Segundo acto

Entrevista al crítico Jorge Dubatti sobre la segunda temporada de la Escuela de Espectadores.

Comenzó la segunda edición de la Escuela de Espectadores en el Centro Cultural Provincial. De la mano del historiador, crítico teatral y docente Jorge Dubatti quedaron inaugurados los “espacios de disfrute y comprensión teatral” que reúnen a decenas de artistas, estudiantes, técnicos y público general, en fin, amantes del teatro que buscan compartir sus experiencias.

El proyecto tiene 17 años y sedes en varios países del mundo.

Para Dubatti las Escuelas surgen en un contexto internacional que él denomina como “la democratización del discurso crítico”. Ese fenómeno, por un lado, impulsó un resquebrajamiento de la autoridad del discurso crítico tradicional y, por otro, gracias al acceso a las nuevas tecnologías, hizo surgir una nueva figura donde cualquier espectador hace crítica a través de formatos como Facebook, blogs o Twitter.

“En el pasado el crítico era una figura de autoridad y el espectador no asumía ese lugar, al contrario, respetaba esa autoridad. ¿Que viene a ser el discurso de la crítica? Es una combinación entre tres cosas: descripción, interpretación y valoración. Pero en este momento esas tres funciones las cumple cualquiera, por ejemplo yo hablo con mi mamá por teléfono y mi mamá hace eso, hablo con los investigadores de mi equipo y en una charla común están haciendo crítica, me meto en los blogs y todo el mundo tiene blogs”.

Dubatti afirma que así se forma una figura constelada donde la autoridad ya no funciona como funcionaba antes: “A mí me gusta pensarlo como un pasaje de un modelo de autoridad a uno relacional. Desde mi punto de vista, el crítico que hoy quiere seguir como autoridad queda pataleando en el vacío. Porque no funciona más el modelo: alguien que quiere tener el monopolio de la verdad sobre la producción de discurso crítico ya no funciona”.

—¿Y como quedaría redefinida entonces la figura del crítico moderno?

—La mejor redefinición del crítico moderno es el “crítico filósofo”. Es alguien que produce valoración, descripción, interpretación pero además produce otra cosa. Analiza el espectáculo para ir más allá. Cumple con la descripción, la interpretación y la valoración pero trata siempre de desbordar eso con comparaciones, citas literarias, etc. De alguna manera es reconocer la nueva situación pero al mismo tiempo pelear por una jerarquización del crítico en una nueva función.

La crítica pauperizada

A pesar del surgimiento de este nuevo personaje, Dubatti aclara que el crítico filósofo no encuentra lugar en los grandes medios de comunicación, por eso para legitimar el discurso de la crítica propone crear espacios paralelos, como los blogs, las revistas especializadas o las Escuelas de Espectadores.

“En los grandes medios –sostiene Dubatti– la crítica está pauperizada porque cada vez tiene menos espacio, un discurso más pobre, sin términos técnicos. A diferencia de lo que ocurre en el teatro, cuando vos leés un comentario periodístico de rugby o fútbol, por ejemplo, los términos técnicos se usan: nadie discute un offside, un penal, un tackle o un placaje. En cambio, en el teatro, no te los deja usar: vos querés usar la palabra expresionismo y el editor te dice que no se entiende”.

[quote_box_right]Jorge Dubatti: “Alguien que quiere tener el monopolio de la verdad sobre la producción de discurso crítico ya no funciona”.[/quote_box_right]

Dubatti advierte que si bien fue muy positiva la cuestión de la “democratización del discurso crítico”, hay un fenómeno que atender: el discurso de la crítica fue cayendo en una pauperización, la “democratización” misma también tuvo que ver con ese empobrecimiento. “Si bien se multiplicaron las voces a través de las redes y los blogs, la mayoría de los textos que se leen hoy son muy pobres a nivel de conocimientos, no solo técnicos, históricos, literarios, sino básicos del teatro. Cualquiera dice cualquier cosa, hay falta de formación. El otro día me metí en un blog y estaba mal escrito Shakespeare. Ni tiene el programa de mano de la obra adelante”.

Historia de la escuela

En Santa Fe, la Escuela depende del Centro Cultural Provincial, a través de su programa de Audiencias. Los coordinadores locales, Malena Bravo y Claudio Chiuchquievich, hicieron un muy buen balance del 2016. También Dubatti: “Estoy feliz. Tuvimos una jornada muy interesante el sábado 22, se llenó el Foyer del Paco Urondo y vino mucha gente joven, hay un semillero para el futuro. No solamente artistas o actores filósofos, es decir, aquel actor-artista que produce pensamiento, sino además una movida de espectadores. Luego estuvimos con el grupo La Tramoya, que nos brindó la posibilidad de disfrutar de la obra El Principibito. Este año lo veo como un resultado de la acumulación, de la continuidad, el año pasado se trabajó mucho y terminamos muy alto con el Festiclown. En 2017 serán seis encuentros (de abril a septiembre) donde podremos reflexionar, debatir y analizar distintas obras del teatro local.

—¿Podrías describir cuándo comenzó la escuela y cuál es hoy el panorama?

—La primer Escuela de Espectadores arrancó en Buenos Aires en 2001 con ocho personas y a fin de año terminamos 20 gracias al boca en boca. Al año siguiente ya teníamos 40 alumnos. Hoy son más de 350 y hay 700 personas en lista de espera. Las reuniones se realizan todos los lunes en el Centro Cultural de la Cooperación. Se me ocurrió la idea porque durante un tiempo me dediqué a asistir a reuniones de grupos de matrimonios porteños amantes del teatro que se reunían en sus casas y contrataban críticos para intercambiar opiniones. Hoy ya son varias las escuelas en el país y en el mundo. En los últimos meses se abrió la Escuela de Cali (Colombia), San José (Costa Rica), Unam (México) y se abrió también una en San Pablo, Brasil. Existen también en Bolivia, Perú y Uruguay. A nivel nacional, acabamos de abrir en Córdoba y en Martinez, provincia de Buenos Aires, entre otras. Se ve producción y acumulación de energía y, como va dando resultado, la gente la quiere replicar en otros lados. Ninguna Escuela es igual a otra. Algunas dependen del gobierno, otras de una universidad y otras, como en Brasil, de salas privadas.

—Está por salir un nuevo libro tuyo. ¿Podrías adelantarnos algo?

—El libro se llama Hacia un espectador compañero. La experiencia de las Escuelas de Espectadores y saldrá por Editorial Atuel. Tiene tres partes: una primera donde cuento la historia de la Escuela, los 17 años de laburo, el método de trabajo, cómo se fue armando la Escuela de Espectadores. Después tiene una segunda parte con testimonios de los directores de escuelas de todo el mundo: México, Perú, Bolivia, Uruguay, Brasil y de la Argentina también. Y la última parte es una muy buena entrevista que me hace una investigadora brasileña de la Universidad de Bahía, que está haciendo su doctorado con la Escuela de Espectadores, como ejemplo de políticas de mediación. También está la experiencia de la Escuela de Espectadores en la cárcel, un proyecto que hacemos desde 2005 en la capilla de la cárcel de Devoto y en el gimnasio de la cárcel de Ezeiza. Llevamos las obras en una situación muy precaria. Son entre 80 y 100 presos de buen comportamiento y es muy conmovedor porque ellos resignifican todo desde su situación y leen de manera brillante las obras, pero además se te acercan y te dicen “vuelvan, esto es muy importante”.

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