El futuro de la Universidad Nacional del Litoral y las elecciones que se vienen. El impacto económico de la institución en la región y la actualización de la academia. Mano a mano con el rector Enrique Mammarella.

Cuando la UNL construyó su imponente rectorado, el bulevar Gálvez era el límite norte de la ciudad. Fue en aquellos tiempos en los que la inversión del Estado era tan monumental que sus marcas todavía perduran y seguirán haciéndolo. El despacho del rectorado tiene mármol, pisos de madera, pinturas de cuerpo entero de Hipólito Yrigoyen, presidente cuando se fundó la universidad, Manuel Gálvez, fundador de la UNL y gobernador provincial, y el diputado Jorge Raúl Rodríguez, el diputado que presentó la ley por la que se creó la Universidad Nacional del Litoral. Santa Fe y su universidad tienen una historia larga e indisoluble.

En el despacho del rector hoy está Enrique José Mammarella, Doctor en Ingeniería Química e Investigador Adjunto de Conicet, que encara los últimos dos años de una gestión que comenzó hace seis. Mammarella es primera generación de universitarios en su familia. Muchos de los 50 mil estudiantes que hoy cursan en la UNL también lo son.

La institución emplea hoy a tres mil docentes y más de mil no docentes. Todos los días, cerca de 30 mil personas se movilizan por la ciudad para transitar su vida académica. A futuro, depende de lo que pase el 19 de noviembre, la universidad tiene proyectada la construcción de dos aularios más al lado de Medicina, una tira de servicios, un edificio para la parte técnica de las carreras de Arquitectura, Diseño y Materiales, otro edificio con infraestructura de investigación para una planta de vacunas, y una incubadora de proyectos de gran magnitud, de biotecnología y la salud.

Hace cinco años, la universidad no tenía ni siquiera presupuesto para funcionar durante el año y los salarios docentes habían caído en picada, perdiendo notablemente el poder adquisitivo.

–En una entrevista que tuvimos en 2018, durante la crisis salarial y presupuestaria de la universidad, un poco antes de las tomas de facultades, nosotros le preguntamos qué haría usted si estaba al frente de un Centro de Estudiantes y lo que nos respondió era que “estaría peleando por mayor presupuesto educativo”. Pasaron cinco años y hace algunas semanas estuvo haciendo la apertura de un aulario nuevo, se terminaron las viviendas para estudiantes, se hizo un edificio nuevo para Medicina ¿Qué cambio en la política y en el presupuesto educativo respecto de 2018?

–Creo que hay más política. Hay más política, hay más gestión. Aparecieron algunas líneas, líneas presupuestarias como infraestructura universitaria, que van por otro lado, por presentación de proyectos, por mostrar las necesidades. Ha habido un cambio o una lógica del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) de entender que, más allá de la pertenencia política de los rectores a un bloque o a otro, si entendemos la racionalidad y la discusión, podemos tener más fuerza para discutir mejor con el Congreso o con el Ejecutivo. Creo que eso nos ha ayudado mucho. Y hoy, si querés, aunque en el Congreso no hemos encontrado muchas respuestas a muchos planteos que hemos hecho, en el Ejecutivo quienes están relacionados con nosotros siguen siendo rectores y van a volver a ser rectores, como el Secretario de Políticas Universitarias, Oscar Alpa, y el ministro de Educación, Jaime Perczyk. Tienen la misma problemática y tienen que volver a rendir cuentas a la universidad, cuando termina en su gestión. Y eso implica tener una mirada un tanto diferente cuando uno le plantea ciertas cosas.

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–Desde cierto periodismo, incluso desde parte del sector privado, surge la crítica recurrente de que la universidad no tendría que estar vinculada a la política, de que la intersección entre la universidad y la política partidaria arruina a la universidad. ¿Cuál es su respuesta?

–Todas las decisiones que hacemos cada uno de nosotros son políticas. Si en la universidad, que forma a los ciudadanos que van a ser parte también de la política, no se discute política... En la universidad, crear una carrera es política. Decidir qué carreras van a tener más matrícula o menos matrícula, o adónde vamos a poner los recursos, es política. Nosotros seguimos siendo una universidad regional del centro norte de la provincia. Todas las ciudades, todas las comunas, nos piden estar presentes. No sólo poniendo una facultad, que no podemos, pero sí trabajar en el desarrollo de los planes estratégicos, que la investigación te dé cuenta de las economías regionales. Si eso no es política... Nosotros hacemos política. Después está el problema de cómo se entiende la política y la visión de las políticas partidarias y la participación de la política partidaria. La política que hacemos los rectores en la universidad es la política que convertimos en política institucional. Nuestro lugar de discusión es el CIN, ahí discutimos visiones, discutimos políticas de largo plazo, discutimos nuestra visión. Después está lo que discute el Congreso. Aunque partidaria o institucionalmente uno pueda llegar a tener afinidad o no afinidad, muchas veces nosotros no elaboramos las políticas que se discuten en el Congreso.

