Mano a mano con Mariano Granato, precandidato a senador por La Capital en la interna de Unidos para Cambiar, en la lista que lleva a Emilio Jatón para la intendencia.
Mariano Granato es el engranaje silencioso de la gestión municipal de Emilio Jatón. “Hablá con Mare”, se dice en los pasillos de calle Salta a la hora de transformar una idea en una política pública. Granato es el Secretario General de la Municipalidad y, por primera vez, salta a las urnas desde su lugar de gestor, que cultiva desde hace más de una década. En los barrios, Granato es más conocido por el mano a mano en su rol durante la última gestión provincial del Frente Progresista, la coordinación del programa Nueva Oportunidad.
Cuatro hitos marcan su camino hacia la política. Granato empezó a trabajar a los 14 años en el negocio de su familia, la heladería Meridiano. Fue delivery, atendió al público, fabricó helados. Más de grande, empezó como cadete en una empresa de servicios agropecuarios y terminó gerenciando la administración.
El segundo hito, la secundaria, en la escuela Zapata Gollán. “No vengo de una familia que haya discutido mucho de política. En la escuela secundaria algunos profesores despertaron el interés”, dice.
El tercer hito, generacional, el 2001. Granato estudiaba Ciencia Política en Rosario y se tuvo que volver, porque su familia no lo podía sostener. Tras un paso por Comunicación Social, terminó Ciencia Política en la Universidad Católica. El cuarto hito es muy local y, también, generacional: “Estando en la Católica, en el 2003, armamos el centro de evacuados en la Universidad Tecnológica. Había como 900 personas y no había ningún funcionario provincial. Organizamos con un grupo de amigos. Eso me despertó también a la idea de la militancia”.
Antes de acercarse al socialismo, Granato puso la oreja en algunas reuniones de un profesor peronista de su facultad, Jorge Fernández, “pero después, ya de lleno, me involucré armando en la Juventud Socialista con otros compañeros. En ese momento el socialismo en la ciudad de Santa Fe estaba como muy incipiente y no había ningún desarrollo territorial, y a nosotros nos gusta más esa militancia más barrial, que por suerte después se expandió”.
“Ya con el fenómeno de Hermes Binner, me convocaron del Centro de Estudios Municipales y Provinciales (Cemupro). Estaba entusiasmado con esa gestión digamos, pero como técnico, yo trabajaba en una empresa agropecuaria. Empecé a militar en lo más básico. Estaba Mónica Bifarello, que era una persona de referencia”, cuenta Granato.
Su compromiso completo llegó durante la gestión de Antonio Bonfatti, de la mano de la ministra de Cultura, Chiqui González, y de la apertura de El Molino, La Redonda y los Aleros en los barrios. “Cuando nació el Plan Abre, empecé a trabajar ahí desde el Ministerio de Cultura. Ya en la gestión de Miguel Lifschitz me convocaron directamente para coordinar en el Abre y armamos el Nueva Oportunidad. Con los compañeros de la juventud territorial de Rosario, desarrollamos el programa con una idea más provincial, amplificamos el programa a 6000 jóvenes en toda la provincia, 3500 jóvenes en la ciudad de Santa Fe. Fue una gran experiencia”.
–¿Qué importancia política tuvo el Nueva Oportunidad?
–En primer lugar, poner a la violencia como fenómeno a ser abordado por las políticas sociales. El Plan Abre y el Nueva Oportunidad marcaron una diferencia en que la violencia, como fenómeno social, sea parte de la agenda de las políticas sociales y no solamente de la asistencia social. En segundo lugar, nos permitió poner el foco en un sujeto social, los jóvenes entre 18 y 35 años vinculados a circuitos de violencia, penetrando un poco las trabas burocráticas que tiene el Estado. Nueva Oportunidad permitió descubrir la potencia que tienen esas juventudes para transformar y para involucrarse con una sociedad que muchas veces está los ubica en un lugar de marginalidad. Mucho territorio me permitió conocer, mucho, no solo de la ciudad sino de donde se ubican estos jóvenes, las historias de vida que atraviesan estos pibes, las circunstancias en las que se forman y que luego les hacen tomar determinadas decisiones también. Conocí la dinámica del territorio y la historia que hay en cada uno de esos pibes, que muchas veces también está oculta. En general, la sociedad le pone una carga muy alta a la voluntad de esos pibes, a pensar que no salen porque no quieren, porque no tienen la voluntad de salir. Conociendo las historias que atraviesan, cómo se formaron en sus infancias, la verdad que la pregunta debería estar más en la sociedad que en los pibes.
