Alexander Duré, Gastón Zuñiga, Lucas Mendoza y Zeferí Encina Leveratto forman parte del equipo de Godzilla en Santa Fe. Una producción 100% local que se realizó con lo que se lleva en los bolsillos: plastilina, hilos y voluntad. Un diálogo que permite conocer las raíces del proyecto y la escena local cinematográfica.
El departamento de Alexander es un portal místico de entrada al frikismo. Estanterías llenas de novelas gráficas, cómics y figuras de acción. Muñequitos que parecen dinosaurios de diferentes tamaños y Power Rangers en variadas ediciones descansan sobre una repisa solitaria. Entre las dos bibliotecas principales, una casaca de Boca autografiada evidencia el factor masculino. Unos botines en una caja de vidrio lo refuerzan. Un composé bizarramente encantador es complementado por una luz led con forma de Islas Malvinas apoyado sobre un mueble de melamina. “¿Quieren ver cómo va quedando?”, su rol de director le permite a Ale hacer esa pregunta. Está sentado en el sillón blanco que separa el living del comedor, con el torso doblado hacia atrás y el brazo apoyado en el respaldo. Desde la mesa, a solo un metro de distancia, Zeferí y Lucas intercambian miradas, asienten levemente y observan a Gastón, quien apoyado en la mesada bate café en una tacita blanca. Tras la afirmativa de Gaz, el monitor de la computadora que está frente a Duré se enegrece y unas letras rojas rezan: Godzilla.
La idea original para llevar a cabo el proyecto fue de Alexander y Gastón, quienes respectivamente ocupan los cargos de director y codirector. Ambos se despegaron de su labor como dibujantes para dar el salto a la escena cinematográfica. Gaz, quien además de humorista gráfico es estudiante del Instituto Superior de Cine y Artes Audiovisuales de Santa Fe (ISCAA), acercó la propuesta a compañeros de formación que se sumaron a trabajar. Así se unieron al equipo Lucas Mendoza, como asistente de continuidad y sonido y Zeferí Encina Leveratto, en claqueta y sonido.
Mucho más que un fósil viejo
La película cuenta la historia de un huevo de dinosaurio que se pierde en la laguna Setúbal y queda fosilizado durante 65 millones de años. La contaminación ambiental y el vertedero de agrotóxicos en los ríos produce una mutación genética. Así, el monstruo más litoraleño jamás inventado emerge en nuestros tiempos debido a inundaciones en la zona. Frente a un estado ausente que deja a su pueblo desprotegido, un grupo de ciudadanos santafesinos deberá reunirse para enfrentar esta nueva amenaza. Los mecánicos Pablo y Tolan, junto al científico Corvinsky, serán los protagonistas de este estreno cinematográfico.
“Nosotros tomamos la premisa de la película japonesa original y la fuimos aggiornando a nuestra cultura, a nuestra historia. Jugamos con la identidad, con los lugares y escenarios que nos representan”, narra Zuñiga sentado en uno de los extremos de la mesa blanca del living de la casa de Ale. Gaz es apasionado, mueve las manos al hablar y hace montoncitos con el puño marcando la cadencia de lo que dice. Sus compañeros, asienten a cada una de sus palabras. Lleva una corbata amarilla sobre la camisa. “No tenemos una respuesta definitiva sobre qué nos identifica. ¿La gastronomía? ¿El liso? ¿Las drogas? ¿La alpargata? No. Hay algo más profundo y esa es la búsqueda que propone esta película”.
Según narra Alexander, la historia de cómo surgió el proyecto está sujeta a muchas especulaciones en foros de internet. Desde México hasta Santa Fe, se cocinan anécdotas inventadas sobre la idea de crear una nueva versión de Godzilla. Hay quienes replican que surgió en una fiesta a raíz de un dinosaurio de juguete, con alcohol y sustancias de por medio. La historia real, no dista mucho de las fantasías cibernéticas
—¿Cómo surgió la idea de hacer este proyecto?
