Historias de fútbol y de muerte

Antonio Piovoso, arquero de Gimnasia de La Plata, está desaparecido desde el 6 de diciembre de 1977.

A 47 años de la dictadura de 1976 y en el marco de los 40 años de democracia, recordamos algunos episodios que vinculan al deporte más popular del mundo con los días más oscuros de nuestro pueblo.

Mientras la Selección Argentina y el pueblo futbolero nuevamente celebraban la Copa del Mundo con dos partidos amistosos en casa, minutos después de la fiesta ante Panamá comenzaba el Día de la Memoria. No fue un 24 de marzo más, se trató de la conmemoración del comienzo de la dictadura militar en el año donde se cumplen 40 años de la recuperación de la democracia.

El fútbol no tuvo ni un solo minuto de memoria. No tuvo en el Estadio Monumental, a escasas cuadras de la Esma, como tampoco en el Madre de Ciudades, donde la Conadep tiene registrado la desaparecieron y muerte de 118 personas nacidas en la provincia de Santiago del Estero.

En el ejercicio democrático de nunca jamás desactivar la memoria, vale recordar que el fútbol tuvo decenas de historias que están vinculadas con los años más tristes de nuestra Argentina. Y si hay un hecho que vincula al deporte más popular del planeta con la dictadura militar, ese fue el Mundial de 1978. Aquel logro deportivo del Seleccionado Nacional fue la primera estrella, pero también fue para los militares la gran operación mediática nacional e internacional para seguir con más fuerzas su plan macabro.

El carácter de distracción que procuró tener para la sociedad la Copa del Mundo fue un intento de legitimación política por parte de las Fuerzas Armadas mientras se reprimía, torturaba y mataba a miles de personas. Y también existió un derroche de recursos estatales que tuvieron dudosos sobreprecios y sospechosos destinatarios.

Al mismo tiempo significó una posibilidad para los exiliados y los propios organismos de derechos humanos recientemente creados –como Madres y Abuelas de Plaza de Mayo– de centrar la atención en la Argentina y poder denunciar así las atrocidades cometidas por la dictadura.

El Mundial 78 fue el evento deportivo más icónico, que no casualmente fue anunciado por la FIFA en 1966, cuando el país era gobernado por el dictador militar Juan Carlos Onganía. O sea, 12 años antes la autodenominada Revolución Argentina, responsable de la introducción de la Doctrina de Seguridad Nacional, ponía en marcha una ingeniería económica, mediática y sangrienta que atravesaba todos los puntos del poder civil nacional y también internacional.

Massera, Videla y Agosti en la final del Mundial 78.

Lo que no salió en los diarios

Si salimos del suceso futbolístico más importante de aquellos años de plomo, en Argentina nos vamos a encontrar con un triste historial de desapariciones y muertes vinculadas al fútbol, desde dirigentes hasta jugadores.

Gustavo Veiga, uno de los periodistas esenciales para conocer la historia de los deportistas desaparecidos en la dictadura, da cuenta de 19 casos de futbolistas asesinados o detenidos-desaparecidos, incluso antes del golpe de 1976, cuando intervenían grupos terroristas paraestatales como la Triple A o la CNU (Concentración Nacional Universitaria).

De los 19 jugadores, dos participaron de los campeonatos directamente organizados por la AFA en la década del 70. El arquero Antonio Piovoso integró el plantel de Gimnasia de La Plata en 1973. Estuvo en tres partidos del torneo Metropolitano de ese año, era suplente de Hugo Orlando Gatti y estudiaba arquitectura en la Universidad pública platense. Cuando abandonó el Lobo jugó en Atlético Mones Cazón, Athletic de Azul, Unión de Mar del Plata y Huracán de Tres Arroyos, todos equipos de la provincia de Buenos Aires.

La historia de Piovoso cuenta que está desaparecido desde el 6 de diciembre de 1977, cuando un grupo de tareas lo secuestró en las Galerías Williams, en pleno centro de la ciudad de La Plata.

El otro futbolista profesional es Ernesto David Rojas. Fue delantero en 10 partidos en el torneo Nacional de 1970 para Gimnasia de Jujuy y le tocó debutar en la cancha de Boca el 4 de septiembre de aquel año. El club norteño, que participaba por primera vez en un campeonato oficial de la AFA, ese día cayó por 3 a 1.

La CNU lo asesinó el 18 de marzo de 1976, seis días antes del golpe. Había viajado desde su provincia a La Plata con los hermanos Arabel, integrantes de la JP y trabajadores del hipódromo platense. “Ranga”, como lo apodaban, no era un cuadro político ni un militante de base, solamente quería operarse una rodilla con el médico de Independiente, Miguel Fernández Schnoor, pero terminó muerto a balazos.

