¿Van a despertar al gordo?

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La militancia en el PJ santafesino, tras conocerse la condena a CFK. Foto gentileza Luisina Vottero.

Con sectores que claman por unidad y otros que permanecen en silencio, el peronismo debate su futuro y su posibilidad de reinventarse una vez más tras el fallo contra Cristina Fernández de Kirchner. Entre la nostalgia, las redes y la micromilitancia, ¿puede el peronismo recuperar la ilusión que alguna vez supo despertar?

Por Federica Kesseler

Con una puesta en escena milimétricamente planificada, tres cortesanos condenaron a Cristina Fernández de Kirchner. La sentencia, coreografiada como una avant-première por los medios de comunicación hegemónicos, marcó otro capítulo de una historia que lleva años gestándose en tribunales y redacciones.

Frente a este estado de situación, al menos tres certezas permanecen. En primer lugar, que la Justicia argentina no utiliza ni venda ni balanza. En segundo lugar, que los medios de comunicación parecen tener más peso político que cualquier banca del Senado. Y en tercer lugar, que la jornada del martes dejó en muchos la sensación de una nueva reputation era para el peronismo.

Sobre la primera certeza, poco queda por indagar. Mucho antes de este fallo, las internas de la Corte —que por momentos parece más una corte versallesca que un superior tribunal de justicia— ya daban demasiado que hablar. En cuanto al fallo del martes, las pruebas de la falta de imparcialidad de los tres supremos resultan tristemente obvias y no hacen más que volver más opaca a la democracia, debilitándola desde adentro, como han sabido hacer los mejores autoritarismos.

La segunda certeza parece, por estas horas, el quid de la cuestión. Un periodista en La Nación+ chasquea los dedos y, días después, el fallo de un tribunal supremo se concreta. Al mismo tiempo, circulan rumores de que el juez Ercolini prohibió a ciertos medios pronunciar su apellido, en lo que ya parece ser el mejor thriller político de los últimos 40 años de democracia.

Desde el entorno de Cristina Kirchner hasta periodistas más cercanos al centro político, todas las voces coinciden en que el rol de los medios en este caso fue central. Una vez más, el diagnóstico sobre los medios hegemónicos llega tarde, como cuando, tras el triunfo de Javier Milei, muchos culpaban a Intratables.

Los medios cambiaron. Y mucho. Aquellos que hace diez años dedicaban horas a criticar las cadenas nacionales, ahora dedican segundos a señalar cualquier frase viral de Cristina, en una búsqueda constante de acumular comentarios de propios y ajenos.

Sin embargo, en este gran concierto de contenidos diseñados para ser scrolleados y descartados, comienzan a tomar fuerza nuevos medios digitales. Y es allí donde podría residir una esperanza frente al angustiante peso político de los medios hegemónicos.

Desde mediados del gobierno de Macri hasta la actualidad, se ha consolidado en Argentina una gran cantidad de medios digitales que buscan desafiar las lógicas de pauta, de la publicidad y de contratos de los grandes conglomerados. Lentamente, también comienzan a romper con las lógicas del consumismo descartable de las redes, intentando construir verdaderas comunidades alrededor de las cuales discutir sentidos.

Un ejemplo claro son medios como este o como Periódicas.

Motiveishon

Con este panorama de hechos, el gran elefante en la habitación sigue siendo el futuro del peronismo. ¿Está el movimiento, efectivamente, frente a su reputation era? Ante uno de los escenarios más adversos, las fuerzas del campo nacional y popular parecen ensayar múltiples vías de acción. Incluso se llegó a proponer la "abstención revolucionaria".

En el año y medio que el libertarismo lleva en el poder, parte de la dirigencia peronista —en un intento por retener visualizaciones y sumar comentarios— parece haber olvidado un factor clave para la comunicación en redes, pero también fundamental para el ejercicio de la política como praxis: las emociones.

