Elena Moncada, camino a las Paso: “Si no te involucrás, el cambio no sucede”

Foto: Gabriela Carvalho.

Referente del feminismo santafesino, Elena Moncada trabaja hace 14 años acompañando a mujeres en su salida de las redes de prostitución. “Nosotras ya vivimos mucha violencia, y eso no puede seguir pasando”. Hoy se involucra en la militancia partidaria, como tercera precandidata a concejala en la lista encabezada por Pablo Landó. 

“No quiero decirles a las chicas en las esquinas qué deben o no hacer; pero sí decirles que me encantaría verlas en el lugar que ellas elijan para sí mismas. No siento que solamente les estoy llevando un preservativo, sino que tienen una oreja que las escucha, alguien con quien pueden identificarse porque, ¿quién más que otra persona que estuvo en la misma situación para comprender?”

La cita es de las palabras finales de Yo elijo contar mi historia, el libro que Elena Moncada publicó en 2013. Esa publicación narra sus años en las redes de prostitución, pero también cómo salió de aquellas esquinas para volver a otras: las del acompañamiento. Una década después, Elena nos recibe sonriente (como siempre) en la Casita de las Mujeres, en el barrio Villa del Parque, dispuesta a hablar sobre su candidatura como tercera integrante de la lista de Fuerza Común para Concejo Municipal de Santa Fe, que encabezan Pablo Landó y Vanesa Oddi.

Nos espera tomando café con leche, ávida de mostrarnos todo lo que se hace en "la Casita". Nos anticipa que después tiene otra actividad: entre su militancia cotidiana por los derechos de las mujeres y la campaña electoral, prácticamente no tiene tiempo. Sin embargo, no deja de mostrar energía y ganas de hacer.

En sus 14 años de militancia, 22 mujeres salieron de las redes de explotación sexual. “Algunas pueden hacerlo en dos o tres meses y a otras le puede llevar diez años salir del mundo de la violencia, porque no se reconocen como tal. No reconocen que el que tienen de marido es el fiolo, el que les dice ‘hoy no vendí alfajores, te toca ir a la calle’. Es todo un cuento. Te dicen: ‘Te llevo, te traigo, te cuido, que no agarres frío, que no te secuestren’... Cuando en verdad ellos te tienen secuestrada. Pero todo eso se da vuelta con políticas concretas”, afirma.

Elena se propone dejar una historia reparadora tras la violencia que sufrió en carne propia. “Me violaron, me pegaron, me prostituyeron por 18 años, me drogué. Podría haber sido cualquiera de las compañeras desaparecidas”, relata. “Pero hoy soy una abuela feliz, tengo 59 años y pretendo que mis nietas, tengo una de 14 y otra de 9, sepan la lucha que la abuela hizo”.

Y agrega: “Hago un recorrido por mi infancia, por mi historia, y hoy me presento como tercera precandidata a concejala de la ciudad de Santa Fe. Eso me llena de alegría porque me doy cuenta de que no estoy sola”.

Foto: Gabriela Carvalho.

Al final un pasillo, está la Casita que Elena soñó junto a otras. Allí, en una construcción hecha con ladrillos y con empuje, entre 15 y 20 mujeres que están saliendo de las redes de prostitución cosen, hacen cortinas y almohadones, decoran frascos para vender y también tienen un emprendimiento de panadería.

“Las compañeras hacen estas cosas con mucho amor y por un rato se olvidan de que tienen un tipo atrás que las está maltratando y manipulando. En ese rato se pueden pensar como sujetas de derechos y no como algo que se puede tocar o violar o hacer lo que se quiera. Salen por un rato del submundo de la prostitución”, reflexiona Elena. 

Muestra todo con amor militante y se dispone a la conversación.

—Primero publicaste el libro “Yo elijo contar mi historia”, más tarde vino “Después la libertad”. Ahora estás en otro camino. ¿Cómo viviste el proceso de sumarte a una propuesta electoral?

—El primer libro fue un prólogo gigante, una descarga emocional. Ahí cuento pasajes de mi vida muy dolorosos. En el segundo, me corrí del lugar de víctima. Me convertí en sobreviviente. Primero elegí, después me liberé. Y me liberé de todas las violencias. Creo que en ese camino ya venía pensando en esto de la militancia. Nunca participé en un partido político. Y te da un poco de miedo el salto, porque la gente empieza a pensar “ahora Elena está en política, ya no la ayudo”. Pero en verdad me gusta poder decir “quiero políticas públicas”. Soy feminista abolicionista y no voy a estar nunca de acuerdo en que la prostitución sea un trabajo. No quiero que las pibas de 12 años sigan prostituidas, o que alguien con el frío que hace o con los calores que pasamos esté en una esquina. Y si no te involucrás, el cambio no sucede.

—¿Cómo estás viviendo esta experiencia, acompañando una lista para el Concejo Municipal?

