Crítica de “La terraza. Apocalipsis”, que se presenta todos los viernes de mayo a las 21:00 en LOA espacio AGM (25 de mayo 1867).

Por Roberto Schneider

La invitación queda formulada por los mismos integrantes del elenco que estrenó “La terraza. Apocalipsis”, en el Espacio LOA. Todos y todas, que se quieran sumar a la propuesta, no tienen más que entregarse a la trama de Federico Kessler, un ramalazo de frescura y de invención por los cuatro costados, para que el espectador se divierta. Primer punto a favor. De entrada nomás, dejar los prejuicios y permitir que nos envuelvan. Dos amigos discurren (quizás bastante) sobre lo que les sucede. Hasta que hace su irrupción el tercero, aunque venga de otra galaxia.

El escenario se convierte entonces en una suerte de universo propio, que no tiene desperdicio. Son tres amigos metidos en una realidad de la que tal vez no sean muy conscientes. Desde la dramaturgia de la obra, Kessler construye un mundo propio, pleno de matices, de juego que los actores de la propuesta disfrutan muchísimo. Por momentos la mente lleva a algunos espectadores a “Drácula transilvando bajito”, su anterior obra, pero ésta gana en originalidad. Con exacta duración, el montaje se caracteriza por un ritmo elaborado y preciso y por los soberbios remates de cada una de las secuencias. “Esta es la KGB. No, es la CGT”, dirá uno de los personajes. No es poco, en propuestas de este nivel el ritmo es esencial.

La historia de la escena nacional hacía pensar que el nuestro era un país para cómicos individuales y que tercetos famosos no eran de algún modo “transportables”. Incluso, no faltaron estudiosos que atribuyeran este hecho a nuestra incapacidad para trabajar en equipo, ideas desmentidas si se asiste a la atmósfera refrescante que impone la presencia de los hacedores de “La terraza. Apocalipsis”.

Hernán Rosa, Camilo Céspedes y Javier Bonatti construyen un espacio en el que gobierna la imaginación, a partir de la cual todo es posible. Incluso, el amarillo de algún vestuario. El espectáculo permite, según describimos antes, la ductilidad de los actores en la construcción pormenorizada de sus personajes y, también, el dominio corporal, la sonoridad de las voces y la flexibilidad de esos juegos faciales y gestuales. Los tres actores se sacan chispas sobre la escena. Pero eso no se ve. Se siente. Es muy buena la asistencia de dirección escenográfica y luminotécnica de José Ignacio Bellini. Si hasta dan ganas de llevarse el robot a casa. Y la planta también.

Este elenco es parte de los teatristas jóvenes que tratan de encontrar su espacio, Y aprenden, y cómo, el difícil arte de actuar, entretener y respetar al público. Es cierto que “La terraza” gustará más al público joven. Bienvenida sea, con ellos se construye el futuro.

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