encontrar lectorxs, intentar mejorar. Sufrí y maldije la mayoría de los días de entrega, el vacío y el reloj corriendo. Así de intenso fue también el momento glorioso en que apretaba enviar: la variopinta yendo hacia el papel. En todo este tiempo recibí tantas respuestas, críticas, lecturas, comentarios y halagos, que no sabría cómo agradecer.

Hoy cuento con los dedos, empiezo con el dedo gordo de la mano izquierda y digo 2013. Y cuando llego al meñique de la derecha me da 2022. Recuerdo pavamente la discusión, en el 2000, de cuándo empezaba el siglo: nunca me interesó la matemática, pero le tengo infinito respeto, porque, a instancias de mi padre, me dieron de comer.

Como sea, entiendo que en 2023 mi columna, Variopinta, cumple 10 años, y me da alegría, orgullo y hasta cierto vértigo. Pocas veces, de grande, festejé mi cumpleaños, cosa que enojaba mucho, en su momento, a mi psicoanalista. En este caso me dan muchas ganas de festejar, tantas que decidí hacerlo por anticipado. Durante todo este año, quiero que la variopinta sea una fiesta. Para eso invité a escritorxs que admiro y aprecio, a escribir la variopinta, como un regalo para ustedes que la leyeron todos estos años, como velitas que espero que soplen, como un festín de textos que quiero que disfruten, que compartan conmigo y con Pausa. Prepárense.

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