Bonfatti: “Tenemos que ir a un Estado que sea de la sociedad”

Bonfatti

El exgobernador y diputado provincial, Antonio Bonfatti, publicó recientemente Memorias para un porvenir socialista (Homo Sapiens Ediciones). El libro es un aporte para pensar el futuro de Argentina, y sirvió de pretexto para dialogar sobre su trayectoria, que se inicia como médico barrial y continúa como dirigente político. 

Por Juan Pablo Gauna

―La lectura de Memorias para un porvenir socialista, deja la impresión de que es el fruto de una experiencia colectiva.  

―Bueno, es verdad, es un producto colectivo, porque si hay algo que nos caracteriza a los socialistas es tratar de confluir con el otro, sea de nuestro espacio político o no. Y lo que pretendemos con este libro, es dejar una memoria para desnaturalizar algunas cosas ya dadas en el presente, y dar cuenta de que no existieron desde siempre. Nos referimos al “cómo se lo lograron”, porque el cómo es fundamental para interpretar nuestro recorrido, partiendo de los ideales, y a partir de ahí se hace la construcción.

 ―¿Qué otro legado va dejar el texto?

-En el libro buscamos expresar la importancia de la democracia, el rol del Estado que pretendemos como socialistas, analizar la participación del ciudadano y referirnos al momento de transición que está viviendo la humanidad, a partir de las nuevas tecnologías, la desaparición de algunos trabajos, la aparición de otros, pero en definitiva, subrayando que hay algunas cosas que van a permanecer inmutables en el tiempo, como es, por ejemplo, estudiar las cosas, e intentar siempre estar con el otro, construir una sociedad mucho más humana.

―En el libro afirma que “los socialistas somos herencia e invención”. ¿Cuáles son las herencias que recibe Antonio Bonfatti de su familia?

―De la familia el concepto que yo rescato es la educación que me dieron mis padres, que no habían terminado la escuela primaria, pero que decían que nosotros, que somos cuatro hermanos, tres mujeres y yo, teníamos que tener una educación privilegiada. Y obviamente el sentido de la responsabilidad, de la disciplina, del respeto en casa, y del jugar.

Nosotros de niños jugábamos mucho y en el juego está el aprendizaje. Yo tuve la enorme suerte de que mi casa, como era una carpintería y teníamos un predio muy grande, era el núcleo donde se juntaban todos los chicos del barrio. Entonces marcábamos la canchita para el fútbol, el hoyito para jugar a la bolita, tejíamos la red para el arco, cosíamos la pelota si se pinchaba y había que repararla, arreglábamos las bicicletas y fundamentalmente hacíamos juguetes en la carpintería con nuestras propias manos.

Eso significa partir de cosas pequeñas, pero también organizar cosas. Y eso fue una escuela maravillosa, por eso insisto tanto con los niños y su juego, y el poder interpretar las cosas, poder con sus manos construir algo, porque cuando uno usa las manos también usa la mente.

―¿Qué herencia recibió de sus referentes partidarios?

Los ideales del socialismo, por eso fundamos un partido nuevo en 1972, el Partido Socialista Popular, a partir de la existencia en Argentina del viejo socialismo.

Tomamos los valores de Juan B. Justo, de las manos limpias, de la libertad, de la justicia, de la solidaridad, de los derechos, y con ellos reconocer tantas cosas que los viejos socialistas habían legado a nuestro país: la ley de las ocho horas de trabajo, el no trabajo de los niños, la ley de la silla, el cuidado de la mujer en el trabajo, en fin, tantas cosas que después fueron leyes del socialismo que se plasmaron en distintos gobiernos.

Yo llegué con eso a la vida política, con esas propuestas y también a partir de investigar, de analizar el presente fueron surgiendo los proyectos a los que después le dimos carnadura en los distintos gobiernos comunales, municipales y provinciales.

―Y el PSP, ¿qué viene a aportar en esa gran renovación del socialismo?

El viejo socialismo estaba muy ligado a los inmigrantes, que traían las ideas de Europa. Era un socialismo sin encarnadura en lo nacional y popular, y el nacimiento del Partido Socialista Popular fue justamente eso. Lo constituyó el Partido Socialista Argentino, el Movimiento de Acción Popular Argentino (MAPA), el Grupo Evolución y Militancia popular.

Rescatamos los valores de nuestros mayores próceres. Nosotros teníamos como obligación leer sobre la vida de San Martín, de Belgrano, de Güemes, y avocarnos al general Jorge Leal que había llegado a la Antártida, a Enrique Mosconi por el petróleo. Todas estas eran las lecturas colectivas que hacíamos, también estudiamos la historia argentina y de la humanidad, y los clásicos del socialismo. Esta fue parte de nuestra formación política.

―Una vez iniciada la vida universitaria, ¿cuáles son los aportes que le trajo la educación pública?

Bueno, fue una generación en donde hijos de trabajadores o de sectores sociales no acomodados podían tener acceso a la educación pública universitaria. Nosotros somos cuatro hermanos y los cuatro somos universitarios.