–Dos de los últimos cuatro rectores, contándolo a usted, después pasaron a la actividad partidaria y política, ya sea en la intendencia, o como diputados nacionales, o en diferentes candidaturas. No fue ese su caso ¿por qué?

–Siempre es una decisión personal. Si querés, también institucional. La comunidad me votó para ser rector de la UNL, con una idea de una impronta y una lógica de la UNL que es centrarse mucho más fuertemente territorialmente, ser la universidad del territorio, ser quien colabore en un montón de proyectos que queremos que se transforman en políticas públicas y creo que este es el mejor lugar donde yo lo puedo ejecutar. Eso forma parte de los compromisos y de lo que uno está haciendo.

–Es un cambio respecto de la trayectoria que se venía teniendo.

–La universidad lo que genera son dirigentes, después está en la naturaleza de cada dirigente ver cuál es el lugar donde se siente más cómodo, dónde cree que puede aportar. Todos queremos aportar en algún lugar. Yo me encuentro aportando mucho en muchas de las reuniones que tenemos acá con intendentes, presidentes de comunas y otras partes del gobierno, de los gobiernos locales y demás, donde uno puede discutir cómo mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Sin hacer política partidaria, estamos haciendo esa política como podría ser en la Cámara de Diputados o en otro lugar. Cuando uno habla de políticas, tiene ciertos lugares. El mío es dentro de la academia. Tengo una trayectoria. Llevo más de 30 años en la Universidad Nacional del Litoral como docente, como investigador, formando cuadros, formándome, discutiendo. Yo tengo que agradecer haber tenido todas mis oportunidades acá. Uno no imagina muchas veces que va a terminar siendo rector. Rector termina siendo uno, dos por generación. Me tocó, como podría estar en otro lugar.

–Usted mencionó al CIN como lugar central respecto de la política de la universidad. El 12 de octubre el CIN el hizo un documento donde expresaba la preocupación por las "recurrentes expresiones", cito, respecto de la privatización de la educación pública. A eso se le puede agregar el cierre de Conicet, la propuesta de vouchers. ¿Cuál es su posición respecto de esas propuestas?

Rectores de todo el país emitieron un documento en defensa de la Universidad gratuita

–Cada gobierno que ataque a la universidad pública nos va a encontrar defendiendo la universidad pública. Toda la formación que tengo es hecha en la universidad pública. Las oportunidades que tuve yo, mi familia, mis amigos y todos vienen de la educación pública. Mi formación básica, mi posgrado, mis salidas internacionales, mi formación en investigación, mi carrera en el Conicet está dada por la educación pública. Soy defensor de la educación pública, pero también entiendo y soy comprometido y esto es lo que tratamos de discutir en el CIN, de que muchas veces tenemos que seguir viendo y siendo críticos para mejorar. Hay muchas cosas que tenemos que mejorar. Acabamos de aprobar en el CIN una serie de documentos, que hoy son resoluciones del ministro, que forman parte de una transformación de muchas de nuestras formas de organizar nuestras carreras.

–Plantear licenciaturas en cuatro años y las tecnicaturas en dos años, por ejemplo.

–Por ejemplo. También que nuestras universidades cuenten con un sistema de calidad. Hay muchas cuestiones que vienen a cambiar la lógica con la cual estamos viendo el sistema. Cuando nosotros estructuramos las carreras, se contaban las horas en la currícula universitaria por las horas de dictado de un profesor. Ahora vamos a traducir eso en las horas que necesita un estudiante. Es un cambio de mirada muy grande. No es lo mismo decir que vos tenés 30 horas semanales frente a un docente, que necesitás 30 horas más de estudiar, más hacer trabajos, para llevar una carrera al día. Muchas veces se perdía de vista eso. Para un estudiante, con dedicación exclusiva a la universidad, estamos pidiendo en algunas carreras más de 50 horas semanales de dedicación, durante cinco años seguidos, para que puedan recibirse en tiempo y forma. Es imposible pensar que una persona puede dar 50 horas semanales, durante cinco años, sin un bajón, sin problemas. No hay leyes laborales que pidan tanto. Eso es incumplible. Es un desafío, sí, es un desafío.

–Atemoriza en el sentido de la calidad académica de las carreras. ¿Qué pasa con carreras que tienen tres años y pasan a tener dos? No es lo mismo.