–No es el discurso paradigmático sobre la seguridad ese.
–Claramente, no. Hasta que el Estado no agende el verdadero origen de la violencia y el delito no lo va a poder resolver, menos con más policiamiento. Es un poco lo que descubrió el Plan Abre. Lifschitz tuvo la capacidad de poder verlo también y de escucharnos mucho, de incorporarlo como un discurso propio, una decisión política de darnos los recursos para trabajar con estos pibes. De hecho, creo que se encontró con Nueva Oportunidad un camino en la reducción de la violencia de las grandes ciudades. Como todo proceso, requiere su tiempo y hay que sostenerlo, pero hay un camino hay un aprendizaje ahí. Hasta que la política de seguridad de una provincia no identifique que además de mejorar el policiamiento se tiene que trabajar con los sujetos que son un poco las víctimas del sistema no se va a resolver nada.
Por los votos
–Esta es la primera vez que pones la cara para para ir por los votos, ¿cómo es la experiencia?
–Siempre para mí la política tuvo que ver con los hechos reales, con la transformación y con la gestión, con la capacidad de transformar. Eso es para mí la política. Va a seguir siéndolo. Por eso tuve un perfil bajo, a diferencia de muchos otros militantes que siempre son candidatos. Yo siempre fui un gestor. Fue una decisión personal importante, pero me siento cómodo porque estamos mostrando lo que nosotros hacemos siempre: dialogar con los vecinos, construir soluciones en conjunto, caminar la calle, estar cerca de la gente es algo que hacemos en la gestión y ahora lo distinto es mostrarlo. Me queda cómodo porque no estoy forzando nada que no haya hecho antes, lo único es el nivel de exposición. Lo que más me cuesta de la campaña, estar menos tiempo con mis dos hijos. Los estoy extrañando bastante y ellos creo que también a mí, pero bueno, también les hablo mucho y entienden que es una circunstancia
–¿Ves una sensación más antipolítica en las recorridas de campaña?
–Hay un enojo muy grande, la gente la está pasando mal porque la situación económica hace que los problemas sean cada vez más graves. Hay como un enojo generalizado con la realidad y obviamente la política es también blanco de ese enojo. Las formas de la política, de promesas, de mucha palabra y poca acción, de no haber podido resolver los problemas de la gente, hace que la política sea blanco de ese enojo. Hay cansancio de la gente. Nosotros con el equipo de Emilio recibimos muchos reclamos, pero también recibimos aceptación de haber cumplido lo que vinimos a hacer. Nosotros teníamos la propuesta de construir la ciudad de los barrios hacia el centro, a diferencia de otras gestiones, y es lo que estamos haciendo. Cumplimos con la palabra. Para nosotros es importante, y para la política, recuperar el valor de la palabra y de reconciliar la ética con la política. Es algo en lo que Emilio insiste mucho. A pesar del enojo, hay un reconocimiento también. Primero, de que nos tocó gobernar en un contexto muy difícil por la pandemia y la crisis. Y hay un reconocimiento muy claro de que cumplimos con una palabra. Lo que dijimos que íbamos a hacer, lo estamos haciendo, y nunca hicimos promesas falsas, ni promesas mágicas que no se pueden cumplir, ni como candidatos nos adjudicamos en la campaña el trabajo que hacen otros.
La interna
–Mencionaste varias veces a Lifschitz… ¿no te parece que la interna socialista se sobregiró un toque para estas elecciones?
