Sara Krumm, el circo y la gestión cultural independiente. La espesura del tiempo necesaria para asumirse como artista. La formación de artistas, la importancia de las políticas públicas.

En la esquina de Francia y Salta está "Punto Circo", un espacio llevado adelante por dos mujeres. Una de ellas es Sara Krumm: artista escénica enmarcada dentro de las extensas artes del circo. A raíz de esta amplitud, recorrió caminos disruptivos y habitó diversas búsquedas, pero segura de que el motor de lo que la mueve es el circo. Sara abre las puertas de su segunda casa para reflexionar sobre la desafiante disciplina que cautivó su corazón desde los 17 años.

¿Cómo fue tu infancia en relación al movimiento del cuerpo?

Siempre hubo una intención por parte de mis viejos en llevarme a espacios donde yo pueda moverme: era muy inquieta. De chica hice un montón de cosas vinculadas al cuerpo: gimnasia, danza, expresión corporal. Eran ámbitos más relacionados a lo deportivo que a lo artístico. Me gustaba, pero dejé y no fue hasta hace poco que recordé que mi experiencia no había sido tan buena en esas actividades. Una vez, en el gimnasio donde iba, un profesor me pegó un chirlo. Tenía 10 años. Ese recuerdo vino a mí hace poco y recién ahí entendí por qué no había ido más.

¿Cuándo descubriste tu pasión por el circo?

A los 17 años en La Hendija (Paraná) vi una función hermosa de Circo Amarillo. Antes había ido a ver otros circos de lona, pero el impacto era más visual. Lo que me pasó ahí fue puramente sentimental. Son códigos distintos, te pasan cosas distintas. 

"Vi por primera vez las telas y lloré".

 

¿Y como siguió?

Después de terminar la escuela, fui a estudiar medicina a Rosario y conocí el Galpón 17, que actualmente es la Escuela Municipal de Artes Urbanas de Rosario, pero en aquel entonces funcionaba un espacio de circo. Fui a ver una gala un domingo y me pasó exactamente lo mismo: vi a una artista chilena fantástica hacer un número de telas y me largué a llorar. Lo más loco es que yo no lloro casi nunca. Eso hizo que yo quisiera empezar a hacer la actividad y comencé a tomar talleres en el Galpón 17. Me comía el viaje de la medicina y al circo lo tomaba como un hobbie.

"Era mi cable a tierra. Entrenaba un montón, sino me hubiese vuelto loca con tantas horas de estudio".

 

¿Cómo sucedió que el circo fue pisando más fuerte en tu vida?

Me llevó un tiempo. A los 22 años me gradué en medicina, pero me faltaban unas materias. Ya estaba laburando en Rosario: hacía un número de telas, bailaba, me pagaban bien y me gustaba. De ahí me sale un trabajo a México por 6 meses y me fui con la promesa de volver y terminar de rendir para tener mi título. Me quedé un año. Cuando volví ya tenía la cabeza un poco rota y comencé a cuestionarme algunas cosas. Después mi papá se enfermó y tuve que lidiar con muchas cosas relacionadas al sistema de salud y las obras sociales, entonces hice un parate y me di cuenta de que todo eso era un muestrario de lo que iba a vivir profesionalmente y reaccioné: no era lo que quería. 

 

Aún así, Sara continuó tomando al circo como pasatiempo hasta que a los 27 años se dijo a sí misma:  “Ya está, esto es lo que me gusta”. "Vivía en Paraná y quería generar un grupo de entrenamiento. Empecé a dar clases en un gimnasio chico y después fui a otro espacio con amigos. Así dejé definitivamente a un lado la carrera. Me quedó una materia por rendir, pero sentía que estaba cumpliendo con un mandato de 'ser alguien' por tener un título y en el fondo estaba muy triste. Lo que me hacía feliz era lo otro".

Te fuiste a México y volviste. ¿Nunca más pensaste en irte?