–Claramente que no. La mitad de nuestras tecnicaturas de tres años, en horas, son equivalentes a un grado en cualquier otro país. O sea que un alumno con una tecnicatura de esas iba a hacer un posgrado directamente afuera y después viene y tiene un posgrado respecto de cualquiera que tiene un grado acá, con la misma cantidad de años. Estamos teniendo un problema, un problema de visión, un problema de cuál es el conocimiento que se necesita y cuándo se necesita el conocimiento. La concepción actual de nuestras carreras era una concepción de que, como nuestros títulos son habilitantes, tenemos que darle todo. Pero le damos todo para estar 25-30 años sin tener que volver a la universidad y el mundo cambia demasiado rápido para pensar que uno puede estar 25 años en el mercado sin tener que volver a recapacitarse y ese es el problema sustancial. Es el problema de querer meter todo el primer día y decir: ya está, crean que esto alcanzó. Hoy hay que prepararse a una nueva sociedad, salimos de la hiperespecialización hacia lo que va a ser formación a lo largo de toda la vida. Hay que pensar en universidades que van a tener múltiples generaciones, donde vos podés encontrar en cursos, en capacitaciones, gente que empieza la carrera, gente que está al final de la carrera, gente que tiene muchísima experiencia. Va a ser muchísimo más rico. Donde sí hay una preocupación muy fuerte, que nos vamos a tener que preparar, es para tener múltiples audiencias en nuestras aulas. Como docentes tenemos que pensar en tener una persona de 70 años, una de 50, de 25 y de 18.

Fotos: Gabriela Carvalho.

–También yendo a esta idea de la necesidad universidad privada o del arancelamiento, ¿cuánto le cuesta la UNL al Estado y cuánto dinero produce la UNL? ¿Cómo se puede medir el impacto de la UNL en términos económicos?

–Nosotros tenemos un estudio hecho, antes de la pandemia, del impacto de la UNL. Por cada peso que recibe la UNL a través del gasto directo, en la región se multiplica por 3,42. Por cada peso que invierte el Estado en nosotros, en la economía en donde estamos se multiplica por 3,42 pesos. Utilizamos la misma metodología que se utiliza en las universidades de Europa, esta es una discusión que ya pasaron otros países, en cuanto a si la educación es una inversión o la educación es un gasto. Con el Observatorio Social de la universidad hicimos el estudio como correspondía, con la misma metodología. Si a eso le querés sumar aportes que pueden ser también para el país... Yo no sé cuánto puede llegar a ser, por ejemplo, la regalía que pueda llegar a tener en la UNL, el Conicet y los impuestos que puede cobrar el Estado por el trigo HB4 y el HB11, que es lo que viene después. El 42% de lo que exporta la ciudad de Santa Fe sale el Parque Tecnológico Litoral Centro. Es economía del conocimiento, es trabajo de profesionales con mejores sueldos. Una tonelada de lo que sale de ahí es cinco veces el valor de promedio de la tonelada del resto de la provincia, sumando lo industrial más lo agrícola. También, muchas veces, un proyecto desarrollado junto a una empresa, o un servicio que le permita expandirse a una empresa, ¿cuánto le dio a la empresa en crecimiento, cuántos puestos de trabajos mejoró en la región? Hoy tenemos muchísimas empresas trabajando con la universidad, entendiendo que acá hay mucho conocimiento al servicio del sector socioproductivo. Tenemos con el INTA un tambo, tenemos unidades propias de explotación de desarrollo lácteo, un montón de actividades en las que uno puede mostrar que las prácticas que se generan en la universidad son buenas para trasladar el sistema productivo.

–Usted mencionó que en términos de política universitaria, o de dimensión política de la universidad, la selección de las carreras y las decisiones académicas y de apoyo institucional a las diferentes regiones de la provincia son el corazón de la política universitaria. ¿Hacia dónde va esa política?

–Las últimas carreras que se crearon en mi gestión tienen que ver con robótica, una Tecnicatura en Robótica, cuya sede está en Sunchales. Entendemos que la recalificación de la industria láctea va por ese lado. En el mismo sentido descentralizamos y creamos la Licenciatura en Enfermería en Gálvez. Nosotros tenemos ahí está la Central de Bomberos, queremos que sea el lugar de formación de los primeros respondientes de toda la provincia. La provincia no tiene un lugar para formación de mandos conjuntos de todas las fuerzas vivas. Creamos acá Ingeniería de Inteligencia Artificial y Licenciatura en Ciencia de Datos, es la primera en el país la ingeniería de Inteligencia Artificial. Y no descuidamos ni la ciencia sociales ni humanas. Si uno mira el balance de nuestra universidad, nosotros tenemos aproximadamente un 35% de nuestros estudiantes en carreras de tecnologías y ciencias exactas, eso es mucho con respecto a otras universidades.

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