Ale: Yo soy muy fan de Godzilla. Casi sin darme cuenta, vi todas las películas en el cine. Un día estábamos en una juntada en casa de Gaz y vi el dinosaurio que está ahí atrás —señala con el dedo una estantería blanca.
Gastón se levanta, la silla rechina contra el suelo de cerámica, agarra la figura y la coloca en medio de la mesa. Peltre, musgo y un negro oscuro pintan su cuerpo. Tiene los ojitos amarillos, la boca abierta con los dientes afuera y dos bracitos cortos pegados al torso. El director toma el muñeco unos segundos entre sus manos para seguir explicando.
Ale: ¿Ves las espinas dorsales acá, que se ven como chiquititas? —dice mientras pasa el dedo por sobre la columna de la figura—. Se las sacaron para que no se parezca tanto al monstruo original. Pero es un Godzilla. Ahí fue cuando empecé a pensar en hacer una película con este muñeco. Me parecía hiper gracioso, porque Estados Unidos gasta millones de dólares para hacer una producción y nosotros lo hacemos con esto.
Ale es mucho más relajado que su codirector, habla pausado y medita cada una de sus palabras. Sin embargo, hay algo clave que comparte con su compañero de trabajo: la fascinación por aquello que hacen. Todo parece ser específicamente pensado como una referencia de culto a clásicos cinematográficos. La conversación va y viene entre referencias a Jurassic Park y las diferentes versiones del bicho gigantesco que protagonizará el film. Los creadores remarcan que la película tiene como antecedente un stream de sketches humorísticos que casi sucedió, pero que se vio frustrado por cuestiones económicas.
Esta producción, en cambio, fue hecha con un presupuesto total de $0, sustentada en el entusiasmo de un grupo de amigos por ver nacer su idea. El largometraje se enfrentó a computadoras quemadas, mudanzas, rifas y convocatorias para extras voluntarios en el Faro. Quienes retratan los personajes principales tampoco son actores pagos: amigos, familia y conocidos que se entusiasmaron con la movida y se sumaron para dar una mano. Duré cuenta: “En el primer rodaje éramos nosotros dos en la Costanera Este con los dinosaurios de juguete. En el segundo se sumaron los personajes principales: Pablo, Tolan y Corva. Así fuimos creciendo en cada jornada y fue sumándose más y más gente”.
Factor humano
—¿Qué tiene esta película de Godzilla que no tiene otra?
Ale: No lo había pensado para sumarlo a la franquicia. Pero principalmente creo que lo que lo diferencia es que es santafesino, sufre el calor, va al río para refrescarse. El efecto humorístico también lo hace especial. Por otro lado, desde el principio tuve en claro que había que pensar una buena historia para las personas.
Gaz: Lo interesante de nuestra propuesta es el factor humano. Nuestros personajes son muy regionales, no trabajamos con actores que sean dramaturgos. Laburamos con el desperfecto, con la improvisación, con guiones sometidos a la actuación de quienes participan. Tampoco caímos en la cuestión de efectos prácticos. Nos gusta mucho y añoramos la época de los animatrónicos, las cosas con plastilina y el stop motion. Hoy, frente a la velocidad de poder hacer un dragón volando en 2 minutos, apostamos por trabajarlo, armarlo, hacer cosas con hilo, con esculturas.

—¿En qué momento del proceso sintieron mayor entusiasmo con lo que estaban haciendo?
Ale: Cuando se lo mostré a mis familiares y amigos y se rieron con el primer chiste. Incluso a mis amigos porteños les causó gracia. Eso me dio la pauta de que íbamos por buen camino. Pero me cayó la ficha cuando rodamos en el Faro con 40 personas. Me pareció increíble que se juntara tanta gente y que después se triplique cuando grabamos en el Puente Colgante.
Gaz: Coincido con lo que dice Ale. Cuando se llenó de gente dimensioné la situación, porque la repercusión está dada por cuestiones algorítmicas que uno no maneja. Pero poder concretar y llevar gente de carne y hueso a determinado punto, determinado día y horario, me hizo pensar: “Evidentemente, esto está copado”.