Yo nunca me quise ir, me gusta Santa Fe y Paraná también. No me estimula la idea de irme a Europa. Yo la quiero hacer acá. Y hay muchas formas de hacerla, no necesariamente tenés que triunfar estando en el Soleil, ¿no? Siempre trato de entrenar, pedir becas, tomar talleres, aprovechar oportunidades. Así voy manteniendo una formación que tiene su precio y no es sencillo costear.

 

"Los materiales que usamos son carísimos, tienen que ser de primera… son nuestra herramienta".

La disciplina en el mundo

El circo nace como un arte itinerante, nómade y sobre todo se basa en lo espectacular. Para eso la gente trabaja todos los días para crear un número propio que sea lo más espectacular posible. Es un arte que históricamente se transmitía de boca en boca, un oficio que se trasladaba de familia en familia: había que viajar, moverse y no existían compañías que te contraten para hacer una temporada en cierto lugar y por determinado tiempo. Luego, cuando el circo se trasladó al teatro, empezó a sistematizarse la enseñanza y aparecieron las primeras escuelas en Rusia, China, Estados Unidos, Canadá. Así nació el nuevo circo que rompió con la estructura endogámica, la cual requería que sea estrictamente familiar, y se habilitó a que otras personas puedan aprender la disciplina.

En el país, la primera escuela es la de Circo Criollo (1980) de los hermanos Videla, quienes eran una familia de circo y que, por diferentes cuestiones, tuvieron que dejar de girar con su lona y se establecieron en Buenos Aires. Al poco tiempo, Gerardo Hochman hace otra en Palermo.

"El 90% de la gente de mi generación que hace circo ingresó a la disciplina por la tela, que en su momento estaba de moda. Otra puerta de entrada es el arte callejero".

 

En 2010 se abrió en Santa Fe un prototipo de escuela de circo, el “Centro de Artes Circenses y Urbanas”. Fue una propuesta de la Municipalidad y consistía en una formación de 3 años. El lugar, el Molino Marconeti, antes de que sea la Escuela de Danza. El docente de cabecera era Hochman. "Había una audición y quedamos 25 personas de Santa Fe, Paraná y alrededores que ya teníamos un recorrido en la disciplina y con esta propuesta teníamos la posibilidad de perfeccionarnos. Fue importantísimo para nosotros, una experiencia única: estabamos 8 horas por día en la escuela. Yo lo terminé, pero muchos compañeros dejaron porque era muy difícil seguir el ritmo. Ya eran padres, madres, laburaban, y era mucho desgaste físico. Cuando terminamos, quedamos todos re cebados y sin saber qué hacer. Como pudimos, empezamos a trabajar, a formar compañías para hacer circo callejero. Comenzamos a hacer obras también, pero con una impronta rara. Es difícil llevar el circo a un teatro. Casi siempre los espectáculos terminan siendo formatos varieté llevados a sala y no necesariamente una obra con una dramaturgia concreta".

Un antes y un después para el circo local

Todos los que hicimos el Cacu coincidimos en que fue una puesta importantísima que inició un camino, como sea que cada uno lo haya continuado. Generó profesionales capacitados y formados para luego expandir el saber. A partir de ahí, se produjo una eclosión de espacios culturales destinados al circo: "Siambretta" fue el primero, que nos nucleó a casi todos. Después surgieron otros como "Casa Vera" y "Punto Circo". En esa época también hicimostres3 festivales y el encuentro de circo. Todo eso se agotó. Sabemos que sería muy importante continuarlo, pero también somos conscientes de que implica mucho dinero y energía. Al no ser una actividad académica, nos faltan herramientas para producirnos. En otras disciplinas artísticas, por lo menos yo veo que sí lo logran. 

"Somos muchos más de los que creemos en Santa Fe. Sumado a los artistas de calle, los itinerantes viajeros que van y vienen".

 

¿Qué crees que tiene que pasar para que la disciplina esté asentada?