–Sí, creo que mostró grandes egoísmos de un grupo de compañeros y compañeras que creen ser los herederos de un legado al que, en realidad, otro grupo de compañeros trata de materializarlo todos los días la gestión pública. No se encontró un punto de equilibrio en el Partido Socialista que nos permita reconstruir la historia de 12 años de gobierno provincial del Frente Progresista y de muchísimos años en Rosario, un partido con más de 100 años de historia. No se encuentra una síntesis porque no hay un liderazgo que las resuelva o porque no hay la suficiente generosidad para darle lugar a todos los grupos. El Partido Socialista no es uno solo, en muchos espacios hay muchas visiones distintas de la realidad.
–Desde 2015 para acá el socialismo quedó partido en cuatro.
–Sí, es una pena y y abre un enorme desafío para adelante después de estas primarias cómo reconstruir eso y encontrar un mecanismo que resuelva esas tensiones que son egoístas. Es algo que vamos a hacer, como hicimos desde la ciudad de Santa Fe, lo intentamos hasta último momento y lo vamos a seguir haciendo después. Obviamente, para el diálogo se requiere más de una parte, uno no puede dialogar solo. Aceptar el diálogo significa aceptar que el otro existe y que hay que ubicarlo en algún lugar. Cuando las discusiones se plantean sin ningún renunciamiento, es difícil encontrar una síntesis. En este cierre, un grupo del Partido Socialista no tuvo ninguna vocación de ceder nada en una discusión y eso generó que el partido esté dividido como está dividido que en muchos lugares de la provincia.
El senado y la gestión
–Desde el lado de la banca, ¿qué esperás del Senado?
–El Senado está compuesto generacionalmente por legisladores que están hace mucho tiempo, a los cuales respeto mucho, pero hay una agenda de trabajo que representa también otra generación, que ha vivido y ha visto la crisis del 2001 y y los 90. El Senado necesita una voz que represente generacionalmente un cambio en el entendimiento de la realidad. Sin ir más lejos, la provincia de Santa Fe no estaría adherida a la Ley de Educación Sexual Integral nacional y eso tiene una traba principalmente en el Senado. Lo mismo pasa con la Ley de Salud, es una ley que está trabada.
–¿Qué implica para vos el trabajo del senador? Para los departamentos del interior, el senador es casi un intendente metropolitano, pero en Rosario o La Capital no pasa lo mismo.
–No pasa porque no hay una actitud de gestión. Además de la tarea legislativa, el senador tiene que tener una enorme capacidad de gestión. Para nosotros es muy importante trasladar también toda la experiencia de la gestión del Ejecutivo a la tarea del senador de La Capital, que pueda acompañar más los problemas y proponer soluciones a las 15 localidades del departamento: los problemas son comunes. La decisión de ser precandidato al senador tiene que ver con una necesidad de que hay determinados problemas que no puede resolver solo la ciudad de Santa Fe, ni ninguna ciudad del área metropolitana. El problema de la seguridad, del ambiente, de la movilidad y de la producción no se pueden resolver aisladamente, porque el departamento se ha convertido en un gran conglomerado. Las familias viven, circulan, en un gran conglomerado. Nadie se da cuenta, cuando viene todas las mañanas por la ruta 1, dónde termina una localidad y dónde empieza otra. Los problemas son los mismos, independientemente de las jurisdicciones.
Algunas propuestas
• “El delito, se mueve fluctúa y tiene una dinámica, que se va corriendo de acuerdo a la presencia policial en una ciudad u otra, y ninguna ciudad se puede alambrar ni sirve para resolver el problema. Entonces, son problemas metropolitanos y hay que abordarlos de esa forma”.
• “La producción en La Capital, que tiene una potencia tremenda, que genera más de 16 mil puestos de trabajo en blanco, que puede ser una potencia logística y productiva de todo el centro norte de la provincia y de provincias aledañas. Hoy las áreas industriales dependen de tres municipios diferentes, con tres regulaciones diferentes, que no tienen una estrategia en común. Tiene que haber una figura que articule y los intendentes, con la cantidad de problemas cotidianos que tienen, no pueden aunque quisieran”.
