Hablamos con Dolores Fonzi, directora, guionista y actriz de “Belén”, la película basada en el libro de Ana Correa sobre el caso real de una joven tucumana presa por un diagnóstico de aborto espontáneo, cuya identidad se mantiene protegida en el anonimato.
Belén (2025) de Dolores Fonzi comienza prácticamente en la oscuridad, cuando un taxi se detiene en la puerta de un hospital público en San Miguel de Tucumán. Es de noche y la joven que después conoceremos con el nombre Julieta (Camila Pláate) está doblada de dolor en el abdomen. Su mamá ruega que la atiendan. Una enfermera es la primera en dirigirle la palabra: “Respirá, no es para tanto. Quédate quietita ahí”, le advierte.
Esa misma noche, en el mismo hospital, es encontrado un feto ahogado. Julieta saldrá esposada, acusada de filicidio. Su ingreso en la guardia, cuando la enfermera la lleva por un pasillo poco iluminado hasta el médico, es narrada con un plano secuencia. Es una escena dolorosa y es difícil recordar los detalles técnicos. ¿El plano empieza cuando bajan del taxi? ¿O es desde la recepción hasta que el médico le baja los pantalones de un tirón? Fonzi no busca exhibir dominio de la cámara, sino ponerla al servicio de la emoción, y lo logra. La violencia y la injusticia son incómodas de mirar.
Nuevas fuerzas para un movimiento
El viernes pasado, Belén, que viene teniendo una muy buena temporada de festivales, tuvo su estreno en el Festival Internacional de Cine de Río de Janeiro (Festival do Rio). Fue a sala llena y con pañuelazo feminista, agitado por el colectivo de migrantes Argentines Organizades. Dolores Fonzi y la productora Leticia Cristi de K&S Films estuvieron presentes. “Lo que fue nuestro hace menos de diez años, el trabajo colectivo, el feminismo, las agrupaciones y la organización, ahora intentan ningunearlo”, dijo Fonzi cuando tomó la palabra, antes de la proyección.
“Eso que nos dio refugio y amor, y con lo que logramos tanto en Argentina, puede repetirse ahora. La unión de las mujeres es más fuerte de lo que pensamos. Y acá, en Brasil, con una cantidad de población femenina impresionante, imaginensé lo que sería, si se unen por un derecho o por cualquier causa. Acuérdense de que ese poder es nuestro, un patrimonio que nadie nos puede quitar. Belén también es un homenaje a esa memoria”, afirmó.
Después de la sesión, pudimos hablar con Fonzi, que compartió: “Fue muy emocionante ver a todas organizadas con el pañuelo, pidiendo por aborto legal en Brasil, que es ilegal. Fue realmente muy lindo y se siente una energía que se puede empezar a mover”.
–¿Pensás que hay un intento de minimizar o tematizar tus películas al hablar de feminismo y no de libertad? Justo ahora, que estamos complicados con esa palabra en Argentina.
–No creo que traten de minimizar mis películas, pero sí tratan de minimizar al feminismo, al trabajo organizado y al trabajo colectivo, a la organización de los grupos. Porque divide y reinarás. Lo que logramos en ese momento lo podemos lograr de vuelta: eso es lo que no quieren.
–La luz y los colores dicen mucho en la película, hasta que llegamos al plano del ojo de Belén, en donde vemos el reflejo de toda la movilización. ¿Cómo fue tu dirección en ese sentido?
–Tenía bastante clara la estética que quería para reflejar el encierro. Que sea inmóvil, con colores opacos, que muestre lo inanimado y estéril. Que la cámara solo jugara el rol de testigo de la muerte lenta de la injusticia. En contraposición, al afuera lo quería vital, colorido, lleno de movimiento.
–¿Cómo se filmaron las escenas de las movilizaciones?
–Fue muy emocionante. Se postularon más de 1500 personas que habían estado en las marchas reales por la liberación de Belén. Sí que fue revivir las marchas del 2018 y 2020. ¡Muy emocionante!
–Pienso en que la película hoy es posible gracias a que tiene una plataforma atrás y a la vez tiene un gesto propio de lo comunitario, da cuenta de un proceso colectivo. ¿Qué devoluciones recibiste?
–Todo lo que recibimos es puro agradecimiento. Por las víctimas de casos de emergencia obstétricas. Y porque todas las que estuvimos ahí nos sentimos reflejadas.
Nuestros colores siguen vivos
Así como el pañuelo verde se volvió un símbolo de la lucha por el derecho al aborto en el mundo, Belén usa el color como forma de narrar. La abogada Soledad Deza (interpretada por Fonzi, quien también es guionista junto con Laura Paredes) llega al tribunal cargando un gran bolso verde colgado del hombro: una responsabilidad. Sigue el rojo, en el blazer que Soledad viste para la lectura de la sentencia, en la pulsera de protección que usa y le regala a su defendida, y en los tomatitos que ella cultiva en la cárcel. Sobre todo, en la sangre que cubre a Belén bajo la ducha, en una pesadilla que nos conecta con el terror al que puede llegar el acoso público a través de una referencia a Carrie.
Hasta llegar al violeta, en el blazer de Soledad cuando vuelve al tribunal ya como la nueva abogada defensora, y, por supuesto, en los carteles de las feministas que comienzan a reunirse en plazas donde, finalmente, brilla el sol. Hay un guiño, un itinerario de lectura propuesto en la decisión de tejer los avances de la trama con los colores que el feminismo convirtió en bandera y con el rojo, que es sangre, fuego y pasión. Son colores involucrados en decisiones de política y comunicación constantes, y esta película logrará trascender generacionalmente en la medida en que sea proyectada y mediada por conversaciones que la acompañen.
Es también una manera de decir que esos colores siguen vivos. Actualmente, distintos concejales de extrema derecha de brasil, del Partido Liberal (PL), União Brasil y del Movimiento Democrático Brasileño (MDB), están presentando proyectos de ley en distintos estados para instituir la “Semana de combate al síndrome post-aborto”, en una clara estrategia de desinformación que entorpecería el acceso al derecho, ya restringido por causales. El aborto es legal en Brasil cuando hay riesgo para la vida de la mujer, embarazo por violación y feto con anencefalia. Además, permanece en la Cámara de Diputados el proyecto de ley 1904/24, presentado también por el PL, que equipara la pena por abortos realizados después de 22 semanas de gestación a la prevista para homicidio, tanto para la mujer como para profesionales de la salud. La bancada evangélica había logrado un acuerdo con Arthur Lira, el presidente de la Cámara, para darle prioridad al tratamiento. Pero, después de una serie de movilizaciones en las capitales de todo el país, la iniciativa quedó parada.
Mientras buscamos nuevas estrategias políticas, encontramos en Belén una película amable, que emociona y entretiene, y se pone en el lugar de las protagonistas con respeto, sin simplificarlas para causar impacto. Es la complejidad de la experiencia de estas mujeres la que nos convoca a recordar la fuerza que reside en compartir una historia y en la organización colectiva.
Belén, de Dolores Fonzi, en el América
La película se está proyectando en el cine América, en estos horarios: domingo 18:45; lunes 22:30; martes y miércoles 21:10.






