Del batacazo del Tigre Cavallero en 1989 a disputar unas pocas bancas legislativas. El socialismo fue fagocitado por el azar más triste y por su propia interna.

En 1989, Héctor “El Tigre” Cavallero fue electo intendente de Rosario por el socialismo, para completar el mandato interrumpido del radical Horacio Usandizaga. Gestionó hasta 1991 y fue reelecto. Llevaba como secretario de Salud a su sucesor en 1995, Hermes Binner, el hombre que le dio a la provincia de Santa Fe la primera gobernación socialista de argentina, en 2007.

De aquellos 12 años de gobernación socialista queda hoy apenas para destacar en las primarias de 2023 la victoria de Clara García en la categoría de Diputados de Unidos para cambiar y el triunfo de Julio “Paco” Garibaldi en la categoría de senador por La Capital (aunque ahora tiene que enfrentar a uno de los pocos tanques vivos del peronismo, el senador Marcos Kaniche Castelló). No más que esto para una fuerza que llevó a Binner a disputar la presidencia nacional en 2011 y que gobernó Rosario hasta 2019. Poca ganancia, muy poca frente a todo lo que el socialismo perdió en estas primarias.

El socialismo ni siquiera irá a las generales para disputar el único Ejecutivo significativo que tenía desde 2019, la Municipalidad de Santa Fe. El intendente Emilio Jatón –que nunca terminó de ser visto como jugador propio por fuera de la militancia de Fuerza del Territorio– apenas orilló los 48 mil votos y quedó muy lejos de un total outsider, el doctor Juan Pablo Poletti. Un verdadero mazazo.

Apenas cerradas las listas en 2023, el bonfattismo y el lifschitzmo se decían barbaridades en off. “Querían jugar a que Clara no gane” dicen desde un campamento, “Esto con Lifschitz no pasaba” dicen desde el otro.

Cuando reconoció la derrota, Jatón le deseó suerte a Poletti y aseguró que “vamos a acompañar cualquier proceso del intendente que venga”. “No vamos a cometer los errores que cometieron con nosotros”, añadió. Una referencia directa a la interna socialista y al carísimo costo pagado. Todo es herida, los pases de factura son crueles por amargos.

Apesadumbrado, el actual intendente afirmó que “hicimos todo bien” y confesó que esperaba otro resultado: “Las encuestas decían otra cosa, son momentos difíciles de evaluar”. Ante la consulta sobre su futuro en la política, anticipó que seguirá “militando desde algún lugar de la política o de la vida misma”. ¿Un gesto de retiro?

Roto y sin horizonte

El socialismo ha terminado partido en cuatro partes. El primer desgajamiento fue en 2015, cuando se fue Rubén Giustiniani. Hoy Giustiniani ni siquiera llegó a los 50 mil votos. Quedó debajo de Carlos Del Frade (63 mil votos), como expresión progresista. En la ciudad de Santa Fe, su candidato a concejal, el muy activo públicamente Joaquín Azcurrain, no llega ni a las generales.

El segundo desgajamiento fue este año, cuando se fue Bases, con Claudia Balagué a la cabeza, camino al acuerdo con el radical Palo Oliver y con Carlos Del Frade. El socialismo fue al Frente de Frentes, Unidos para cambiar con ratificación de congreso partidario y todo. El sector de Balagué hizo público su descontento en el momento, se levantó y se fue.

El resultado de ir al Frente de Frentes no fue una vicegobernación expectante. Quedó una fórmula pura de último momento –Mónica Fein, que sacó apenas 130 mil votos, menos todavía que el peronista Marcelo Lewandoski– y dos listas para diputados con choque de máximas figuras –Clara García y Antonio Bonfatti– y una interna galopante. García ganó en su categoría, pero muy ajustadamente. El reparto de bancadas le dará buena cantidad de lugares a las listas de José Corral, Dionisio Scarpín y el propio Bonfatti, que quedó cuarto.

La interna mayor se puede remontar a las elecciones de 2019. A toda la gobernación de Miguel Lifschitz, en verdad. Aquel Frente Progresista quedó completamente enredado entre la intención de Bonfatti para volver a la gobernación y la de Lifschitz para reformar la Constitución y lograr una reelección. El día de la victoria de Omar Perotti, los dos referentes se sacaban chispas.

Es contrafáctico, pero no puede evitarse la certeza. Otra hubiera sido la realidad si Miguel Lifschitz no hubiera fallecido de coronavirus, en mayo de 2021. El ex gobernador ordenaba el espacio, lideraba la Cámara de Diputados con mayoría propia y avanzaba abiertamente en el armado de una nueva postulación. Más allá de los determinantes estructurales, el azar y el lugar de las personalidades tiene su peso en la historia.

Dejar respuesta

Por favor, ¡ingresa tu comentario!
Por favor, ingresa tu nombre aquí