Zeferí y Lucas son un poco más tímidos para contestar, permanecen en silencio gran parte de la conversación. Pero esta pregunta despierta en ellos el interés por participar. Se acomodan sobre el bordecito de la silla. Los cabellos rojizos de Zefe brillan bajo la luz blanquecina del comedor y Freddie Krueger mira amenazadoramente desde el estampado de su buzo.
Zefe: Nosotros nos sumamos mucho más adelante y cuando nos llamaron me emocioné. Desde el primer momento en que vi cómo funcionaba todo dije: “Listo, yo me quedo acá hasta el final”. Me gustó que sea algo hecho entre amigos y al mismo tiempo me conectó con mis inicios en el cine, haciendo animación con plastilina, muñecos y lo que tenía a mano.
A su lado, Lucas, aún vestido de pies a cabeza de un negro tan oscuro como su pelo, adquiere un aura relajada. Ambos funcionan de manera casi coreografiada, que uno tome la palabra es suficiente para incentivar al otro a hablar.
Lucas: Yo venía manija con el proyecto hacía tiempo. En febrero me pasaron lo que tenían hasta ese momento, se lo mostré a Zefe y le comenté que tenía muchas ganas de estar grabando con los chicos. El primer día de rodaje en el que participé me pusieron a coordinar extras de continuidad. Mi forma de grabar es muy industrializada, por mi formación en el ISCAA, pero el ambiente tranquilo de trabajar entre amigos me recordó mucho a mi infancia y me enganchó.
—Ustedes vienen de formaciones muy diferentes, ¿cómo se pone en juego eso en la producción del film?
La pregunta es, para Mendoza un imán que lo atrae inmediatamente. Su materia de especialidad es claramente lo audiovisual y se maneja en el tema con liviandad.
Lucas: Estudiar cine permite entender cómo funciona el proceso de una película. Desde el surgimiento de la idea, pasando por la escritura, la preproducción, el rodaje, el montaje, a la postproducción y la distribución. Son pasos gigantescos los que suceden entre todo eso. Durante el rodaje de Godzilla, los que venimos del ISCAA fuimos coordinando y asistiendo con cosas que provienen de nuestra educación, incluso sin darnos cuenta. Es muy diferente trabajar en las jornadas de grabación con gente que estudió cine porque entienden los roles de cada uno, qué cosas son necesarias hacer, qué cuestiones tenés que apurar, qué pasa cuando te corre la luz, la lluvia. Sabés bien que cada cosa tiene su momento.
Gaz: Sobre lo que dice Lucas, me parece que lo más destacable de salir del Instituto es aprender a trabajar colectivamente. Lo cinematográfico requiere de un grupo de áreas, de cabezas, de asistentes y de saber negociar. Permite trabajar la organización y la unidad que tanto le está haciendo falta a este país.
Ale: La historieta es un arte muy solitario. Los libros que saqué los hice completamente solo, desde el dibujo, hasta el guión, el diseño y la distribución. Desde mi rol, sumó mucho ser diseñador para que el póster y el trailer se vean visualmente atractivos. Eso fue lo que hizo que la gente nos tomara en serio. Por otro lado, no tener formación en el cine hizo que sea un poco inconsciente con las cosas. Arrancamos a filmar sin guión. Al principio, a los actores les contábamos cómo era la película verbalmente y ellos actuaban en base a eso.

En parte, los chicos destacan de su poco academicismo la capacidad de salir inmediatamente a grabar incluso con las cosas a medias. Trabajar con lo que tenían a mano les permitió manejar sus propios tiempos, salir al campo de batalla sin mucha premeditación. No dejar de hacer fue su lema y lo sostuvieron a lo largo de la etapa productiva. Gaz, cita a su productor, Franco, y dice que lo que hacen es “cine con lo que se pueda”. En ese sentido, destacan la importancia de su formación en instituciones educativas públicas y la disponibilidad de amigos para contribuir a la causa aportando sonido, luces, cromas y equipamientos varios.
