El régimen libertario avanza en su autoritarismo. La gobernadora Vidal, el presidente Milei y el problema de comerse el humo. La interna del 2021 no dejó ninguna enseñanza para 2025. La posible proscripción de CFK y el quilombo que nunca se armó. La única oposición con fuerza real se aproxima a una instancia de exposición total.
La detención de Juan Grabois, el sábado 7 de junio por la tarde, fue un acto de arbitrariedad propio de un régimen policial fascista. El dirigente político y social obtuvo la liberación por la madrugada. El jefe de la Policía Federal afirmó ante la prensa que recibió una orden directa de detención desde la presidencia y no desde la Justicia, que es lo que corresponde.
El propagandismo se dedicó a repetir que hubo “flagrancia” para justificar el atropello. Junto a trabajadores del lugar, Grabois estaba ocupando las instalaciones del Instituto Nacional Juan Domingo Perón, un organismo del Estado disuelto gracias a los poderes que el Congreso le otorgó a Javier Milei y Federico Sturzenegger. La policía nunca terminó de desalojar el lugar y se llevó detenido solamente a Grabois y al estudiante Valentín Peralta Ramos. Entre otros dirigentes de relevancia estaban allí los diputados nacionales de Unión por la Patria, Itai Hagman y Natalia Zaracho, el senador bonaerense Federico Fagioli y la diputada provincial Lucía Klug.
Uno de los “logros” de las fuerzas parlamentarias colaboracionistas fue que en la Ley Bases quedara por escrito un artículo que impide la disolución de los organismos de ciencia, técnica y cultura. Nada de eso sirvió para impedir la motosierra, que con disoluciones, fusiones o ajustes también tronchó el Instituto Nacional Browniano, el Instituto Nacional Newberiano, el Instituto Nacional Belgraniano, el Instituto Nacional Yrigoyeneano, el Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, el Instituto Nacional del Teatro o la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares…
No son todos los recortes, la enumeración es más vasta. Todo fuera de la ley, a fuerza de decretos y resoluciones. Debido a la próxima caducidad de los superpoderes, se esperan novedades sobre tres organismos clave para el desarrollo productivo, el INTI, el INTA y el mismísimo Conicet.
El gobierno va empujando el marco de reglas de nuestra democracia hacia un régimen que, en verdad, no es del todo desconocido. Con Menem, De la Rúa y Macri era altísimo el riesgo real de ir a una marcha y terminar malherido por la represión. El conteo de muertos por el Estado en la protesta social era altísimo. A eso se le llamaba orden.
La novedad, en la que se inscribe la detención de Grabois, es que muy próximamente puede darse la proscripción y detención de quien es la principal líder y presidenta del mayor partido de la oposición del país, Cristina Fernández de Kirchner.
En el aspecto judicial, la Causa Vialidad es un perfecto ejemplo de lawfare. En todas sus instancias los jueces y fiscales ni siquiera se dignaron en ocultar lo entongados que están con el macrismo. Los delitos que se investigan ya fueron juzgados en la provincia de Santa Cruz. No se hicieron las pericias que solicitó la defensa y las pericias que sí se hicieron –certificadas por el ultramacrista Javier Iguacel– muestran cero sobreprecio y normal ejecución de las obras públicas cuestionadas. Por si fuera poco: no hay ninguna prueba material del contacto entre CFK y los empresarios observados.
A quién carajo le importa. No fue muy distinto lo ocurrido en la causa del Memorándum con Irán –en la que nunca se tomó en cuenta la declaración de los directivos de Interpol– o la Causa Cuadernos –fotocopiados– o la operación “La Morsa” –escenificada por Jorge Lanata en el hogar de Elisa Carrió– con la que voltearon en 2015 cualquier chance de victoria de Aníbal Fernández en la provincia de Buenos Aires. El recuento no es por mostrar erudición, es para reseñar un sistema.
Dicho todo esto, los hechos en esta introducción son conocidos. Acá, lo único que falta saber es qué va hacer el peronismo.
Un vacío que nadie ocupa
Durante los cuatro años de su gobierno provincial, María Eugenia Vidal fue la Leona, una figura política rutilante a quien la estaba llamando la historia para ser presidenta. Ese humo sirvió para mantener relativamente acotada a la oposición, dejando casi en soledad al dirigente docente Roberto Baradel como única referencia bonaerense.
La derrota de CFK ante Esteban Bullrich en las intermedias de 2017 reafirmó la confianza en Vidal. Era la estrella de la imparable nueva derecha democrática que describían varios desorientados. En 2019 finalmente se probó que Vidal no era más que humo y que las intermedias legislativas deben medirse con una vara particular.
Hoy, con Javier Milei quizá esté pasando algo muy similar. La oposición actúa comprando el supuesto consenso que tiene su figura, confundiendo el ruido de las redes sociales y los canales oficialistas con la muda angustia de una crisis social que está a punto de ebullición.
Los datos muestran que el núcleo de adhesiones más fuerte de los libertarios oscila entre el 15% y el 30% del electorado. Su mayor fuerza política es haber cooptado al macrismo casi de punta a punta: el grueso de su gabinete, sus gobernadores e intendentes y sus diputados y senadores son adquisiciones del ex Juntos por el Cambio.
