La salud en tiempos de miseria planificada y deshumanización

El Buen Samaritano de Rembrandt
"El Buen Samaritano" de Rembrandt

*Por Pablo Speziale, integrante de la Misión de Salud Irma Carrica, de Patria Grande.

Hace exactamente cinco años se publicaba “Fratelli Tutti. Sobre la fraternidad y la amistad social”, una de las encíclicas más emblemáticas de Francisco. Sin intenciones de entrar en discusiones teológicas ni en la dimensión global de su mensaje, el texto resulta inspirador para reflexionar sobre las políticas implementadas por el gobierno nacional en materia de salud.

“Hay dos tipos de personas: las que se hacen cargo del dolor y las que pasan de largo”. Con esas palabras Francisco resumía en la encíclica su análisis sobre la parábola del Buen Samaritano. Esta lectura prefigura la realidad del sistema de salud, el esfuerzo de los trabajadores y las inequidades que persisten en el acceso.

En un contexto de incertidumbre global, dejando atrás la pandemia más grande de los últimos siglos, y atravesando otra de salud mental -en donde la angustia, la incertidumbre y la apatía se apoderan de millones de personas-, nuestro país enfrenta un escenario que podría caracterizarse como miseria planificada.

El sistema de salud argentino cuenta con una capacidad instalada importante y una formación de profesionales de alto nivel, que lo destacan a nivel regional. Sin embargo, en las últimas décadas se profundizaron las desigualdades en el acceso. Tal como lo estaba el samaritano que había sido interceptado por los ladrones. Pero en lugar de vendar sus heridas, se lo ha dejado a la intemperie.

Apenas iniciado el mandato se redujeron las transferencias a las provincias, que debieron amortiguar con recursos propios el sostén económico de los sistemas de salud. Esto no hizo más que ahondar las desigualdades interprovinciales ya que algunas jurisdicciones cuentan con mayores recursos para resistir ese abandono.

Se interrumpieron programas nacionales para enfermedades como la tuberculosis, el chagas, hepatitis virales, enfermedades que, vale la pena aclarar, al no ser rentables para la industria farmacéutica requieren justamente de la presencia del Estado. Quedó claro que era mentira que el mercado lo ordenaba todo.

También se puso en riesgo el Hospital Bonaparte, efector que se dedica al abordaje de salud mental en Buenos Aires, vale recordar, en medio de una pandemia global de este tipo de situaciones. Se desfinanció cruelmente el Hospital Garrahan, efector modelo a nivel regional en términos de atención y formación.

El mismo destino sufrieron los programas de salud sexual reproductiva y no reproductiva, el programa de cuidado paliativo del instituto nacional del cáncer y las residencias, pilar en la formación de los profesionales, a las que se quiso degradar a becas, con la consecuente pérdida de derechos laborales.

Mención aparte corrió el sector de discapacidad. Hace meses, veíamos como el presidente se burlaba de Ian Moche, un pibe con autismo, mientras desfinanciaban prestaciones que ya venían perdiendo frente a la inflación. La ausencia de actualizaciones salariales y las denuncias de corrupción en la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS), agravaron aún más la crisis.

A esto se le suma el debilitamiento de organismos de control como la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología (ANMAT), lo que derivó en más de un centenar de muertes provocadas por fentanilo adulterado, así como la erosión de la Agencia Nacional de Laboratorios Públicos (ANLAP), creada en el 2014, para regular la producción pública de medicamentos.

Y ya parece lejano ante tanta desidia pero se llegó a anunciar el retiro de nuestro país de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que generaría aislamiento científico y sanitario. También era mentira que volvíamos a conectarnos con el mundo.

En la provincia de Santa Fe, mientras tanto, los trabajadores de la salud enfrentan un vaciamiento silencioso. La pérdida de salario, de alrededor del 30% en términos reales, acrecienta el descontento de los trabajadores. Sumado a que no se renuevan cargos de trabajadores que se jubilan, toman licencia o deciden abocarse totalmente al sector privado por ser más redituable económicamente en un contexto de ajuste.

Ese marco empeora ya que el sistema de salud público se sobrecarga. En la provincia se perdieron 14.500 trabajos registrados, la mayoría de las 1800 empresas que cerraron. Eso hace que las personas y todo su grupo familiar que poseían obra social pasen a depender exclusivamente del sector público.

Hechos concretos como la renuncia masiva de trabajadores en el Hospital de Ceres hace pocos días dan cuenta de ello: menos trabajadores, peores salarios y sobrecargados.

Además la obra social provincial, IAPOS, ha tenido aumentos de los coseguros y bonos cercanos al 1000%, sin que esto signifique una mejora en la cobertura. De hecho hace algunos días estremeció la denuncia de familiares de la docente del norte de la provincia fallecida mientras esperaban insumos médicos.

Al mismo tiempo que se desfinancia IAPOS, crecen las denuncias públicas sobre asociaciones civiles afines al oficialismo y recientemente creadas que reciben aportes millonarios para el supuesto abordaje en situaciones de consumos problemáticos, sin que eso haya sido aclarado hasta el día de la fecha.

Cada uno de estos hechos podría constituir un escándalo nacional, pero en la Argentina se viven como parte de una secuencia de crueldades naturalizadas. Frente a esa miseria planificada, resalta la dignidad, la solidaridad y el compromiso humanista de los trabajadores de la salud para el cuidado del pueblo argentino.

En Fratelli Tutti, Francisco recuerda que “ante tanto dolor, tantas heridas, la única salida es ser como el Buen Samaritano”. Esa claridad obstinada en recuperar la fraternidad y la amistad social, o los momentos más felices, se vuelve el único horizonte para imaginar un sistema de salud más justo, humano y solidario.

La parábola nos recuerda que no hay neutralidad posible: o se es como el sacerdote y el levita que pasan de largo, o se es como el samaritano que se detiene. En la Argentina y en Santa Fe, cada recorte y desfinanciamiento equivale a mirar al herido y seguir de largo. La política debe decidir si quiere ser cómplice de la miseria planificada o protagonista de la fraternidad y una mirada humana que cure.

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