En la pandemia empecé a escribir un proyecto de escuela de circo. Una especie de escuela propedéutica para que las personas de Santa Fe que quieran estudiar circo tengan una base que los lleve a perfeccionarse en otros sitios o a trabajar. Hablé con Gerardo Hochman y me ayudó en la escritura. Con ese proyecto entré en la Esquina Encendida. Aunque no todos entendían muy bien lo que yo proponía, les parecía interesante porque: ¿a quién no le parecería bien que haya una escuela de circo en Santa Fe? Empecé dando talleres para generar un grupo de alumnos y al poco tiempo pusieron el vacunatorio más grande de Latinoamérica. Me trasladaron al Molino, tomé otras tareas y eso quedó en un parate. Es un objetivo que tengo en la mira y que va a suceder, pero también fui consciente de que iba a necesitar una cooperación más allá de la del Ministerio de Cultura. Entonces aprendí a tener paciencia.

¿Por qué es importante una escuela de circo en Santa Fe?

Por todos lados que lo miren, sería relevante para la cultura regional. Más allá de dar oportunidades a quienes se quieren dedicar al circo, también se generarían promotores de circo social y le daría trabajo a los docentes ya formados de Santa Fe que somos un montón y necesitamos entrar en la formalidad laboral. La gran mayoría somos informales, salvo quien es profesor de Educación Física o quien se dedica a otra profesión paralela. Y así trabajamos. Es un bajón porque genera más precarización y en definitiva no se termina de cimentar la actividad, porque quien nos ve de afuera nos ve pobres aunque no lo seamos.

Lo específico de la disciplina: nada más y nada menos que el lugar.

Yo no puedo ir a cualquier lado, a mí no me prestan cualquier lugar para ensayar porque tenemos que colgar telas, aros, trapecio. No es sencillo. Por eso nació Punto Circo. Porque sin lugar, no ensayamos, no entrenamos. 

¿Cómo es tomar una clase de circo con vos?

En 2023, la propuesta en Punto Circo fue pensar las artes circenses integradas. Diseñamos un “combo”: la gente viene, experimenta todas las aristas que involucran al circo, y luego elige. De esta manera generamos una especie de autonomía a la hora de entrenar. Yo no tengo que bajar línea, sólo hay una verticalidad en cuestiones técnicas. Pero en lo que refiere a aprender, cada uno es libre de pedir y de elegir. Y, poco a poco, se está asentando como un espacio formativo.

"Es un atelier en el que todos y todas tomamos decisiones".

 

No es el chirlo que te pegaron”

También está la escuelita de circo que vengo desarrollando hace 10 años: un espacio recreativo con intenciones formativas. Los niños y las niñas hacen circo jugando. Y así aprenden a hacer un rol adelante de la manera necesaria para que en unos años ese cuerpo pueda hacer una mortal correcta. Lo mismo: no es bajada de línea, no es el chirlo que me pegaron cuando hacía gimnasia porque algo me salió mal. No se pierde nunca el lugar del juego y la recreación, que van de la mano con la intención formativa.

 

"Amo profundamente enseñar, me encanta estar en ese rol y creo que es una vocación".

 

Aunque cuestionarse es una constante en su vida, afirma que hace rato dejó a un lado el interés por definirse o encasillarse: "Si es necesario, me autopercibo artista escénica enmarcada dentro de las artes del circo, que son amplias. Es un montón, no sólo tela, aro, trapecio". En su quehacer cotidiano, confiesa que se ha metido en todos lados: "El circo es muy maleable, puedo trabajar en una sala de ensayo, en la esquina, en el teatro, dentro de una lona. Somos muy dúctiles en ese sentido". 

 

"No es una disciplina pura. Es un coso raro, es circo".

 

¿En qué lugar está el circo dentro de las artes?

En el camino creativo hay cosas que se desdibujan, pero creo que lo importante es preguntarse: ¿de dónde viene toda esa carne? En mi caso, del circo. Así que no me cabe ninguna duda de que lo que estoy haciendo es una obra de circo, aunque en el andar se trastoque. Estamos en un momento de rotura de paradigmas en las artes. Se empiezan a mezclar estas ideas de lo transdisciplinar. Nada es puro. Los bordes se van disolviendo y de hecho ya no nos importa ser tan puros. 

