Cambios tan profundos como vacíos

Un spot trucho en redes sociales muestra a Patricia Bullrich metiendo “quinta a fondo” a la interna de Juntos por el Cambio. Pero en verdad, el problema es precisamente ese: seguir pidiendo el cambio.

Las redes fueron protagonistas de un montaje de Patricia Bullrich en una escena de la película Rápido y Furioso en calidad de spot no oficial. En dicho spot, con una voz en off de Gerardo Morales pidiendo que la precandidata a presidenta de Juntos por el Cambio “bajara un cambio”, Bullrich pasa con un auto por encima de “tibios”, “kukas” y “narcos” a la vez que parodia el nombre de la película como “+Cambios +Profundos”.

En tiempos de redes sociales se podría dudar sobre la procedencia real de este spot, pero oficialmente no reconocieron su autoría por parte de JxC ni de sus aliados. Pero no se puede evitar pensar el mensaje que en definitiva plantea: por un lado, una representación de la interna feroz que atraviesa la coalición opositora, y por otro lado, la discusión sobre la “profundidad” de ese cambio. En realidad, ¿qué es el cambio?

Esta segunda dimensión, la noción de “cambio”, estuvo presente desde los orígenes de la coalición opositora, cuando el partido Compromiso para el Cambio cambió su nombre a Propuesta Republicana (PRO); luego estuvo la coalición Cambiemos y, por último, la actual Juntos por el Cambio.

Hemos admitido e incorporado dicho concepto a la discusión política de los últimos años, que no deja de desdibujarse cada vez más con los años el contenido real de dicho concepto. E incluso nos enteramos este año que hay distintos tipos de cambios, porque queda claro que para Patricia Bullrich, ella representa el cambio más profundo a comparación del resto de la coalición. Pero, ¿qué determina dicha graduación?

El PRO y su discurso

Para entender por qué continúa vigente la discusión sobre el cambio se deben comprender los rasgos propios del partido PRO. Según Vommaro, Morresi y Bellotti, en su libro Mundo PRO, ese partido es un nuevo proyecto sociocultural y económico que se plantea una modernización gestionaria. 

Su novedad reside en la crítica constante a la excesiva regulación estatal sobre la economía, aunque con un rol del Estado para la asignación de recursos, fundamentalmente, en algunos derechos sociales.

Sin embargo, también se configuró como un partido “posideológico” y de carácter más pragmático. Por esta razón, la idea del cambio es tan fuerte, no solamente por su pretendida modernización, sino por la vacuidad del concepto en lo político. Es decir, nadie en la sociedad ni en la política puede oponerse a un cambio. Pero, ¿cuál es el contenido del cambio que propone el PRO? 

Bueno, evidentemente no queda muy claro. Porque estratégicamente no está dotado de claridad. De ahí el carácter pragmático del partido. Esto es resultado de lo que la doctora en Ciencia Política, Adriana Gallo, define como uno de los vectores discursivos del PRO llamado “desideologización de la política”.

La desideologización parte de la idea de que los dirigentes del PRO tienen un saber técnico que está desprovisto de ideología, que es universal, y que todo saber identificado como ideológico proviene de la incoherencia, del sectarismo y de la no representación de un interés general. A esta ideología se le antepone un discurso propio vinculado al sentido común (que puede resultar familiar actualmente en Santa Fe, con una campaña política de una precandidata de JxC que empapeló la ciudad reivindicando el sentido común).

De acuerdo con Gallo, esta estrategia discursiva le permitió esquivar el contenido ideológico que caracterizó a la centroderecha y derecha argentina tras el gobierno de Carlos Menem, signadp por la aplicación de recetas neoliberales que generaron una profundización de la deuda externa, déficit fiscal, aumento de la pobreza, superconcentración de riqueza, desindustrialización, entre otros. 

A cambio, el PRO reemplazó las referencias ideológicas por la adopción de temas inquietantes para la sociedad que, a primera vista, nadie puede oponerse, como los vinculados a la inseguridad, la corrupción y el incumplimiento de la ley. 

Si bien a esta altura puede interpretarse (o no) como una obviedad esta caracterización del PRO, la discusión sobre el cambio, que se da hacia el interior del partido y afecta a la coalición en términos generales, no es de menor escala. Porque el aprendizaje de la presidencia de Mauricio Macri sigue siendo el mismo: el contenido no ha variado, lo que varía es la estrategia.

Hacia dónde apunta el cambio

"Si ganamos iremos en la misma dirección, pero lo más rápido posible", fueron las palabras de Mauricio Macri durante su último año de presidencia ante más de 1200 empresarios, en el marco de una cena de la Fundación Libertad. Sin saberlo, el líder del PRO reconocía que el cambio había fracasado en diversos frentes y la derrota en las Paso de 2017 lo demostraban. 

La diferencia estuvo vinculada a que nunca se cuestionó el contenido del cambio, porque esa es la dimensión ideológica del PRO que pretende no tematizar constantemente, sino que el objetivo fue revisar la estrategia, que quedó signada en la disyuntiva entre gradualismo o shock.

En este sentido, si observamos los conflictos internos que atraviesa Juntos por el Cambio, entre quien propone un “cambio profundo” (Patricia Bullrich) y quien reivindica una transformación “que no para” (Horacio Rodríguez Larreta), no hay una recuperación de este viejo dilema, sino una cuestión de matices en las estrategias.

Entonces, la coalición opositora parece acomodar sus filas en dos propuestas relativamente diferentes del cambio, pero con un consenso sobre la estrategia: esta vez tiene que haber shock. 

“El shock es lo único que va a generar que la Argentina pueda tener una salida más rápida de la crisis; el gradualismo es una muerte lenta”, había señalado Bullrich a Noticias Argentinas, y el alcalde porteño afirmó en reuniones con gobernadores, intendentes y legisladores durante el año pasado que “hay que hacer todos los cambios en los primeros 15 días”.

Por lo tanto, no hay cambio más profundo ni menos profundo, hay cambio y hacia un mismo lugar. Es decir, lo mismo que intentó Cambiemos, pero más rápido. Y si bien hay diferencias en relación a cuánto Estado, cuántas políticas sociales, cuántas reformas, cuántos quedan afuera y cuántos adentro, la mayor diferencia está en “quiénes” quieren el cambio.

La noción de cambio funciona como un significante vacío que sirve para aglutinar la oposición al kirchnerismo. Según Vommaro, la estrategia de Cambiemos durante su presidencia fue avanzar hacia una “normalización social y económica” y generar un cambio en la cultura, en el modo de hacer las cosas. Pero, sumado a la falta de éxito, para afianzar el rumbo hacia ese cambio cultural se necesitaron aliados, y es ahí donde la noción de cambio funciona a su favor.

El problema está en el alcance del significante, porque, evidentemente, el cambio se está volviendo la serpiente que se come su propia cola. Mientras un sector de la coalición busca cada vez más aliados en la oposición al kirchnerismo, otro reacciona con enemistad a una ampliación que resulta necesaria electoralmente, pero conflictiva políticamente. Por eso, cuidado con acelerar y pedir “+Cambios +Profundos” y de pasar por arriba a los “tibios”, porque en el camino podés terminar estampándote.

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