El acto de conmemoración por los 40 años de Malvinas en Santa Fe, marcado por dos himnos de León Gieco y por la autenticidad de los veteranos frente a los excesos de pulcritud. La guerra, una interpelación que persiste y una ficha difícil de ubicar.

“Del engaño y la complicidad, de los genocidas que están sueltos. El indulto y el punto final a las bestias de aquel infierno”. "Todo está guardado en la memoria" salía en los parlantes mientras los ex combatientes y sus familias dejaban ofrendas florales. Antes había sonado “Sólo le pido a Dios”, también de León Gieco. Las dos canciones se escucharon en el momento más emotivo del acto, tras el minuto de silencio y la salva en recuerdo de los combatientes caídos en las islas del sur. Mientras la banda militar hizo sonar el Toque de Silencio con el clarín y los redoblantes, los hombres de Malvinas, todos bordeando los 60 años, se perdían en otro tiempo, mirando hacia abajo o al cielo, al frío y la neblina.

Dos himnos, uno de la memoria y los Derechos Humanos y otro del pacifismo, impregnaron una jornada donde la mayoría de los asistentes pertenecía a las familias de los veteranos o a las fuerzas armadas de nuestra región.

Una guerra antiimperialista de descolonización llevada adelante por el gobierno que introdujo el neoliberalismo y la más cruda dependencia financiera. La derrota de las Fuerzas Armadas en su único combate del siglo XX, mientras todavía seguían torturando y haciendo desaparecer a miles de compatriotas (incluso, soldados). El ocultamiento de los combatientes por parte de una dictadura en pleno derrumbe, el silencio, el desprecio, los suicidios. La memoria de la guerra y los avances y retrocesos de la diplomacia por las islas, donde hoy hay un base militar de la OTAN a tiro de la Antártida y de las grandes capitales del cono sur.

Malvinas es una ficha escurridiza en la historia argentina y, desde su inocente heroísmo, la vida de sus veteranos interpela hacia todas esas direcciones posibles.

El escenario

Al lado del reactor biplaza Aermacchi MB-326 que flota sostenido por una columna de hormigón se alinearon unos 50 veteranos de nuestra ciudad durante todo el acto oficial de conmemoración por los 40 años de la recuperación de Malvinas. En el lugar, los recuerdos están ordenados como parches. Los monolitos están desperdigados, los monumentos no guardan coherencia entre sí, las placas se repiten.

Frente a los veteranos estaban sentadas las autoridades políticas de la ciudad y una larga línea de jefes de armas de nuestra región. Al costado, la banda del Liceo Militar ejecutó las habituales fanfarrias, junto con el Himno Nacional, “Mi bandera” cuando se retiraron los escolares abanderados y la última canción patria de nuestra historia, la Marcha de Malvinas, cuando terminó el evento. Una gigantesca bandera argentina cerraba un flanco, cubriendo casi de punta a punta el ancho del Parque Federal a la altura de los galpones ferroviarios donde funciona el Centro de ex soldados combatientes de Malvinas de Santa Fe.

Más atrás, estaban los y las cadetes de los liceos –el militar, el fluvial–, varios militares sueltos de todos los regimientos locales y de las fuerzas de seguridad y un camión de los bomberos voluntarios de Las Flores. Durante el acto, los jovencitos y las jovencitas, todos con sus birretes, recibían repetitivamente las mismas órdenes. Vista al frente, descanso, firmes, alinearse. De vez en cuando algún oficial le subía el cierre del pullover a un cadete y le acomodaba la corbata. Las caras lisitas, cándidos, cuesta creer que, en otro tiempo, con dos o tres años más hubieran podido ser carne de cañón para un dictador alcohólico y putañero, parte de un régimen definido casi por completo por su odio a la juventud.

Por todo el lugar, las familias estaban dispersas. Había parejas, hijos, hijas y nietos y nietas de los veteranos, con los ojos hinchados de lágrimas. Le dieron autenticidad al acto, tanto cuando hicieron las ofrendas florales como cuando, al finalizar, se arremolinaron alrededor de los veteranos para las fotos grupales y las selfies.

Genuinos soldados de la patria

La Municipalidad y el club Unión emplazaron placas alrededor del avión (Adolfo Fito Schweighofer es el presidente del Centro de ex soldados combatientes de Malvinas de Santa Fe y es tatengue hasta la médula). Con el gobernador Omar Perotti realizando el acto oficial en Reconquista, los discursos centrales estuvieron a cargo del presidente del Concejo Municipal, Leandro González, y del intendente Emilio Jatón. Jatón reconoció la labor social de los veteranos, evocando su ayuda en la inundación de 2003 y durante la pandemia, cuando abrieron un centro de atención para personas en situación de calle.

Por los veteranos habló Juan Sarome, Cabo Segundo de la Armada que revistió en el Destructor ARA Bouchard. Sarome fue agradecido. Agradeció a los presentes, “que nos apoyan en cada lugar y en cada momento donde concurrimos. Somos solidarios porque ustedes nos hicieron solidarios”. Agradeció a sus compañeros, a la “gran oportunidad de no olvidarlos” y agradeció el legado recibido. “La patria nos necesita. Nosotros somos parte de la patria”, dijo.

No tienen las Fuerzas Armadas un conjunto de uniformes diseñados específicamente para darle a los veteranos la dignidad militar única y excepcional que tienen. La mayoría estaba de jean, pullover, infaltable campera, chaleco o gorro con las islas dibujadas y las consignas malvineras. Lucían con orgullo sus medallas, colgadas en la ropa de civil.

En oposición, las ropas de las jerarquías militares sentadas en la conmemoración –limpias, lisas, pulcras, de blanco reluciente y azul sin pelusa, como el rigor castrense manda– antes que uniformes parecían otra cosa. Algo así como disfraces.

El acto comenzó cerca de las 10:30 y duró poco más de media hora. Los combatientes se fueron del lugar con una placa identificatoria de regalo, para poner en sus viviendas, como señal pública de orgullo. Acaso en sus casas los esperaban con pastas o un asado. En el hogar y la camaradería, los sobrevivientes de la guerra encontraron su refugio.

 

Texto: Juan Pascual
Fotos: Gabriela Carvalho

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