 

"Personalmente nunca me sentí tan pura, me costó autopercibirme artista de circo. Cada uno la hace como puede, pero la hace".

 

¿Qué es ser artista mujer independiente en Santa Fe?

Es una militancia. Para con una y con lo que desea. Yo tengo que estar militando todo el tiempo el seguir haciendo lo que elijo hacer. ¿Que si se puede? Sí, se puede. Pero el camino es difícil. Es como entrar a un campo con la mata a dos metros. Es un camino que no está hecho, y si lo está… vuelve a crecer la mata. Está todo lo que una tiene que hacer en sentido concreto para poder vivir del arte: generar espacios de entrenamiento, crear, producir, vender, hacer el vestuario, pagar el monotributo. A todo eso que nos atraviesa a varones y mujeres, se suma la cuestión de ser mujer, que no es lo mismo. Porque no estamos del todo visibilizadas. Por ejemplo: somos dos mujeres a cargo de Punto Circo y la gente nos sigue preguntando: “¿y quién es el dueño?”. Y yo sumaría la tangente de la maternidad, que es un montón. Ahí es donde la mata se pone más dura, llena de espinas. Pero lo que puedo decir hasta ahora es que se puede. Claro, con una especie de atomización. Es decir, yo no hago una sola cosa. Para estar hoy acá, con el camino que tengo, debí hacer millones de cosas diversas. Meterme en un montón de lugares y búsquedas distintas para poder seguir estando. Quienes somos independientes en el ámbito de la cultura sabemos lo que es remarla.

¿En qué consiste tu búsqueda? ¿Qué te inspira?

Mi dramaturgia es más bien abstracta. Casi todo lo que he creado habla de lo que me pasa internamente. Siempre estoy maquinando y haciendo. Como artistas, nos mantenemos permeables, sensibles, lo cual hoy en día para mí es desafiante. El primer número de aro que hice fue con una canción de Sandro: “Porque yo te amo”. Estaba en un auto yendo a un evento y sonaba en la radio, la escuché con atención y me pasaron mil cosas. Yo estaba pasando por un momento de mucha violencia y no lo podía visibilizar ni expresar. Cayó la idea: vi toda la secuencia y la llevé al aro. Fue así, rápido. Era disruptiva: la piba estaba prendida fuego y era una escena de violencia. Fue mi forma de sacar todo eso que tenía adentro.

"Yo pensaba que era normal. Llevarlo al aro me ayudó a ver que lo que pasaba tenía un nombre: violencia. Nadie entendía si el número era gracioso o terriblemente trágico".

 

¿Cuáles son tus proyectos actuales y cercanos?

Estoy bastante atomizada, creo que tiene que ver con lo que viene pasando a nivel país. La cuestión económica está picante y todos tenemos que tener 3 o 4 trabajos. Soy docente independiente de distintos grupos; gestora independiente en Punto Circo; trabajo en el Ministerio con la creación de la escuela y tareas de producción de talleres y eventos culturales; artista independiente con mis números; soy parte de una compañía de circo y humor. Se puede vivir de esto, pero hay que buscarle la vuelta. Yo estuve muy precarizada hasta hace poco que me otorgaron las horas así que mágicamente cobro todos los meses. Es épico para mi con casi 40 años. No me quejo, yo elegí la independencia, pero es un montón.

Se queda pensando, vuelve a la pregunta y admite que es momento de condensar la energía: "Priorizar lo que me da más dinero para tener solvencia económica y de ahí agudizar y elegir a qué le voy a dedicar tiempo. Tengo que dejar ciertas cosas, es una realidad. Todo no puedo. Pero lo que te puedo asegurar es que amo venir y entrenar verticales, me da vida, y no puedo ni quiero dejar de hacerlo".

Fotos: Gabriela Carvalho.

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