Soportando la brutalidad fascista de Patricia Bullrich, cuyo protocolo para liberar el tránsito corta las calles durante horas para que fajar con mayor eficacia, los jubilados recrean la resistencia de los tempranos 90 y, como entonces, dan otra vez el más claro gesto de oposición. Otras luchas pueden enumerarse, también resultante del ajuste en el sector público: docentes universitarios e investigadores, personal de la salud. Los feminismos, el más importante movimiento popular y progresista de la última década, aportan masa y músculo.
Por afuera, un sordo e inexorable derrumbe avanza. En los mostradores, pequeños comerciantes, proveedores y clientes amigos conversan sobre pagos que no llegan o no se hacen, caída de ventas, contracción. Si se saca el campo, la minería y la energía –que no emplean a nadie y que enriquecen a un minusculísimo sector de la población– todo está para atrás, pero muy para atrás, sobre todo la construcción, el comercio y la industria.
A diferencia de la inflación, que inevitablemente se vocifera a diario con desconocidos delante de los tomates, la recesión, las quiebras y el desempleo ocurren en silencio y, si no se articula políticamente su conversación, se convierten en dolores de la vida familiar e individual. La gente se grita por pelotudeces en la calle, las angustias se convierten en enfermedades, los proyectos de crecimiento se postergan hasta un nuevo e improbable aviso.
Los datos de mayo del reporte de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa son reveladores. Nunca las ventas en 2024 y 2025 alcanzaron los niveles de 2023. En el mes que pasó, se espera una inflación abajo del 2%. Sin embargo, las ventas cayeron un 2,9% interanual. Dice la Came en su encuesta que casi el 50% de los comerciantes cree que su situación económica mejorará dentro de un año y que sólo el 9% anticipa un que todo va a estar peor. Sin embargo, casi el 56% considera que no es un buen momento para invertir y apenas 14% opina lo contrario. La ilusión está vacía y es apenas un aferramiento a lo propio, nadie traduce su esperanza en dinero y riesgo.
Es en este marco que, hace rato, el peronismo se dedica con enjundia a su insufrible interna bonaerense, una disputa por futuros espacios de poder que todavía ni siquiera están ganados.
La ordalía muestra que la elección intermedia de 2021 no dejó ninguna enseñanza. Nada aprendió el peronismo sobre los efectos que produce la rosca guasa cuando se convierte en obscenidad. Es una cuestión básica de figura y fondo. En aquel entonces, la disputa por los carguitos fue montada sobre la pila de muertos del coronavirus. En este 2025, esa disputa se continúa, esta vez con menos sentido y sobre el marco de la crisis galopante. Tiene sentido que muchos se pregunten de qué mierda están hablando.
No hay ninguna voz que termine de ser clara oposición al gobierno por fuerza de la desarticulación que genera esa interna. Pero ahora se suma el elemento nuevo: la proscripción.
¿Qué va a hacer el peronismo?
La potencial proscripción detención de CFK no genera mayores daños a su potencial político. Quienes no la quieren no es que disientan con su visión de la economía, sencillamente piensan que mandó a matar a un fiscal. Electoralmente, esa discusión está zanjada. Lo que no está claro es cuál va a ser la reacción del peronismo ante ese hecho.
Podría funcionar como un fuerte elemento ordenador y, por eso, no pocos consideran hasta que es deseable. A la fuerza, acomodaría candidaturas, daría un elemento fuertísimo para construir un relato, marcaría sentido y dirección. Sería un hecho catalizador para unir al partido y las protestas sociales, para darle fervor a la calle y calle a los postulantes.
Podría pasar todo eso, sí, pero también podría pasar lo otro. Paulatina indiferencia, sobre todo desde los peronismos provinciales –lo contrario sería sorprendente–, bizantinos debates sobre abstencionismo sí o no, exponencial espiral internista en la provincia de Buenos Aires respecto a cómo se reordena el panorama, demolición de cualquier conducción posible, frustración y mayor desencanto, desmovilización.
El mayor riesgo para el peronismo es que quizá esté comprando otro humo, más denso: el del relato de su propia historia.
El sistema político actúa como si el hecho no hubiera ocurrido –una denegación– pero hace pocos años a CFK le clavaron un tiro en la cabeza. Que no haya muerto es una circunstancia: la bala no salió, la respuesta organizada del peronismo tampoco. “Qué quilombo se va a armar”, era el vanidoso cántico previo. El antiperonismo también tiene ese humo comprado, en parte gracias al mito del 2001 como golpe de Estado civil del peronismo. Por estas horas, su conversación teme por el “quilombo que se va a armar” si CFK es detenida y proscripta.
La posible jugada de la Corte Suprema deja la pelota en el campo de la única oposición con fuerza real. Las definiciones están próximas y todavía ambos escenarios son igualmente posibles. Lo único cierto es que este trance es decisivo y que dejará expuesto al peronismo tal y como realmente está en esta coyuntura.