Las primeras armas de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario eran la apoliticidad, porque mis padres nos impregnaron eso. Cuando empezamos a hacer las prácticas médicas en los hospitales, en los últimos años de la carrera, veíamos muchas enfermedades que se repetían por parte de los mismos pacientes, que en definitiva no eran producto de una bacteria o de un virus, eran producto de sus condiciones de vida.

No todos enfermamos y morimos igual, porque las condiciones de trabajo, las condiciones de vivienda, el agua potable, la cloaca, etcétera, van determinando distintas formas de enfermar y morir.

Fuimos asimilando esto y nos volcamos a una práctica social, que tenía que ver con dar respuestas, el acto médico de dar una respuesta cuando el paciente venía a nuestro consultorio, pero fundamentalmente evitar que se enferme a partir de modificar barreras que dificultaban la vida.

Aprendimos a ayudar a tender un caño de agua en una villa miseria, a convocar en ese lugar a practicar el deporte, a educar acerca de la prevención con las vacunas, a buscar actos culturales, a empoderar a aquel que no haya tenido la posibilidad de determinados derechos para que fuera creciendo en la vida.

―Usted tiene un largo desempeño en el ámbito de la salud y en la política. ¿Cómo convivieron esos dos mundos?

Obviamente que uno ama la profesión que eligió y por otro lado la oportunidad que tuve, siendo secretario de Salud Pública de Rosario de hacer cosas.

Previamente en Las Parejas habíamos hecho un programa que fue muy exitoso, el de la libreta de salud con la participación de los vecinos. Lo hicimos con el aporte de muchos, partiendo de principios que para nosotros son irrenunciables, como la universalidad, la accesibilidad, la gratuidad en el acceso a la salud o la atención primaria.

Construimos un sistema que no estaba escrito en ningún lugar, pero que se fue conformando sobre la marcha, en donde un proyecto daba lugar al otro, y así iba escalando hasta llegar a lo que pudimos materializar, primero en Rosario y después en la provincia de Santa Fe.

―¿Qué implicó trabajar en Las Parejas durante la dictadura militar?

Ahí el ejercicio de la profesión era innegable al atender el hospital durante tantos años. La práctica política fue una circunstancia donde la gente me terminó eligiendo. Yo desde 1976 hasta 1982 viajaba a Las Parejas y volvía los viernes a Rosario, que era mi residencia.

En 1982 me radiqué en Las Parejas y en 1983 me eligieron presidente comunal, porque en esa localidad yo tenía una práctica social importante, en contacto con empresarios, con obreros de la industria metalúrgica, todo eso fue un bagaje de conocimiento que me enriqueció enormemente.

―¿Cómo aparece Hermes Binner y qué representó para usted su figura?

Él aparece una mañana en el Centro de Estudiantes de Medicina preguntando por mí. Yo era, de todos los que integramos ese centro de estudiantes, el que estaba en los cursos superiores, entonces me invita a participar como estudiante de medicina. Yo ya estaba ejerciendo la profesión en base a los conocimientos que tenía en lo que llamábamos la “Villa miseria”.

Hermes fue quien nos inculcó el método, la contracción al trabajo de domingo a domingo, el estudio, y con él pasé infinitas horas estudiando.

En esos primeros años desde 1976 a 1982 cuando volvía a Rosario, los domingos nos sentábamos a estudiar, porque había una dictadura y no había muchas posibilidades de hacer otras cosas, así que estudiábamos libros sobre salud, sobre trabajadores, sobre la historia, y todos los temas que referí antes, vinculados al PSP.

También compartíamos las vacaciones, Navidad, año nuevo, la familia, los hijos, así que fue siempre un hermano para mí.

―Vuelvo al tema de la capacidad de invención de los socialistas...

Eso lo inculcaba mucho Guillermo Estévez Boero, el mirar otras realidades, viajar, observar qué pasaba en el mundo en todos los aspectos, y en las vacaciones, más que estar recostado mirando el sol, era visitar un museo en una localidad, entender la historia de ese lugar, ir a Salto Grande cuando se estaba construyendo la represa, viajamos a Itaipú, a visitar un emprendimiento agropecuario.

O sea, permanentemente era estar nutriéndonos de las cosas en donde otro participa y va construyendo algo. Y a partir de ahí, adaptar muchas de las cuestiones que observamos a la realidad de nuestras geografías en términos políticos, o en términos prácticos, donde nos tocara actuar.

―Volviendo a la idea del socialismo como una construcción colectiva, ha habido experiencias con el Partido de los Trabajadores de Brasil y con el Frente Amplio de Uruguay, ¿cómo fue la interacción con esos espacios progresistas?

Todo el proceso de descentralización que se da en el municipio de Rosario, con la creación de los centros de distrito, fue producto de haber viajado antes de haber asumido en Rosario a la Intendencia. Me tocó ese viaje a Montevideo para ver las delegaciones descentralizadas de los uruguayos.

