Vitale, Tereschuk, comunicación, política y el descontento con las instituciones

Abelardo Vitale y Nicolás Tereschuk. Foto: Gabriela Carvalho.

Nicolás Tereschuk y Abelardo Vitale brindaron su análisis sobre la acción de las derechas, los discursos de odio y la situación en nuestro país y la región en el primer Argentino de Periodismo y Opinión Pública.

Nicolás Tereschuk y Abelardo Vitale tienen un largo camino recorrido en campañas electorales. Actualmente, revisten como funcionarios en la Jefatura de Gabinete de la Nación, uno dedicado a la relación con el Congreso y el otro al vínculo con los medios comunitarios y cooperativos. Tuvieron un paso importante por nuestra ciudad cuando acompañaron y asesoraron a Alberto Fernández en el debate presidencial de 2019. Volvieron, juntos, para el primer Argentino de Periodismo y Opinión Pública.

Coinciden en puntos centrales: no ven un giro a la derecha, sino un descontento general con la acción política; reconocen el ascenso de los discursos de odio y plantean que no hay que dejarse encandilar por el fenómeno y hay que darle una respuesta activa; creen que se necesita una nueva narrativa nacional, popular, progresista y de izquierdas que conmueva; expresan una frase de la misma manera: “La derecha va a avanzar hasta donde nosotros la dejemos”.

Estos son los tramos más destacados del encuentro:

• Tereschuk: Estamos viviendo una situación crítica de malestar en la sociedad y dificultad para todos los oficialismos para desplegar una agenda. Una de las novedades de la región tiene que ver con la presencia de discursos de derecha que en general ejercen mucha fascinación en nuestros propios espacios. Una posición pasiva, como si estuviéramos encandilados con un reflector. Una de las novedades de este discurso es que el asiento de la persona con más poder en este hemisferio impulsó este tipo discurso: Donald Trump.

El autoritarismo social, una definición de Ezequiel Ipar, anda dando vueltas. Son aquellas personas, situaciones, que viven la libertad del otro no como algo que no les gusta o les disgusta, sino como una amenaza a su propia libertad. Creo que hay que trabajar mucho sobre eso, hay que marcar líneas rojas. Cuando la señora esta toma la lavandina en la televisión y después muere un chico, después hubo una causa judicial. Cuando uno de estos dirigentes dice que está bueno que está bueno vender los órganos y comercializar niños, eso hizo ruido. Esos discursos no vienen de abajo hacia arriba, van de arriba hacia abajo. Se inyectan de arriba hacia abajo. El diputado Espert dijo que hay que meterle bala a un sindicalista. El bloque del Frente de Todos presentó un proyecto para expulsarlo. Hay que estar más atentos y accionar, no estar sólo en la queja. Como espacio político tenemos que saldar qué cosas pueden participar del debate público y qué cosas el Estado, como tal, tiene que reprimir. Si van a tirar antorchas encendidas sobre la Casa de Gobierno, yo creo que está fuera de la ley. En Estados Unidos, de la turba que entró al Capitolio, rompiendo todo y matando gente hay 900 personas que tienen causas penales.

Es determinante en esa batalla de palabras esa posibilidad de conmover. Muchas veces en la izquierda y el campo nacional y popular creemos que esto va por otro lado, de convencer desde un lugar racional, con argumentos, pensamiento científico. En ningún tiempo y lugar se trata de eso el debate y la posibilidad de convencer.

Vitale: Es innegable que hay un ascenso de las derechas, que no necesariamente todavía se expresa, y espero que nunca lo logre, en términos electorales. Hay un ascenso en términos de la validación que los discursos de derecha tienen en nuestra sociedad. Hoy se pueden decir cosas que hasta hace algunos años no se podían decir. Eso me parece un cambio cualitativo. Es desafiante para nosotros. Es una obligación política para nosotros, en el sentido más amplio, tomar esto y reflexionar, sin caer en una fascinación, que muchas veces vemos en un énfasis exagerado en una autocrítica. Hay condiciones, claro, para que prendan estos discursos. El año que viene cumplimos 40 años de democracia. El sistema está en deuda con nuestra sociedad y, dentro del sistema democrático, los partidos políticos y, en especial, los que estamos en el campo nacional y popular.

Hay una carencia de una narrativa trascendente, la determinación de por qué nosotros tenemos determinados valores, determinadas ideas, y por qué esas ideas y valores son mejores para la sociedad. Es un problema de liderazgo político, que después tendrá mejores o peores manifestaciones comunicacionales.

Si vos planteás que estás en una batalla cultural ya estás asumiendo que hay otro y que vas a disputarle a ese otro algo. Yo creo que esas cosas se realizan y se ejecutan. Se habla menos y se hace más. Es más: creo que toda esa época terminó siendo casi una autoparodia de eso. Y eso es grave. Me hago cargo, yo fui partícipe de eso con los blogs, eran momentos muy divertidos. De todos modos, ¿hay que disputar sentido? Obvio que hay que disputar sentido, todo el tiempo hay que disputar sentido. Está lleno de experiencias, inmensamente valiosas, de compañeros y compañeras a lo largo del país, que hacen a la construcción de sentido popular y comunitario.

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