Reseñamos el disco Verde de Mi primer año sabático, un decálogo de canciones en los que se condensan los casi 10 años de la banda: hecho de ska, punk y surf litoraleño, el trabajo refleja el cambio y la autoconciencia de la banda.
Los dedos de Pato rozan las cuerdas metales electrificadas y entran todos juntos. Ema Sola y su guitarra, el bajo de Xaba que también canta, los palillos de Gusty Bones contra la batería y al frente, claro, Pato Fontana. Así es la historia desde que empezaron a rodar, allá por 2016: al frente, confiando en su pálpito, defendiendo su propuesta sin ponerse a la defensiva. Ya despegados de su etapa lo-fi, el disco Verde de Mi Primer Año Sabático exhibe una skin con las habilidades de disparar hits que hablan de personajes de culto, que recorren su ciudad y también sus treintas esquivándole a la resignación de ponerse la gorra por un sueldo en blanco, de dedicarle la vida a los pequeños placeres. Y a los grandes también.
En apenas media hora, Verde tiene tiempo de contar varias aventuras, unas adrenalínicas, otras más chill, algunas de fisura melancólica y otras existenciales. La experiencia de todos por separado redunda en un sonido bien compacto, que sabe ser bien minimalista pero también se siente cómoda sumando más cantantes (en “Te vas” la voz principal es el también tecladista, Augustín Leyendeker) o creciendo hasta ser bigband como en “Escucha bro”, donde se agregan los vientos de Fernando Lara y Josías Sturtz.

Darío Dubois fue un futbolista del ascenso argentino, recordado por su estilo de vida anti-sistema, su pasión por el metal y por no seguir las normas del fútbol convencional. Un tipo distinto, con un perfil rebelde y auténtico, que vivió su vida fuera de los moldes y que hasta salía a jugar con la cara pintada. Su figura, marcada por la música y su lucha constante contra las convenciones, inspiró a Mi Primer Año Sabático a componer "El Mejor", un tema que rinde homenaje a esa irreverencia irrenunciable y a la filosofía de vida de quienes se niegan a encajar. Para esta apertura, además, se dieron el gusto de invitar a Tom Quintans, de Bestia Bebé, una de las bandas del palo que funcionaban como una referencia al principio y que, de tanto coincidir, ya son más que compinches.

“El nuevo rock santafesino” dice uno de los comentarios en el post de Instagram sobre la salida del disco y la sentencia es bastante sólida: se percibe una autoconciencia mucho más elevada de cada uno, que sabe (y espera) el mejor momento para destacarse y las canciones ganan tanto que tienen margen para crecer por distintas ramas. Hay historias sobre la incertidumbre del futuro -y del pasado- y sobre la soledad elegida (“El mundo”, “Probablemente solo”), arcos de personajes enteros en pocos versos (“El rey de la costa”, además de “El mejor”), baladas unplugged (“Otro verano”), ska y hasta el surf rock psicodélico instrumental “Río salado”, una joyita que invita a la evasión total y que funciona perfecto como banda sonora de una travesía en canoa, como lo sugiere su título.
Las canciones de Verde no solo hablan de una ciudad, sino también de una generación que se vio atrapada entre la idea de irse, encontrar el mejor futuro posible, y los que deciden quedarse para seguir intentando ganar el juego con sus propias reglas. Siempre destacamos desde esta sección al artista que no se le achica a los grandes temas, que se animan a ampliar su lenguaje presentando canciones, videoclips, hasta fanzines en este caso. Por eso elegimos destacarlos hoy. Así, los sabáticos juegan tan de memoria que tiran paredes hilando humor y crudeza de la realidad local, usando las referencias del día a día para construir relatos sobre la adolescencia, el desarraigo y las amistades rotas.