La nómina completa de 19 jugadores víctimas del régimen de Videla, Massera y Agosti que registró el libro Deporte, Desaparecidos y Dictadura, la integran: Raúl Brú, Luis Ciancio, Ignacio Cisneros, Ricardo Cuesta, Ricardo Del Río, Daniel Favero, Pedro Frías, Alberto Garbiglia, Juan Carlos Luna, Carlos Manfil, Gustavo Olmedo, Francisco Pana, Hugo Penino, Rodolfo Prestipino, Antonio Piovoso, Eduardo Requena, Carlos Rivada, Ernesto Rojas y Heldy Santucho.

Paredón albiceleste

En 1977 el fútbol puso el escenario de la muerte. En un paredón del estadio de Racing, donde funcionaban las boleterías, un operativo policial terminó con la vida de cuatro hombres y dos mujeres a través de un fusilamiento a quemarropa. Fue en la madrugada del 22 de febrero.

Esa noche Rafael Barone y un amigo actuaron como se estilaba en esos años. Se fueron a sus casas y no volvieron a hablar del tema. Los 11 meses que Argentina llevaba de represiones, detenciones y desapariciones forzadas de personas provocaban miedo y silencio.

Muchos años después se acercó a la comisaria para declarar lo que había visto aquella madrugada en calidad de testigo presencial. Una causa que investiga los crimenes de lesa humanidad perpetuados por el Primer Cuerpo del Ejército durante la dictadura se abrió a partir de su declaración testimonial.

Sin embargo, más de 40 años después no alcanza la información para determinar la identidad de estas personas fusiladas en la vieja boletería del estadio, ni tampoco se condenó a los culpables.

Según se supo a través de un informe, la policía de esa época planteó un “enfrentamiento” entre los militares y Montoneros que realizaban una pintada en las paredes aproximadamente a las dos de la madrugada.

Un acta elevada por Jorge Héctor San Félix, jefe de la sección regional Lanús de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, narró: “Que en el día de la fecha, siendo aproximadamente las 1:40 horas, en circunstancias en que fuerzas conjuntas recorrían la zona de Avellaneda, al llegar a la calle Colón entre Alsina e Italia, observaron que varias personas se hallaban pintando leyendas subversivas”.

Rafael Barone, amigo del legendario futbolista Omar Oreste Corbatta, declaró como testigo en 2016 haber visto, en las inmediaciones del sector boleterías, “varias personas muertas, fuera de la cancha, con tiros. Al otro día ni comentamos ¿Qué íbamos a comentar? En ese tiempo estaba prohibido comentar esas cosas”. Las persianas de la cancha quedaron marcadas con agujeros con balazos de una 9mm de las fuerzas policiales.

A su vez, en el cementerio municipal de Avellaneda existió el sector 134, donde el equipo de antropología forense exhumó 336 cuerpos, entre 1988 y 1992, los cuales fueron enterrados en fosas comunes. Actualmente están en estudio para obtener sus identidades.

En el barrio, a menos de 10 cuadras del Estadio Presidente Perón, funcionaba el centro clandestino “El Infierno”, ubicado en la esquina de las calles 12 de Octubre y José Estrada. Se especula que los fusilados salieron de “El Infierno” hacia las calles de la cancha de Racing para ser asesinados.

De Pelé a Blaquier

El 13 de enero de 1966 el Santos de Pelé enfrentó a un combinado tucumano. Se jugó en el estadio de Atlético y el partido terminó con el triunfo de Santos 2 a 0, con goles de Pepe y Pelé. La historia del fútbol norteño repara en un defensor de Central Córdoba que esa noche tendría la misión de marcar al astro brasileño, Juan de la Cruz Kairuz, que para sorpresa de muchos logró anularlo. Kairuz luego jugaría en Atlanta, Newell’s Old Boys, San Martin de Tucumán y Gimnasia de Jujuy.

Su carrera se truncó por una lesión, y un viejo conocido le dio trabajo y vivienda: el recientemente fallecido Carlos Blaquier, que en aquellos años ya era amo y señor en los ingenios y la provincia, lo cobijó dentro del ingenio Ledesma. Pero el fútbol también le abrió la posibilidad de otro trabajo: el teniente coronel José Bardaro lo hizo entrar en las fuerzas represivas tucumanas.

De marcar a Pelé pasará a ser recordado por marcar obreros en el ingenio Ledesma. Participó en la desaparición de por lo menos 30 obreros en la empresa azucarera. El 13 de junio de 1977 un grupo de tareas invadió la casa de la familia Aredez, al frente de este grupo de tareas se encontraba Kairuz. También participó de “La Noche del Apagón” y del centro clandestino que funcionó en la jefatura de la policía de Jujuy.

Blaquier murió sin condena. En 2012 fueron procesados más de 20 policías y militares por los delitos de lesa humanidad en Jujuy. Kairuz, en el marco de esta causa, fue declarado culpable y a cinco años de prisión.

Jugadores, dirigentes, árbitros, entrenadores, periodistas deportivos y estadios son testigos de un fútbol que también convivió con la muerte. Hoy, 47 años después del comienzo de aquellos días tenebrosos, y camino a cumplir 40 años de democracia ininterrumpida, el fútbol apenas lo recuerda con una mínima publicación en sus redes sociales.

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