Las redes sociales se mueven por una sola cosa: emociones. Se consume, comparte y debate aquello que genera alegría, aviva la bronca o refuerza una creencia. Lo que, en definitiva, hace sentir algo.

Cristina Fernández de Kirchner parece haber comprendido eso. Su narrativa nostálgica de la “década ganada” busca tanto avivar la bronca ajena como reavivar la esperanza propia. Desde el año pasado, sumó además una agenda propositiva: criticó a Elon Musk, reivindicó conquistas feministas frente al odio libertario y construyó una retórica que conjuga humor, cercanía y contundencia.

Así, convocó a una micromilitancia que ya había sido activada por Sergio Massa en 2023, cuando el miedo a una presidencia de Milei llevó a muchas personas a compartir contenido político en redes por primera vez. Esa militancia, acéfala desde la derrota, no había encontrado hasta ahora otra figura que la representara ni otro discurso que le devolviera emoción.

Y en ese momento de desorientación, Cristina reapareció. Como toda buena ex, lo hizo justo cuando ya nadie sabía en quién volver a creer: con su “Che, Milei”, bailando con Lali, repudiando el discurso de Davos y respaldando a cada una de las víctimas de la motosierra. Supo generar emociones en quienes sienten nostalgia de la década ganada, y también canalizó la bronca actual.

Una dirigencia con pánico escénico peronismo

A pesar de que Cristina logró leer los climas de época, persiste una cúpula sindical y una dirigencia peronista que parece no escuchar el mismo presente que la expresidenta. Para muestra, basta un botón: alcanza con ver la casa velatoria en que se convirtió el PJ santafesino el martes.

Tras el encendido discurso de Cristina, se apagaron los parlantes, se enroscaron los cables y, taza taza, cada uno a su casa. Ni siquiera los candidatos en campaña a concejales de la ciudad se atrevieron a recoger el guante. Todo pareció una incómoda imitación de aquel clip donde el representante de Emilia Mernes decía: “Ella no va a hablar de política”.

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La militancia en el PJ santafesino, tras conocerse la condena a CFK. Foto gentileza Luisina Vottero.

Buena parte de la dirigencia peronista esperó hasta el último momento para expresarse sobre la causa Vialidad. Se mantuvo en silencio durante meses, mientras las causas avanzaban, en lo que parece ser un caso de pánico escénico o, al menos, un intento tímido de despegarse de Cristina. Pero, cualquiera sea el motivo, esa actitud tibia no generó emoción alguna. Y ese es el principal problema.

Este martes, miles en todo el país se movilizaron —o se sintieron movilizados— por Cristina. Muchos jóvenes, en sus veintitantos, quizás vivieron por primera vez lo que significa que un liderazgo político los conmueva. Pero el peronismo no parece haber entendido que esos miles no se movilizan solo por un apellido: lo hacen porque alguien les hizo sentir algo. Mientras tanto, la dirigencia sigue más preocupada por calcular el costo político de cualquier marcha que por conectar con alguna emoción.

Ahora bien, ¿acaso esa dirigencia cree que con cálculo político y buenas formas va a conectar con una juventud que trabaja en la más absoluta precarización laboral y a la que le resulta imposible irse de la casa de los viejos? ¿Realmente piensan que van a convocar a alguien manteniendo los modismos de la vieja política? Y peor aún, ¿esa dirigencia del peronismo tiene vocación de convocar a las juventudes? ¿o seguirá creyendo que de los problemas mejor se ocupen los grandes?

Un liderazgo no se construye por lo que se es, sino por lo que se provoca en los demás. Cristina lidera por la nostalgia que genera en quienes ya tienen más treintis, y por cómo se volvió casi un ícono pop para quienes tenemos veintis. Interpretó el tiempo histórico de su mandato y parece interpretar también el tiempo presente.

Resta ver si la actual dirigencia partidaria estará a la altura del momento. Si logrará emocionar a alguien. De lo contrario, continuará repitiendo las mismas frases hechas del peronismo, que ya no emocionan ni al más enamorado de los peronistas.

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