No podés querer algo que no conocés
La forma en que el equipo elige hacer cine no es una cómica historia de un grupo de divergentes sociales que buscan hacer una estética de la precariedad. Es en parte la respuesta a las políticas gubernamentales de desfinanciamiento, vaciamiento y deslegitimación de la cultura.
—¿Cómo es la escena local del cine en Santa Fe?
Zefe: Actualmente se está luchando por la Ley de Cine. En nuestra provincia había una industria muy importante, pero hoy en día las producciones están todas paradas. Sabemos además que a nivel nacional el INCAA está básicamente desaparecido. A eso se le suma que mucha gente elige irse a trabajar afuera. Nosotros antes éramos “Ciudad Set” — dice haciendo alusión al término acuñado por Sergio Peralta en 2017 para destacar la relevancia de la localidad en el contexto audiovisual—, y ahora está completamente destrozada. Hacer algo como Godzilla demuestra que queremos seguir produciendo.
Gaz: Se está librando una guerra que busca borrar el pasado, la cultura y el arte, toda la historia que creamos a través de las obras artísticas. Qué mejor manera de hacerlo que cortar el financiamiento, quitar todo tipo de amperaje legal y formas de defensa que la identidad cultural pueda tener.
—¿Qué expectativas tienen sobre la ley?
Zefe: Que se respeten todos los puntos. La ley no solo contempla la producción, sino también la creación de un festival internacional para que la gente pueda ver lo que hacemos. Además, otro factor muy importante es la creación de una cinemateca encargada de conservar y restaurar los archivos audiovisuales. En Argentina no se fijó aún una forma para preservar el formato digital, ese espacio se encargaría de esas problemáticas, para que las producciones puedan disfrutarse de acá a 100 años. Si logramos que salga, quisiera que se aplique efectivamente para que la industria del cine en Santa Fe crezca y que la gente elija quedarse, que elija filmar acá.
Lucas: Para agregar a lo que dice Zefe, el problema de la conservación no es solo provincial. No existe una cinemateca nacional donde se preserven los archivos audiovisuales. Hay películas de las cuales solo hay una copia y al estropearse el material fílmico desaparecen. Fernando Martín Peña, un historiador argentino de cine, tenía una frase que era más o menos así: “No podés querer algo que no conocés”. Entonces, a la gente no le importa que se pierdan las películas porque no las conocen. El cine retrata la realidad de un momento determinado, es necesario que existan esas imágenes y si no se las conserva apropiadamente les agarra olor a vinagre, se pudren, las tiran y mueren para siempre.
Gaz: Es importante que la gente entienda que la Ley de Cine no es solamente financiamiento. Después de todo, nosotros lo hacemos “con la nuestra”. Lo importante es la cuestión legal para la preservación y para difundir lo que se produce.
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Por el gusto de hacer algo
En algún momento, Gastón se levanta de la mesa y camina hacia la puerta del patio. Apoya los brazos largos sobre el marco de la puerta e intercambia comentarios con Alexander. De fondo, los primeros 15 minutos del largometraje en su estado primario se reproducen en la pantalla. Zeferí aferrado a la taza hirviendo anuda conjeturas con su compañero Lucas, parecen hacer anotaciones mentales sobre las escenas de la película. De tanto en tanto, preguntan cosas al aire, que los cabecillas del proyecto responden con seriedad. En ese departamento del Norte de la ciudad, se respira una fantasía colectiva casi épica. Cada mirada indica una corrección, un guiño, la espera de alguna sonrisa encubierta.
La propuesta está pensada para ser proyectada en Santa Fe en el Cine América en septiembre. Según cuentan, la idea es que sea “todo un festejo”. Además, fueron invitados a presentar el film en el festival Buenos Aires Rojo Sangre en noviembre. La maratón por hacer visible su proyecto continúa, pero Ale asegura: “Si a la gente le gusta o no pasa a un segundo plano. Me parece importante que Godzilla en Santa Fe exista, porque no se está filmando mucho y sirve como reflejo de lo que está pasando actualmente, cómo se veía la ciudad, qué problemas había y cómo era la gente”.