Fue una experiencia maravillosa, porque la idea de descentralizar ya estaba, fue ver cómo hacer una democracia de proximidad para la gente. Bueno, eso de los centros cívicos lo aprendimos en Montevideo. No fue calcado, porque después surgió el presupuesto participativo, para que la gente opinara acerca de cuáles eran las cosas más importantes a resolver en su barrio, y se votaba, y sobre eso se iba dando respuestas.

O sea, los centros de distrito fueron para nosotros un aprendizaje a partir de mirar al otro.

―Yendo a lo que se cifra en el nombre, Bonfatti en italiano significa “buenas obras”. ¿Cuáles fueron los aportes que ha hecho?

En el libro menciono algunas obras. Una tiene que ver con el tema del hábitat, la otra tiene que ver con haber llevado adelante el nuevo sistema penal en la provincia de Santa Fe. Lo otro es rescatar a 32.000 chicos con el programa “Vuelvo a estudiar”. Y lo más importante para mí, el Plan Abre y las Olimpíadas Deportivas.

El Plan Abre es un abordaje social que mereció el reconocimiento por parte del Observatorio Social de la Iglesia, donde están las mediciones año por año, cómo se fue bajando la conflictividad, cómo los jóvenes en los barrios con mayor carencia fueron practicando más deporte, cómo fueron participando más en las instituciones. Es un abordaje social no clientelar, no prebendario, sino empoderando al ciudadano. Esas son las cosas que más resalto.

¿Cuáles fueron los momentos más difíciles que tuvo que atravesar en su trayectoria política y cómo los enfrentó?

El ataque a mi casa fue lo más grave. De hecho, es uno de los atentados más importantes en la historia reciente de Argentina. Los balazos en la casa de un gobernador, que hasta ahí no tenía custodia y que caminaba libremente por la calle, fueron de una gravedad absoluta. Fue muy difícil perder la libertad, porque a partir de ese atentado ya no podía moverme como antes.

Para salir uno recurre a los otros, a estar rodeado de compañeros y de gente amiga, siempre son el aliciente y dan la fortaleza necesaria para seguir, y obviamente el acompañamiento de la familia, sin eso sería imposible. Mi mujer, mis hijos, eso fue fundamental para poder afrontar las dificultades.

El otro momento difícil fue el levantamiento policial que ocurrió en 16 provincias de Argentina durante tres días, donde por suerte no pasó a mayores, pero estábamos con una enorme preocupación.

―En las elecciones nacionales pasadas más del 30% del padrón no fue a votar. A su vez, desde el socialismo ha habido experiencias de reencantar al electorado a través de la política. En las condiciones actuales, ¿cómo se daría eso?

La gente no fue a votar, y mucha gente que votó anuló su voto, porque indudablemente la corrupción en este país es una constante. Si miramos la democracia luego de 42 años llegamos a más de un 30% de pobreza, y no crecemos desde el punto de vista de la economía, al contrario, estamos en recesión hoy. Entonces, la gente tiene bronca y por eso no vota.

¿Cómo se reencanta? Hablando con la gente, convocándola. Lo más importante es que la gente participe, ya sea en el club, en la cooperadora de la escuela de sus hijos, en una parroquia, en una vecinal, participando estamos con otro, y nos hacemos responsables de la sociedad.

La política es algo que engloba a todos los aspectos de la vida, pero a medida que uno hace una experiencia en un aspecto restringido, que puede ser cualquiera de esas instituciones, un sindicato, una institución de las empresas, está dando un paso, y esto es necesario, nosotros tenemos que ir a un Estado que sea de la sociedad, a un Estado de bienestar en donde existe un espíritu colaborativo, esto es lo que nosotros proponemos, no hay otro camino. En el individualismo no construimos absolutamente nada, nos encerramos.

―¿Cuáles son las semillas que están brotando desde el socialismo?

Los jóvenes. A los cuales les digo que hagan su experiencia en la disciplina que elijan, sea cual fuere, y que sean los mejores en eso. Tienen que ser el mejor trabajador, el mejor profesional, porque tienen que ser un ejemplo. Les digo que estudien mucho en toda la amplitud de temas, como los que yo hacía referencia antes, pero que participen en la vida de la comunidad.

Yo siempre doy el ejemplo, cuando Hermes Binner asumió en Rosario, de los 10 secretarios que tenía el municipio, 4 pertenecíamos al Partido Socialista, los demás eran de otro partido, o de ningún partido, pero tenían formación adecuada para dar una respuesta a las necesidades de la comunidad.

Entonces, hay que respetar la pluralidad de ideas, porque todos venimos de familias diferentes, de barrios diferentes, de ciudades diferentes, de relaciones diferentes, y lo más lindo de todo en la vida es la pluralidad.

―¿Qué le trajo la vida política a su trayectoria?

Adonde voy me encuentro un conocido con el cual me doy un abrazo, y tengo amistades en muchas partes. Y lo que más me hace feliz es ver a los niños. Mi primer decreto se trataba de cómo hacer para empoderar a los niños y garantizar sus derechos. Ver que los chicos jueguen para mí es la clave del inicio de la formación de una persona.

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