• “Hay que gestionar el problema de movilidad que tiene el área industrial de la Ruta 19, en donde los trabajadores Santo Tomé no tienen forma de llegar a su puesto de trabajo. Hay que sentarse con una empresa de transporte, con la legitimidad de los votos”.
• “El senador del departamento La Capital puede tener un rol mucho más activo en términos de gestión más allá de su rol específico que tiene que ver con legislar, y justamente defender los intereses santafesinos. En otros departamentos, el senador gestiona mucho más de lo que legisla. Y también, obviamente, queremos quitarle discrecionalidad al manejo de los recursos que tiene el Senado”.
• “Nos genera una gran preocupación, creo que es innecesario y es ineficiente para para el departamento seguir corriendo la línea del cordón de producción frutihortícola. Me preocupa, me preocupa demasiado, porque además si crece esta modalidad de country en el departamento hace que sea cada vez más costoso y cada vez más ineficiente llevar los servicios públicos a esos lugares. Desde el desarrollo urbanístico me preocupa porque es ineficiente, ni hablar desde la producción de alimentos. Creo que hay que limitar todo lo que se pueda, porque es difícil, hay muchos intereses en juego, pero hay que defender la presencia del cordón frutihortícola sobre el avance de los desarrollos inmobiliarios”.
• “Específicamente en lo ambiental, Santa Fe es la única ciudad del departamento de La Capital que tiene un relleno sanitario, el resto de las localidades hace con la basura y los residuos lo que puede, en algunos casos la quema, en otro caso la traen el relleno. Nosotros estamos planteando una solución, apoyada en la Ley de Gestión de Residuos Sólidos Urbanos que existe en la provincia, que compromete al gobierno provincial a financiar el manejo de los residuos: un relleno sanitario de toda el área metropolitana, que esté cogestionado por las 15 localidades. Eso nos permite tener una estrategia común respecto de los residuos, porque de nada sirve que una ciudad haga un gran esfuerzo en un tratamiento adecuado de los residuos y que la ciudad al lado los tenga que quemar, porque el ecosistema es uno solo, los ríos que nos atraviesan son uno solo y vivimos en el mismo ambiente. También nos puede permitir el gran desafío de tener estrategias comunes sobre la separación de los residuos en origen. Nosotros creemos que las 15 localidades tienen que tener la misma política ambiental respecto de la separación y el gran desafío es cómo incorporamos nuevos hábitos de consumo y nuevos hábitos en la gestión de los residuos".
• "Los efectos del cambio climático, de la crisis ambiental están fuera de agenda hasta que ocurre un suceso trágico, traumático. No dimensionamos que estamos en julio y tenemos 30 grados y hay gente en remera, el impacto ya está ocurriendo. Me preocupa cómo la política también puede generar la conciencia de que esto es producto del comportamiento humano. Por eso planteo una agenda ambiental con el gran desafío de cambiar los hábitos de consumo y la gestión de los residuos. Creo que hay que apoyar la Ley de Envases, las corporaciones generan el mayor impacto en las ciudades y después el problema le queda a la ciudad, también tienen que hacerse responsable del daño que generan en los ambientes urbanos. Sé que mis hijos van a tener que vivir consecuencias más trágicas que las que tenemos nosotros, pero me preocupa mucho más cómo podemos instalar ahora la conciencia. Los efectos de de cambio climático están ahora. Con los efectos de una lluvia de 250 milímetros en 30 minutos, la sociedad le demanda una respuesta al Estado, pero no es consciente de que es parte del problema también. Me preocupa como gestor, porque los sucesos climáticos van a seguir, van a ser más agresivos. No quiero imaginar un futuro distópico, me entusiasma mucho más pensar en cómo la política y la sociedad es capaz de concientizar en el impacto que tiene cotidianamente lo que hacemos todos los días y, por supuesto, pensar en una agenda de trabajo también relacionada con el modo de producción, el impacto ambiental que tiene".