—Hace 14 años que estoy en Mujeres por los Derechos y me pareció que la propuesta que me hizo Pablo [Landó] con su equipo era formidable. Me gustó que trabaje con la gente en el territorio. Yo venía de comprar esta casita con mucho sacrificio, mi sueño era tenerla para las chicas, para que tengamos ingresos y poder acompañar la salida de la prostitución. Si bien por ahí no podía entender la derecha, la izquierda y todas esas cuestiones —que para mí no existían porque no tenía conocimiento— me había dado cuenta de que mi lugar es la lucha que hago día a día. Pero últimamente me parecía que había que ponerle un poco la cara. Más allá de los libros que publiqué, de contar mi historia y de todo lo demás, me parecía que hay que comprometerse para lograr cambios. Por lo menos para que la gente sepa que hay una organización que está trabajando por los derechos vulnerados de las mujeres ante la explotación sexual. 

—¿Por qué decidiste acompañar a Pablo Landó?

—Un día viajaba por San Nicolás y vi que todavía existe el lugar donde yo estuve mucho tiempo. Ese lugar sigue estando. Y por mucho tiempo pensé en no meterme en política porque pensaba “voy a querer desarmar todo esto y se me van a venir todo encima”. Pero hoy no lo veo así: matarme, no me van a matar porque ya me hubieran matado todas las veces que denuncié. Pablo me había hecho la propuesta hace unos años. Y esta vez decidí acompañarlo. Me gustó su propuesta porque no se va a llegar con gente que no se involucre, que no pise el barro, que no abrace a las compañeras. Con Pablo acordamos específicamente poner una política pública en marcha para ellas. Él siempre me acompañó, nunca me mintió. Siempre fue sincero: “No tengo nada, pero podemos hacer esto o aquello”. Y además no es sólo Pablo: también hay un equipo. 

Foto: Gabriela Carvalho.

—¿Cuál es la necesidad en materia de políticas públicas para las mujeres que buscan salir de las redes de prostitución?

—Yo doy talleres y hago capacitaciones teniendo sólo segundo grado. Y pienso que hace falta una política integral para mis compañeras que están saliendo de las esquinas o que brindan capacitaciones sobre VIH. Decidí meterme en la política partidaria para que la prostitución esté en agenda, como lo está la trata o la violencia. Todo el mundo habla de la violencia, pero no de la prostitución. Hace dos meses y medio tenemos una compañera desaparecida y no se ve la parte humana, la empatía, con una mujer joven de 29 años, que cumplió 30 estando desaparecida. Me parece que ya es hora: de seguir luchando, pero de ponerle cara y nombre a las cosas. Jamás me olvido de las que todavía están en la esquina: nenas de 9, de 11, prostituidas. Sé el proceso que es salir de la esquina, sé cuán doloroso es porque yo lo pasé. Es necesario que las compañeras tengan la oportunidad de estudiar, si así lo desean. Hoy te piden un currículum, pero si estuviste 25 años parada en una esquina, ¿qué currículum vas a llevar? Y a veces tampoco nos emplean porque piensan que les vamos a robar, porque estamos tildadas como la resaca de la sociedad. Creo que hay gente que está en muchos espacios donde podrían estar cualquiera de mis compañeras. Yo hago talleres en los colegios que no los hace nadie y no me recibí de nada. Quienes sufrimos violencia de género somos las mejores para hablar de eso.

—¿A qué te referís con “el submundo de la prostitución?

—A que quienes pasamos por la prostitución no nos sentimos parte de la sociedad. El día de la inauguración de la casita, en diciembre pasado, ellas estaban al fondo, en un rincón. Pero en verdad son tías, hermanas, abuelas, vecinas, amigas, mamás. Y nos seguimos preguntando: “¿cuándo nos van a reconocer por lo que soy?” Es decir, como personas. Nosotras sentimos mucho pudor. ¿Por qué no íbamos a los actos escolares de nuestros hijos? Porque el papá del compañerito pasaba y me consumía, el director de la escuela, el cura, el pastor…  Digo “submundo” porque nadie lo quiere reconocer, pero existe.

—¿Por qué no se habla de la prostitución en Santa Fe?

—Porque a nadie le conviene. Nosotros tuvimos durante mucho tiempo el prostíbulo Místico, en plena peatonal santafesina, donde el dueño era el hermano de un diputado. Te vendían el TC-2000 y con la entrada te ofrecían a las pibas. A nadie le importa porque todos están involucrados de alguna manera. Es como la dictadura: todos queríamos creer que los curas y las monjas eran los mejores, pero eran los peores porque te decían todo que sí y después tiraban la gente viva al dique San Roque (por poner un ejemplo). Es todo bastante hipócrita.

—¿Por qué es importante llevar este tema al Concejo Municipal?

—Porque ya vivimos muchos años de violencia y esto no puede seguir pasando. Las mujeres en la esquina me dicen “Elena, yo quiero trabajar, no quiero estar más acá. Mis hijos crecen, vienen los amigos y me tengo que esconder”. Me parece que el Concejo tiene que hacer algo al respecto. Vamos a presentar un proyecto de ordenanza para que haya capacitaciones para mujeres en situación de prostitución.

—¿Quién es Elena Moncada hoy?

—Para mí es muy importante que la gente ya no me vea como la pobrecita, porque nunca lo fui. Siempre fui una mina que se puso las pilas. Nació mi nieto, que hoy va a cumplir 18 años, y dije “no tomo más drogas”. Hoy tengo cinco nietos maravillosos, que son la luz de mis ojos, y eso me cambió la vida. Y también soy parte de este espacio que tiene gente maravillosa, con la que estamos trabajando en la campaña.

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